En Lleida, el 'Wall Street porcino' tiembla ante la peste: “Cada céntimo que baja es más de un millón de euros”

Pau Rodríguez

4 de diciembre de 2025 22:20 h

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Cada jueves a las 16.30 horas, dieciséis directivos se reúnen en torno a la misma mesa, en una sala sin ventanas a escasos metros del río Segre a su paso por Lleida, y todo el sector porcino español aguarda su deliberación. Fuera del país, las grandes centrales cárnicas de Alemania o de China también sintonizan sus antenas para conocer el precio que van a fijar. Más aún estos días en los que la peste porcina africana vuelve a golpear a España y a Catalunya, la principal granja de cerdos del continente europeo. 

“Nos mira todo el mundo”, reconoce Miquel Àngel Bergés, director general de Mercolleida, la lonja de referencia en España –y la más importante de Europa– para las cotizaciones del cerdo de cebo y del lechón. En su Junta de Precios tienen asiento cada semana los gigantres de la industria porcina, ocho productores –principalmente del ámbito ganadero– y ocho mataderos que acumulan el 60% de las transacciones nacionales. Su objetivo es consensuar el precio por kilo al que se venderá el cerdo vivo, decisión que depende en última instancia de la dirección de Mercolleida.

Medio en broma, algunos la llaman el Wall Street del sector, por su influencia en los mercados internacionales del cerdo y sus derivados. El barómetro leridano es decisivo para los 1,2 millones de toneladas que se exportan, casi un 20% a China, y que suponen cerca de 8.000 millones de euros. Sin embargo, ya no hay trajín ni operaciones reales en su particular parqué, como sucedía antaño, y hoy los 16 operadores se citan la mitad de ellos por videoconferencia y con un margen de maniobra muy encorsetado por los índices que manejan los técnicos de Mercolleida. 

Con todo, estos son días de cierto vértigo en la lonja leridana, después de que el pasado 28 de noviembre dos jabalíes cerca de Barcelona dieran positivo en peste porcina africana y se cerrasen automáticamente las exportaciones a países de fuera de la Unión Europea. A la espera de que se vayan reabriendo, Mercolleida decidió celebrar por primera vez una sesión extraordinaria de la Junta de Precios el lunes, y en ella se rompió un precinto pactado por todas las partes: que el precio no pueda oscilar más de seis céntimos. La bajada fue histórica: de 10 céntimos

Con parte de las ventas exteriores bloqueadas y la carne acumulándose en las cámaras, la intención de los integrantes del sector es evitar que se paralicen las matanzas por la vía de abaratar sus liquidaciones y hacer más competitiva la carne española donde se puede vender. “A tres semanas de Navidad, nadie quiere que los mataderos echen el freno”, recalcaba Bergés el miércoles en una entrevista con elDiario.es.

El descenso drástico siguió en la sesión de este jueves, otros 10 céntimos para dejar el precio por kilo de cerdo cebado en 1,1 euros. Tras la Junta, los representantes del sector quisieron ofrecer una imagen de unidad ante la “gravedad” y pidieron soluciones más drásticas: sacrificar todos los jabalíes y matar los cerdos de las 39 granjas de la zona. 

Pero con una cotización que ya tiende a la baja desde hace casi dos años (un 28% en las últimas 20 semanas, según los informes de la Generalitat), los roces se dan por sentados en la Junta de Precios. Bergés, presente en la sala, no da demasiados detalles. Pero añade: “Siempre hay tensión, porque en esas reuniones se juegan muchísimo dinero”. 

Unos, los mataderos, defienden precios bajos, y los otros, los productores, lo contrario. “Cada céntimo que baja son más de un millón de euros que cambia de manos”, ejemplifica el director general de Mercolleida. Si un cerdo vivo pesa entre 110 y 120 kilos, y cada semana se matan 1,2 millones de marranos en España, cada céntimo que marca la lonja mueve 1,4 millones de euros del sector. 

“El freno a las exportaciones ha creado convulsión y si de corta el comercio, de rebote la industria cárnica lo traslada al mercado”, constata Rossend Saltiveri, responsable del sindicato Unió de Pagesos (UP) para el sector porcino. Con una granja de 500 cerdas, asegura que sí se están frenando ya matanzas. Y que quienes se llevan la peor parte son los “pequeños ganaderos”, con menos margen para negociar fuera del precio de Mercolleida, que aunque sirve de base para la mayoría de operaciones, no es vinculante. 

