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Fallece Lauren Bacall, la mujer que silbaba a Hollywood

Lauren Bacall en 'The Walker'/ Pathé Films

Mónica Zas Marcos

La eterna viuda del cine dorado ha dejado hoy compuesto y sin novia a Hollywood. Lauren Bacall ha fallecido en su domicilio neoyorquino a la edad de 89 años. Los ojos felinos y su figura sinuosa contrastaban con esa voz, cascada a golpe de cigarrillos y alcohol seco, que conquistó a los magnates de la industria hace justo siete décadas. Sin embargo, esos mismos que la encumbraron siendo apenas una niña, le arrebataron su evidente éxito al situarla por detrás de su marido, Humphrey Bogart.

Ella era una descendiente de judíos criada en el barrio del Bronx; él, un veterano de profesión que cosechaba éxitos tales como Casablanca. Pero en Tener y no tener, esos 25 años de diferencia no perjudicaron la interpretación de una actriz que representaba la conjunción perfecta entre elegancia y sex-appeal. Se dijo que era un combinado explosivo de Garbo, Marlene y Katharine Hepburn. Lo vio Howard Hawks y, por supuesto, lo vio Bogart.

“No tienes que actuar conmigo. No tienes que decir nada ni hacer nada. O tal vez, solo silbar. Sabes cómo silbar, ¿verdad Steve? Solo junta los labios y silba”, fueron las primeras palabras que Bacall lanzó al tipo duro de Hollywood en 1944, pero no serían las últimas. En esa etapa colaboraron también en títulos como El sueño eterno, con guión de Raymond Chandler; La senda tenebrosa de Delmer Daves y Cayo largo, de John Houston. Su destino ya estaba unido durante toda la eternidad que les permitió el celuloide y la enfermedad.

Su emancipación artística

Su romance con Bogart fue uno de los más publicitados fuera y dentro de las pantallas de la Meca del cine. Sin embargo, esta temprana unión no le favoreció en solitario como lo hizo cuando su nombre aparecía al lado del protagonista de La reina de África. La Academia americana nunca supo reconocer la carrera meteórica de 'la flaca', que enviudó pronto y tuvo que emanciparse artísticamente de su marido.

El final de los 50 y la década de los 60 fueron la prueba de fuego de Lauren Bacall. Después de pasear su esbelta figura por comedias como Cómo casarse con un millonario o Mi desconfiada esposa, protagonizó más de diez títulos que no le ayudaron a crecer en prestigio. Todo esto pese a compartir fotogramas en varias películas con John Wayne y otros muchos de galanes de la época, como James Stewart, Rock Hudson, Gary Cooper, Gregory Peck, Tony Curtis y Paul Newman.

Cansada de su encasillamiento como mujer fatal, se alejó de la gran pantalla por un tiempo y de toda la vorágine del mundillo hollywoodiense, que siempre consideró “el colmo de la decadencia”. “Me volví un poco paranoica, las leyendas y damas especiales no funcionan, se acabó; no podía seguir yendo por ahí siendo sólo una leyenda y dama especial”, admitió en una entrevista.

Recuperando retazos de su vida

Lauren Bacall encontró en Broadway su nuevo hogar, donde se desenvolvía con pasión sobre las tablas. “El musical ha sido para mí una nueva oportunidad, como volver a nacer”, reconoció en una ocasión. Su voz ronca resultó ser un auténtico reclamo para la industria teatral, que la redimió de la última etapa de desencanto con el séptimo arte.

Los dos premios Tony que recompensaron su renovada energía llegaron de la mano -paradójicamente- de dos títulos heredados del Hollywood clásico: Applause, basada en la película Eva al desnudo, donde interpretaba el papel de su admirada Bette Davis; y por ser la Katharine Hepburn del teatro en la obra La mujer del año.

Durante esta época también recibió un galardón literario gracias a la publicación de su autiobiografía en 1978. Su By Myself le reportó el National Book Award y las bambalinas del mito vivo del cine clásico le convirtieron en un éxito total de ventas. Una de las historias que más interés despertaba entre los lectores fueron los detalles del idilio con Bogart, que Bacall narraba con todo lujo de detalles. “Howard [Hawks] me dijo que se encontraba con Bogart y nos presentó. No hubo truenos ni rayos, sólo un simple '¿qué tal te va?'. Bogart era más pequeño de lo que imaginaba, vestido con su traje de pantalones sin forma, camisa de algodón y una bufanda alrededor de su cuello. No nos dijimos nada relevante y no nos quedamos durante mucho tiempo, pero parecía un hombre agradable”, escribió sobre su primer encuentro en el rodaje de Passage to Marseille.

Los improbables triunfos que le procuró el libro, le animaron a escribir una nueva biografía en 1994 titulada Now y que amplió con un anexo en 2005.

Un mal perder

El séptimo arte hizo las paces con la actriz y ambos se dieron una segunda oportunidad en El amor tiene dos caras. Cuando parecía que los palmarés cinematográficos sólo tenían un hueco honorífico para Lauren Bacall, las nominaciones dieron un giro de tuerca. El Festival de San Sebastián, los Globos de Oro y el certamen de Berlín ya habían honrado su labor profesional, y llegó el turno de los premios de la Academia de Hollywood.

La interpretación como narcisista madre de Barbra Streisand le canjeó su primera nominación a los Oscar en 1997. Todo apuntaba a ser su momento, una industria que curaba sus rencillas con la diosa dorada y el reconocimiento vetusto a toda una figura del cine clásico. Ni siquiera Juliette Binoche se esperaba que su Paciente Inglés se impusiese sobre el regreso de la veterana. Bacall disimuló a duras penas la estupefacción y la decepción, y su hijo directamente abandonó la sala del Dolby Theatre.

Aunque la actriz siempre agradecía la revitalización de su carrera a Broadway, se despide ligada inevitablemente a Hollywood. Sus últimas apariciones en el celuloide fueron exquisitas y cuidadas al milímetro, como en The Walker, Dogville y Manderlay. Siguiendo la estela honoraria, en 2009 el hombrecillo disfrazado de oro llegó a sus manos. Sus palabras: “Por fin, ¡un caballero de verdad!”.

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