Cuando llega el invierno y la nieve cubre parques, calles y jardines, los paseos con los perros se transforman. Los animales se enfrentan a un entorno diferente, con superficies frías y cambiantes, mientras que los dueños deben tomar precauciones para garantizar su bienestar. Aunque salir a la nieve puede ser una experiencia estimulante y divertida, también implica riesgos asociados al frío, la humedad y los productos químicos presentes en calles y caminos nevados.
Preparar al perro antes de su primer paseo invernal es fundamental para garantizar su seguridad y comodidad. Cada animal reacciona de manera distinta a las bajas temperaturas, por lo que observar su comportamiento y anticipar cuidados específicos permite disfrutar de la actividad al aire libre sin comprometer su salud. Desde proteger las patas hasta mantenerlo abrigado e hidratado, existen medidas prácticas que hacen que la experiencia sea segura y agradable tanto para el perro como para su dueño.
Evitar que ingieran nieve y se laman las patas
Aunque la nieve puede resultar atractiva, no es recomendable permitir que los perros la consuman. Puede contener partículas de suciedad, residuos de sal o químicos usados para derretir el hielo, que resultan perjudiciales si se ingieren. Incluso pequeñas cantidades pueden irritar su sistema digestivo, por lo que es importante mantener la vigilancia durante todo el paseo.
Del mismo modo, impedir que se laman las patas mientras caminan evita que absorban sustancias tóxicas o irritantes. Revisar regularmente las patas para retirar nieve acumulada entre los dedos también ayuda a prevenir incomodidad o lesiones menores. Esta práctica simple mantiene al perro protegido y reduce riesgos asociados con el contacto prolongado con superficies tratadas o con hielo.
Cuidar las patas y proteger las almohadillas
Las patas de los perros están expuestas directamente a los efectos del frío y al contacto con superficies heladas, lo que puede generar molestias, grietas o irritaciones. Por eso, es importante anticiparse y aplicar medidas que minimicen estos riesgos antes de salir a la nieve.
Una de las soluciones más efectivas es cubrir las patas con calzado específico para perros, diseñado para aislarlas del frío y protegerlas de elementos como hielo o sal. Si no se dispone de botas, existen productos protectores en crema o spray que se aplican sobre las almohadillas. Estas fórmulas crean una capa protectora que refuerza la piel y reduce el impacto del contacto con superficies frías y abrasivas.
Al volver a casa, conviene revisar cuidadosamente las patas, eliminando restos de nieve o productos químicos que hayan podido acumularse durante el paseo. Esta revisión permite detectar cualquier señal de irritación o daño temprano, garantizando que las almohadillas se mantengan saludables y que el perro pueda seguir disfrutando de sus paseos invernales con seguridad.
Abrigar al perro para conservar su temperatura
El frío no afecta a todos los perros por igual. Razas de pelaje corto, cachorros o animales mayores pierden calor más rápidamente y pueden empezar a mostrar signos de incomodidad en cuestión de minutos. Vestirlos con ropa adecuada para el invierno ayuda a mantener su temperatura estable y a protegerlos de hipotermia, un riesgo real en condiciones extremas.
Las prendas deben cubrir el torso sin limitar el movimiento y ajustarse correctamente al tamaño del perro. Un abrigo que quede suelto o demasiado apretado puede incomodarlo o reducir su eficacia. Durante el paseo, hay que prestar atención a señales como temblores, lentitud en el paso o encogimiento; estas son indicios de que el animal está expuesto al frío y necesita regresar a un lugar cálido.
Además, planificar la duración y la intensidad del paseo según la respuesta del perro es fundamental. Incluso un perro acostumbrado al frío puede cansarse o enfriarse más rápido cuando corre y juega en la nieve profunda. Observar su comportamiento minuto a minuto permite ajustar la salida, garantizando que disfrute de la actividad sin comprometer su bienestar.
Garantizar la hidratación durante los paseos
Aunque las temperaturas sean bajas, los perros siguen necesitando agua para compensar el esfuerzo físico que supone moverse y jugar en la nieve. La actividad sobre superficies frías y resbaladizas requiere más energía de lo habitual, por lo que mantenerlos hidratados es fundamental para su bienestar y rendimiento durante el paseo.
Ofrecer agua antes, durante y después de la salida ayuda a prevenir deshidratación y a mantener al animal activo y alerta. Contar con un recipiente portátil permite controlar la cantidad que bebe y facilita que el perro tenga acceso constante a líquidos sin depender de fuentes externas. Una adecuada hidratación contribuye a regular la temperatura corporal, favorece la recuperación después del ejercicio y protege la salud general del animal.
Limpiar y secar al perro tras el paseo
Al terminar el paseo, el cuidado del perro continúa dentro de casa. La nieve, el hielo y los productos químicos presentes en calles y aceras pueden quedarse adheridos a las patas o al abdomen, generando irritación o aumentando el riesgo de infecciones. Por eso, secar y limpiar al animal con cuidado es un paso fundamental.
Se recomienda usar toallas suaves y revisar las áreas sensibles, como entre los dedos y alrededor de las almohadillas, para identificar posibles cortes, grietas o signos de incomodidad. Esta revisión permite actuar de inmediato ante cualquier daño menor y evita complicaciones posteriores. Incorporar esta rutina después de cada paseo no solo mantiene la higiene general, sino que también asegura que el perro continúe disfrutando de la nieve de forma saludable.