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Sobre este blog

La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.

La grulla común: el regalo del norte

Grulla común

Eugenio Fernández

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Ya están con nosotros. Como cada otoño, en uno más de los rituales de esta preciosa estación (mi preferida, sin duda), ordenados bandos de grullas comunes llegan desde el norte, trompeteando de una forma inconfundible. Una de las aves más grandes y elegantes de Europa llega para pasar su invierno en la Península Ibérica. Pero, ¿qué sabemos de ella de verdad?

Para empezar, ¿de dónde vienen?. La grulla común (Grus grus) cría en Escandinavia, los Países Bálticos, partes de Polonia, Alemania y Ucrania, toda Bielorrusia y prácticamente toda Rusia hasta Extremo oriente. Los ejemplares que invernan en la Península Ibérica provienen fundamentalmente de Escandinavia y parte de Alemania. El grueso de esta población (entre 78.000 y 89.000 ejemplares) se quedará entre nosotros, sobre todo en Extremadura, Córdoba, Toledo y Ciudad Real, con grupos significativos en torno a la Laguna de Gallocanta y otros humedales. El resto de la población invernará en el Norte y Este de África, así como en el Sur de Asia.

¿Qué hacen aquí?. Las grullas vienen en familias. El papá, la mamá y los dos polluelos (como máximo) que han nacido en primavera, en el norte. Hay que comer mucho. Para reponer fuerzas del viaje realizado y para que los polluelos continúen con su desarrollo. Las grullas se alimentan de material vegetal muy variada, y complementan esta dieta vegetariana con algo de proteína animal en forma de invertebrados, e incluso algún vertebrado ocasional.

De los cultivos a los dormideros

En las dehesas ibéricas, que es el lugar de su predilección, las grullas atacan en primer lugar las bellotas hasta agotarlas, y entonces se concentran en otros manjares disponibles. Normalmente pasan las horas diurnas en las dehesas y en los campos de cultivo alimentándose, para retornar al atardecer a sus dormideros situados comúnmente en humedales cercanos a las zonas de alimentación. Este es el momento tan esperado por turistas y amantes de la observación de aves que, cada vez más, acuden a los lugares de concentración de grullas para deleitarse con el espectáculo del desplazamiento masivo de los bandos de grullas a sus dormideros, atronando el ambiente con sus trompeteos.

Las familias de grullas permanecerán unidas durante toda la invernada hasta el mes de marzo cuando se terminan las “vacaciones ibéricas” y hay que retornar al Norte: primero volarán los adultos, y los jóvenes emprenderán el vuelo poco después. Una vez vuelta al hogar, las grullas se entregarán al cortejo, uno de los más vistosos de la avifauna europea, para emparejarse y empezar de nuevo el ciclo de la vida. Tienen sólo 4 meses para aparearse, incubar sus huevos y sacar adelante a unos polluelos que tienen que ser capaces de volar a los 70 días de edad. Puesto que, en Agosto/Septiembre, nuestras elegantes turistas nórdicas calientan motores para regresar a nuestra Península…

Pero no todo es de color de rosa. Las grullas devoran recursos que necesitan los agricultores: las bellotas para la montanera del cerdo ibérico o los granos del cereal de los campos. Por eso, los agricultores no siempre las han tolerado, ideando métodos para alejarlas de sus campos. Al igual que sucede con el lobo o el oso, una política de indemnizaciones ágil y generosa es la clave para que las grullas puedan seguir alimentándose aquí cada invierno.

La otra gran amenaza que la grulla puede temer en nuestro país es la paulatina desaparición de los cultivos de secano en beneficio de esos cultivos de regadío tan caros e insostenibles en nuestra Iberia mediterránea, siempre escasa de agua, o la reconversión de las dehesas en cotos de caza. ¿Llegará el momento en que las grullas, cansadas del viaje desde Escandinavia, no encontrarán dónde parar y comer en la Península?

Si ese malhadado día llega, las grullas tendrán que seguir camino y descansar en África. España habrá perdido, entonces, un patrimonio faunístico fabuloso del cual ya hemos recibido un primer aviso: las grullas criaban en España al menos hasta mediados del siglo XX. ¿Una premonición de lo que estaba por venir?

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