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Mujer blanca soltera busca descansar

Lena Dunham en Girls. Fuente: Facebook.com/girlsHBO/

Carmen López

Sheila Levine reside en Nueva York y ha llegado a la treintena sin haber encontrado marido. Le sobran unos cuantos kilos para ajustarse al estándar de belleza reinante y tampoco ha alcanzado las metas profesionales que se había marcado al terminar la universidad. Desastre. Sus amigas y conocidas no paran de casarse (incluso su hermana pequeña, traicionando la lógica temporal) y su ansiedad crece con cada invitación. Su madre, una buena progenitora judía que en su juventud llegó a ser Miss Coney Island, no para de darle consejos para pescar marido que no le sirven para nada. Desesperada y cansada de vivir decide suicidarse en su apartamento de Manhattan [a donde se mudó para conseguir todo lo anterior] no sin antes dejar la nota de despedida que resulta ser el libro.

El argumento de Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York podría ser el de cualquier novela perteneciente al injustamente denostado género chick-lit, aunque se escribió mucho antes de que los tiburones del marketing editorial inventasen el nombre. Su autora, Gail Parent, publicó el libro en 1971 y ahora Libros del Asteroide lo recupera traducido por Zulema Couso y con prólogo de Robert Fresán. Como este último ya adelanta en las páginas que preceden al primer capítulo, el personaje de Sheila corresponde al arquetipo literario de chica joven, blanca y de clase media que vive en una gran ciudad donde busca éxito profesional y un marido. Una de las dos cosas estaría bien, pero si son ambas mucho mejor. Por supuesto, tiene un amigo gay y unas amigas que comparten de manera intermitente su situación.

El personaje, con más o menos variantes, está presente en la literatura desde hace décadas (o incluso siglos). Sin echar la mirada tan lejos como para llegar a Jane Austen, omnipresente referencia en estos casos, las características de este tipo de mujer pueden encontrarse en las hermanas retratadas en Amor en clima frío o A la caza del amor de Nancy Mitford. El afán romántico de Linda Radlett o el empeño de Lady Montdore por casar a su hija Polly son dos elementos clave en las tramas que después se repetirán en las comedias románticas que se sucederán en el tiempo.

Es imposible no pensar en la Bridget Jones de Helen Fielding cuando Sheila habla de su peso y los vestidos que se pone para disimularlo o su madre. Jones también escribe en primera persona y se preocupa por temas como la persistencia de su progenitora por emparejarla con el hijo de los Darcy en su buffet anual de pavo al curry. “No seas tonta, Bridget. Nunca conseguirás novio si vas vestida como si salieras de Auschwitz”. Publicado en 1996, el libro es la continuación de la columna diaria que Fielding escribe en The Independent. Ganadora del British Book Award, la novela fue un Best Seller e inauguró el género del chick-lit, al que se incorporaron un gran número de títulos, de mejor o peor calidad, en los años siguientes.

Todas las novelas cobijadas bajo el paraguas del término tienen como protagonista a una mujer que cumple todos los puntos del arquetipo: joven, soltera, trabajadora, habitante de una gran ciudad y centrada en el amor. Pese a las impresionantes cifras de ventas, este tipo de historias [como muchos Best Sellers] están consideradas como “inferiores”. Su definición original es la de libros escritos por mujeres para mujeres aunque como ironizan las dueñas de la librería feminista de Portlandia Toni y Candace: “Es como si te estuviesen diciendo ¡Mira, aquí tienes tu pequeña categoría literaria. Te hemos dado un pedacito”. Sin embargo, escritoras como Marian Keyes tienen una auténtica legión de seguidoras gracias a títulos como Sushi para principiantes o Por los pelos.

Carrie Bradshaw es otro de los grandes iconos, amada y odiada a gran escala. Aunque el personaje de Candace Bushnell no tiene problemas de autoestima relacionados con su físico o su trabajo, sí los tiene en el plano sentimental. Antes de convertirse en una de las series televisivas más exitosas de las últimas décadas, Sex and The City fue una novela cuyo germen, a su vez, fue una columna periodística homónima. Para escribirla, Bushnell se basó en sus experiencias como una joven exitosa en Manhattan y en las conversaciones que mantenía con sus amigas acerca de sus vidas y, principalmente, los hombres. La historia triunfó gracias a la facilidad con la que sus seguidoras se identificaban con sus protagonistas en la parte sentimental [otro gran ingrediente fue el aspiracional].