Los que tienen silla en Mercolleida, sin embargo, son mayoritariamente los grandes, que cuentan con redes de miles de agricultores y ganaderos. Están las catalanas Vall Company (4.100 millones de facturación en 2024; 600.000 toneladas de carne de cerdo), BonÀrea Agrupa (2.680 millones facturados, 1,3 millones de toneladas de carne en total y 600 supermercados), Noel Alimentària (664 millones), Costa Brava Mediterranean Foods (1.500 millones).

Pero también están los holdings de las comunidades autónomas más pujantes aparte de la catalana. Destacan la murciana ElPozo Alimentación, la conquense Incarlopsa, la andaluza Famadesa, la oscense Fribin… O también algunas firmas de piensos como Piensos Yak, Manzana Piensos Compuestos, Piensos del Segre o Piensos Costa (del Grupo Costa). Con todo, el actual director general argumenta que hay variedad: “Hay mataderos muy grandes y otros más pequeños, representantes de cooperativas… Tratamos de tener a los que mueven más volumen pero que representen distintos intereses”. 

Un algoritmo para facilitar las negociaciones

Creada en 1972, la lonja de Mercolleida nació por impulso del Ministerio de Agricultura a través de su empresa pública Mercorsa, pero hoy es una empresa participada principalmente por el Ayuntamiento de Lleida (posee el 80% de sus acciones) y la Generalitat. 

Desde su creación, su objetivo ha sido dar mayor transparencia y estabilidad a las transacciones de los distintos sectores agropecuarios, con la posibilidad de fijar precios de referencia para que no dependan únicamente de los acuerdos bilaterales. Algo que no ocurre en todos los países ni, en España, en todos los ámbitos. La leche de vaca o la fruta no cuentan con estas cotizaciones, con lo que sus productores están mucho más a merced de las distribuidoras y de los vaivenes del mercado, advierte Santiveri. De esta forma, considera pese todo “admirable” que funcione un mecanismo que reúne a dos partes, mataderos y ganaderos, con intereses divergentes. 

Pero su historia no está exenta de polémicas. Lo sabe bien Francesc Ollé, quien fuera director general de Mercolleida entre 2005 y 2017, y que explica que durante la anterior crisis de la peste porcina africana, que golpeó duramente al sector en los 90, los mataderos llegaron a ausentarse durante seis meses de la mesa por desavenencias con el precio. Otras veces hubo amenazas para llevarse la lonja a Madrid. “Una vez un matadero catalán dijo que no aceptaba que uno malagueño pusiera el precio aquí”, dice. 

Aun así, asegura que en su período no saltaban tantas chispas como pueda parecer. De hecho, celebra que la legitimidad que le dieron los distintos actores del sector ha sido la clave de su funcionamiento. Solo dos o tres veces tuvo que lidiar con operadores que se levantaban de la mesa. Y esta progresiva mejora de las relaciones la atribuye al éxito de la institución a la hora profesionalizarse y dejar cada vez menos margen a la percepción subjetiva de las empresas. 

Desde 2007, Mercolleida cuenta con un algoritmo que alumbra un precio recomendado en base a la evolución del mercado. Ese análisis de datos da más capacidad argumentativa a los responsables de la lonja a la hora de fijar precio cuando no hay acuerdo.

Ollé explica incluso que desarrollaron una estadística para calcular el grado de sesgo de cada uno de los operadores. Todavía hoy, antes de iniciar la sesión deben escribir en un papel –o de forma telemática– no el precio que van a defender por sus intereses, sino el que creen que saldrá de la sesión. Así la lonja puede monitorizar la distancia que entre deseo y realidad para cada uno de ellos. 

Tras más de 50 años de historia, algunos ganaderos aún recuerdan el bullicio en Mercolleida, cuando los negocios se cerraban cara a cara. “Yo he llegado a ver cómo se cobraban liquidaciones allí mismo en sobres, pero ahora no funciona así”, relata Santiveri. La digitalización, la profesionalización del sector, y también su concentración en pocas manos han acabado con esas imágenes, afirma este ganadero. 

Años antes de que Ollé cogiera las rendas de la institución, en el parqué se congregaban 400 o 500 personas y quedaba gente fuera. Cuando él entró, en 2005, eran unas 200 en la sala. “Cuando me fui, en 2017, eran cero”, concluye. Este jueves, en las afueras del edificio, a las 16:30 horas no había prácticamente nadie, aunque en las salas de máquinas del universo cárnico nadie sea ajeno a la cotización en Mercolleida.