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No hay mal que por bien no venga

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La denuncia falsa del joven de Malasaña que nos conmocionó prácticamente a todos hace dos días, quedó despejada en menos de 48 horas por la acción de la policía encargada de la investigación de delitos de odio. Se trata de un ejemplo paradigmático de confirmación de la veracidad del refrán que da título a este artículo.

En la mayor parte de los comentarios que he oído y leído he constatado que se ponía en énfasis en la conducta del joven, es decir, en el mal con que comienza el refrán. Yo quiero ponerlo en el bien con el que acaba.

Porque esto es, en mi opinión, lo más relevante del incidente. Que un joven de 20 años no sea capaz de gestionar la relación con su pareja y en lugar de contarle la verdad, se invente una operación para enmascarar lo que realmente había ocurrido, es bastante más que un hecho lamentable, pero poco más. 

Lo que para mí resulta más relevante del incidente, es que la denuncia falsa no ha aguantado ni 48 horas de investigación por parte de la policía. La incapacidad de que una denuncia falsa en este terreno pase el filtro de la investigación policial, nos está indicando que se trata de la excepción que confirma la regla. 

Hoy podemos estar seguros de que la denuncia falsa en este terreno no tiene recorrido y que, en consecuencia, las denuncias que se han producido y que han ido en aumento en los últimos años, han sido verdaderas. La conducta irresponsable de este joven madrileño avala la presunción de veracidad de las denuncias que se han presentado hasta la fecha. El árbol en este caso permite ver el bosque. 

Se trata, además, de un incidente disuasorio frente a la tentación de hacer denuncias falsas. Si hasta ahora no ha habido denuncias falsas, menos habrá de ahora en adelante. Porque ahora todo el mundo sabe que la mentira no cuela. No es, en consecuencia, un torpedo en la línea de flotación de las demandas del colectivo LGTBI, como se ha escrito en algún editorial de la prensa de derechas, sino todo lo contrario, independientemente de cuál fuera la intención del joven que denunció falsamente. El hecho de que en menos de 48 horas se haya resuelto el incidente es un incentivo para que los miembros del colectivo LGTBI que sufran una agresión presenten la denuncia correspondiente. Pueden contar con una policía que sabe separar el grano de la paja. 

La denuncia falsa es lo único negativo de este incidente. Todo lo demás es positivo. La repulsa general por parte del conjunto de la sociedad y la reacción policial. En lugar de mermar nuestra sensación de seguridad, el incidente ha contribuido a aumentarla. Especialmente entre el colectivo más afectado por los delitos de odio. 

Con esto último es con lo que me quedo. 

La denuncia falsa del joven de Malasaña que nos conmocionó prácticamente a todos hace dos días, quedó despejada en menos de 48 horas por la acción de la policía encargada de la investigación de delitos de odio. Se trata de un ejemplo paradigmático de confirmación de la veracidad del refrán que da título a este artículo.

En la mayor parte de los comentarios que he oído y leído he constatado que se ponía en énfasis en la conducta del joven, es decir, en el mal con que comienza el refrán. Yo quiero ponerlo en el bien con el que acaba.