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Las culturas negras, invisibilizadas durante décadas: “La sociedad española tiene aversión a la diferencia”

Imagen de la película 'Gente de pelo duro'

Caio Ruvenal

Barcelona —

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En wolof, el idioma más hablado en Senegal, la palabra teranga encierra toda una cultura. Significa hospitalidad, acoger a los desconocidos como hermanos, a los extranjeros como paisanos. Teranga fue también el nombre de un restaurante asentado en Barcelona en los ochenta y noventa, en el que migrantes de las comunidades africanas reafirmaron su identidad en la cocina, pilar de sus sociedades. Se convirtió en un espacio de resistencia en un país donde no existían en el espacio público; su existencia era invisible a los ojos de la sociedad y la política. La comida es una de las varias formas con la que confirmaron su presencia en la historia de España, como lo traza la exposición Archivos negros, en el marco del Manifesta 15 Barcelona.

“En España había un gran silencio respecto a la negritud en la esfera pública. Apenas había comercios, restaurantes, bares. Eso conforma tu subjetividad. Ante esa hostilidad, el espacio doméstico se convirtió en un espacio de resistencia y autosuficiencia”, comenta Tania Safura Adam, investigadora y comisaria de la exhibición. Llegó en 1989, con 10 años, a España desde Mozambique, y ya en 2008 se embarcó en el proyecto de narrar las relaciones poco contadas de la península con África. “Barcelona tenía una gran reticencia cuando querías mostrar las contemporaneidades de las migraciones. Te remitían a los departamentos de Migración, y no de Cultura. Es como si la cultura del migrante no tuviera ningún valor”, continúa la también fundadora de Radio África.

Para reclamar ese reconocimiento negado, más de 900 objetos se desplazan, entre libros, discos, fotografías, documentos o vídeos, a la antigua sede de la editorial Gustavo Gili. Las salas, divididas en secciones temáticas como religión, estética y ámbito doméstico, contienen una tensión entre objetos que prueban el vigor de una cotidianidad negra en España y archivos que recopilan la marginalización y persecución que han sufrido los migrantes africanos desde 1975 hasta hoy. Cuelgan recortes de periódicos que recuerdan la detención selectiva de personas negras en los noventa, como la de Rosalind Williams o la de un sindicalista sudafricano invitado por Comisiones Obreras.

El Maresme como origen

Vídeos y cartografías evocan también la huelga llevada a cabo en la iglesia del Pi en 2001 contra una nueva Ley de Extranjería que permitía que fueran expulsadas del país todas las personas migrantes en situación irregular. “Los mecanismos de rechazo y prejuicios no son recientes, vienen desde el siglo XVI, con ordenanzas municipales, la expulsión de los moriscos o la Inquisición. Hay una negación de la alteridad. La sociedad española tiene aversión a la diferencia. Es normal que en las instituciones no exista el otro”, explica Adam. La muestra condensa parte de los resultados de su investigación de tres años, España Negra, que, junto a otras investigadoras, buscó llenar el vacío de los estudios sobre la huella de las personas negras en España.

Un rastro cuya primera marca visible en el siglo XX surgió en la costa del Maresme. La franja catalana acogió gran parte de migrantes por su demanda de trabajo agrícola. En los años ochenta, en sus alrededores empezaron a surgir restaurantes, bares y tiendas de fruta con productos que atraviesan todo el continente: banana, mango, coco, quimbombó o jengibre. “La historia negra no se puede narrar sin el ámbito doméstico. Los espacios de encuentro se volvieron sitios de resistencia cultural, donde se reunía mucha gente que trabajaba en la ciudad pero no se podía permitir vivir ahí”, asegura quien también es periodista. En la comarca, principalmente en Granollers, todavía quedan las peluquerías levantadas por los migrantes para mantener cuidado un símbolo de su personalidad.

Primero las peluquerías

“Ahí donde hay personas africanas, siempre habrá peluquerías. Las peluquerías emergen antes que cualquier otro negocio. Son lugares donde puedes ser libre, donde te ves de la manera que te dicen que está mal en la esfera pública”, explica Adam sobre su ensayo fotográfico, que hace parte de la exposición, sobre los centros de belleza en Granollers. En esa misma sala se proyecta el documental Gente de pelo duro de Tony Romero. Otra película que se puede ver en Archivos negros es Catalunya negra, en el que el director congoleño Gilbert-Ndunga Nsangata entrevista a varios africanos subsaharianos crecidos en España sobre su sentido de pertenencia. Sin embargo, los filmes inéditos para la exhibición son los vídeos caseros.

Entre ellos están los de Josep María Torrent, un vecino de Calella, que ayudaba a las comunidades migrantes con sus papeles y les enseñaba español y catalán. Grabó los encuentros con música y baile de las poblaciones senegalesas y gambianas que se daban lugar en la fábrica abandonada de Llobet-Gubi. Además, filmó las procesiones guineanas de la Virgen de Bisilia, una figura heredada de la colonia española con largas trenzas y un vestido de fibras de origen africano.

Archivos negros recupera del mismo modo a personalidades artísticas. Es el caso del escultor guineano Leandro Mbomio, apodado como el “Picasso negro”, o a su coterráneo Guillem d’Efak, músico de jazz y blues que llegó a grabar ocho discos en catalán. Así como a los populares sindicalistas del siglo XX que marcaron un antecedente para el importante Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, fundado en 2015, y su posterior lanzamiento de la marca propia Top Manta en 2017.

¿Ya se ha integrado entonces a la comunidad negra en la historia España? Responde Adam: “Los mecanismos de prejuicios se siguen perpetuando en sistemas sutiles como el ocio, la educación o la tradición. Pero sí es cierto que cada vez hay menos vergüenza para ocupar el espacio público. Ya no existe un ser africano, sino que fluctúa entre el pseudoafricano y el pseudocatalán”.

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