¿Por qué se nos da tan mal recordar nombres?

Darío Pescador

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Un pesado se acercó una vez a Groucho Marx en una fiesta. “¿Se acuerda de mí, Sr. Marx? Nos conocimos en casa de los Glynthwaites hace unos meses”. “Nunca olvido una cara”, respondió Groucho, “pero haré una excepción en su caso”.

Para la mayoría de nosotros, ocurre lo contrario. Por lo general recordamos las caras de la gente, pero somos muy malos para recordar nombres, especialmente de las personas que acabamos de conocer.  

Según los estudios, cuando usamos el nombre de una persona en una conversación creamos una cultura de respeto, reconocimiento y consideración. En última instancia, nos ganamos más fácilmente su confianza. Entonces, ¿por qué se nos da tan mal? Somos animales sociales, y debería ser fácil para nosotros recordar algo tan importante para las relaciones humanas.

En psicología se explica esto porque las caras y los nombres se almacenan de forma diferente en nuestra memoria. Para empezar, nuestro cerebro puede reconocer una cara, pero no identificarla. Es esa sensación de “su cara me suena”, pero no tenemos ni idea de quién es, ni recordamos dónde la hemos visto. 

El siguiente paso es la identificación. Reconoces su cara, y sabes que es la prima de Juan. Es decir, accedemos a nuestros recuerdos a largo plazo para extraer información asociada, le damos un significado a la cara. Pero puede que aún no recordemos su nombre. También nos pasa con actores famosos: recordamos en qué películas los hemos visto, pero se nos escapa el nombre. 

Esta parece ser la clave: asignamos un significado a las caras de la gente, y eso nos permite recordar cosas de ellas. En un experimento clásico se comprobó que las personas recordaban mucho mejor la información asociada a alguien (nombre, profesión) cuando tenía un significado para nosotros. Sin embargo, seguía siendo más fácil de recordar la profesión que el nombre.

Pero una nueva investigación pone esta habitual desgracia en perspectiva y nos da un respiro en nuestro sentimiento de culpa. Según los investigadores de la Universidad de York en el Reino Unido, recordar la cara de una persona en una fiesta se basa en el reconocimiento, pero recordar su nombre es una cuestión de memoria. Por ejemplo, solo nos damos cuenta de que hemos olvidado el nombre de una persona después de reconocer su cara. En muy pocas ocasiones recordamos el nombre pero olvidamos su cara. 

Para su experimento, los investigadores decidieron poner las dos cosas, reconocimiento y memoria, en condiciones de igualdad. Los participantes tenían que recordar nombres o caras desconocidas por separado. Para su sorpresa, recordaron un poco mejor los nombres (85%) que las caras (73%).

Esto nos dice que, si queremos, somos capaces de recordar los nombres de la gente. Una gran parte de recordar el nombre de alguien que acabamos de conocer es la necesidad de asignarle significado. La ocupación y el lugar parecen ser suficientes en la mayoría de los casos, excepto cuando no tenemos experiencia previa de esa información. Por ejemplo, si alguien nos dice que es aguador en Aldealcardo, y nada más, seguramente no nos acordaremos igual que si nos dijera que es médico en Barcelona, porque nos falta el contexto personal.  

Un nombre común puede olvidarse porque no te parece interesante o porque ya conoces a muchas personas con ese nombre. Además, cualquier nombre, común o no, tiene que pelear por un espacio en tu cerebro, ya de por sí abarrotado. Si además estás preocupado por causar una buena impresión o manteniendo una conversación interesante, los nombres se evaporan con más facilidad. Sin embargo, aquí está también nuestra oportunidad para crear significado en esa interacción con otra persona. 

Cómo recordar los nombres

Los expertos recomiendan una serie de técnicas para crear significado, recordar el nombre de las personas que conocemos por primera vez:

  • Imágenes mentales: asociar el nombre de esa persona al resto de la información que nos han dado, creando una imagen mental. Recordar el nombre de Juan puede ser difícil, pero si puedes imaginarlo como Juan el Corredor, puede que te llame más la atención.
  • Ponte a prueba: considera un juego y un desafío recordar el nombre de las personas, e intenta encontrar una ocasión más tarde para ponerte a prueba: “Eras Juan, ¿verdad?”. Esto ayuda a recordar el nombre a largo plazo.
  • Repetir el nombre: repetir el nombre de la persona justo después de que lo diga también ayuda a recordarlo mejor que si solo lo escuchamos. Más aún si se trata de un nombre inusual o difícil de pronunciar.

Si olvidas el nombre de una persona, que no cunda el pánico. Es algo que le ocurre a todo el mundo. Asume el descuido y pregunta de nuevo. 

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.