Sheila Levine también llegó a la gran pantalla, como todas las anteriores, aunque por desgracia con poca pericia. Escrita por Kenny Solms y dirigida por Sidney J. Furie resultó una película blanda, que no le hace ningún tipo de justicia a la novela. Todo atisbo de ironía y de crítica presente en el libro fue aniquilado y la protagonista aparece como una boba sin remedio. Cuando se estrenó las críticas fueron terribles.

Busco éxito, marido y soy feminista

Tanto Sheila Levine, como Bridget Jones y Carrie Bradshaw (el contexto y los años pasados han librado a Mitford de la hoguera) han recibido el azote de la crítica por considerarlas frívolas, conservadoras y una traba para el feminismo por su obsesión por el matrimonio y los kilos. Pero aunque esos adjetivos no son del todo injustos, las grandes del feminismo mainstream actual no están tan lejos de esos personajes como parece.

Véase por ejemplo el caso de Amy Schumer, una de las caras más reconocibles del grupo mencionado. Pasando por encima de que su personaje en la película Trainwreck (Y de repente tú, en España) sea una urbanita aficionada al alcohol que finalmente sucumbe al Amor Verdadero, tiene solo un grado de distancia con Gail Parent, madre de Sheila. La actriz ha mencionado a Carol Burnett como una de sus influencias y la escritora fue una de las guionistas del afamado The Carol Burnett Show, entre otros programas de comedia.

Asimismo, Parent empezó su carrera profesional vendiendo sketchs cómicos [sus grandes éxitos han sido en televisión como guionista de Las chicas de oro o Babes], como la venerada Tina Fey. Además de compartir profesión con ella, también creó el personaje de Liz Lemon, la directora del equipo de guionistas de un programa de entretenimiento de la NBC. Está soltera, es blanca (sí, de nuevo), es comedora compulsiva y tiene miedo a morir sola en su apartamento [en una de sus impagables escenas se atraganta con un trozo de sushi y tiene que golpearse su propio estómago para no morir asfixiada]. Además, carga con una lista de relaciones desastrosas con los hombres, como no podía ser menos.

Obviamente, no hay que olvidar a la desquiciada Hannah Horvath de Lena Dunham. La representante de la joven blanca cansada de la ciudad de la generación Millenial también busca el amor, el éxito profesional y vive en el barrio de moda de Nueva York. Schumer y Dunham han hecho de su aspecto físico una reivindicación [repitan ustedes “mujer real, mujer real”] y puede que la palabra matrimonio no esté presente en sus ficciones pero sí el ideal de pareja. El arquetipo sigue ahí.

Todas ellas, con sus peculiaridades, comparten el cansancio de la vida moderna que tampoco cambia tanto con las décadas. Las mujeres siguen luchando por mantener las convicciones de realización profesional de la segunda ola del feminismo mientras lidian con las presiones de los cánones de belleza, la maternidad, el amor y las incomodidades de la gran ciudad. Sheila Levine recurre al suicidio, Bradshaw a los zapatos de marca, Jones a las chocolatinas y Schummer al alcohol: cada persona tiene su forma de evadirse.

P.D: también hay vida en España. Una breve mención

En Madrid o Barcelona también viven jóvenes cansadas que buscan el éxito profesional y andan a la caza del amor. Carmen, la protagonista de Cómo ser mujer y no morir en el intento de Carmen Rico-Godoy (Planeta, 1990), es una periodista que está bastante harta de Antonio, su tercer marido, de su familia (sobre todo la política) y de dejarse la vida en un trabajo en el que los hombres son los que triunfan. El libro es un reflejo de la vida de la escritora, que canaliza a través de las teclas toda su mala leche y sus ganas de mandarlo todo al carajo.

En Tricot (Principal de los Libros, 2013), Ainhoa Rebolledo narra la historia de tres amigas que viven en Barcelona, autodenominadas como La Liga de las Mujeres Extraordinarias. Mientras tejen cuentan sus vidas ¿Los temas? El amor, la maternidad, el trabajo y los vaivenes de la ciudad. La novela no se ha escapado de la etiqueta “generacional”, al igual que Coses que et passen a Barcelona quan tens 30 anys (Grup 62, 2008), de Llucia Ramis.

Y para terminar, el éxito protagonizado por la Moderna de Pueblo de Raquel Córcoles, personaje de su saga de cómics Soy de pueblo o Los capullos no regalan flores, ambos publicados por Lumen. Asimismo, es la ilustradora del libro Dejar de amargarse: para imperfectas (Planeta, 2014) de Lucía Taboada, otro ejemplo de cómo sobrevivir a la realidad de una mujer blanca soltera que vive en la gran ciudad.

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