Entrevista

Alba Flores: “En los 90 los paparazzi consumían nuestra carne y nuestras historias sin ningún límite”

Javier Zurro

25 de noviembre de 2025 21:55 h

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Alba Flores tiene, en estos momentos, 39 años. Seis más que los que tenía su padre, Antonio Flores, cuando murió un 30 de mayo de 1995. Cuando llegó a la edad que tenía él cuando falleció, ella se pidió, de alguna forma, permiso para seguir adelante. Era parte de un proceso de entender. De cerrar unas heridas que se abrieron de golpe delante de toda España. Si una muerte prematura es trágica en cualquier familia, cuando uno se apellida Flores cualquier asunto se convertía, en aquel momento, en un asunto de estado.

De alguna forma ese proceso ha culminado en Flores para Antonio, el hermoso y emotivo documental que produce y del que es el centro gravitacional, que llega este viernes a los cines. Dirigida por Elena Molina e Isaki Lacuesta, la película es una conversación a corazón abierto entre los miembros de los Flores, y un repaso por sus recuerdos en forma de un material de archivo inédito.

¿Por qué hacer ahora el documental?

Voy ahondando en la respuesta. Lo primero y más evidente es la madurez, el haber sentido que era el momento después de muchos procesos de terapia que he tenido a lo largo de mi vida. La madurez no solo tiene que ver con poder mirar mi propia historia y entenderla de otra manera y poderla explicar, sino también la madurez profesional de conocer a la gente adecuada. Si no hubiese conocido a Elena y a Isaki, igual habría tenido que esperar a que llegasen otras personas adecuadas para poderlo hacer. Es una mezcla de todo eso. Creo que también pesa el que yo ahora soy más mayor de lo que fue mi padre en vida.

¿Es duro pensar que está ya viviendo cosas que, de alguna forma, su padre no vivió?

Para mí fue más duro llegar a la edad con la que se murió. Ahí sí tuve que hacer una especie de ritual con mi familia para darme el permiso de vivir más tiempo de lo que él vivió.

¿Hubo líneas rojas en el documental?

Sabíamos que había temas que eran complicados, sobre todo porque, como se ve en la película, yo no los había hablado con mi familia y no era consciente de que los había hablado más en terapia que con ellos. Sabíamos que iban a pasar cosas y que necesitábamos mucho cuidado. Ha sido un rodaje muy de ‘los cuidados’, porque vimos que emocionalmente se estaba moviendo algo tan potente que todo el mundo alrededor se puso a cuidar. Necesitábamos que todo el mundo estuviese muy cómodo a la hora de hablar y que, precisamente, no se sintiera que había líneas rojas, sino que todo estaba permitido.

¿Le ha hecho pensar este proceso en cómo se contó la muerte de su padre y cómo se ha contado su legado?

Claro. No es que me haya hecho pensar, es que lo he ido viviendo según iba cumpliendo años. Ya desde muy pequeña pude vivir cómo una cosa era 'la verdad', lo que se decía en mi casa, y otra cosa las especulaciones que venían de fuera. Lo que me llegaba por la prensa, medios de comunicación, por la gente y la idea que se hace la gente de las cosas. He crecido sabiendo que ahí había algo que estaba mal, que no era justo y que ojalá pudiese yo enmendarlo de alguna manera. No sabía que podía. Este proyecto no ha nacido de ahí, para nada. Ha nacido más bien de querer celebrar su vida y su obra y que la gente que no lo conozca lo pudiese conocer y la gente que ya lo conocía pudiese ir a un lugar a recordarle.

Sorprende al ver el documental cómo Antonio Flores hablaba abiertamente de las drogas, no esquivaba la pregunta ni la conversación. ¿Era consciente de cómo él había afrontado ese tema, es más difícil ahora?

Él era una anomalía dentro del momento. Pero esto lo sé ahora. Yo era bastante consciente de que mi padre había sido muy natural siempre ante los medios de comunicación y con muy pocos tapujos para hablar de las cosas. Era un tío bastante transparente, pero no sabía hasta qué punto ni cuánto. Ha sido a raíz de este documental, de todo el trabajo de archivo que hemos visto y oído, cuando he escuchado muchísimas cosas nuevas de él. Ha sido de las partes que más me han sorprendido, escucharle hablar en su propia voz de muchos temas que a mí me habría gustado preguntarle. Era importante ver su manera de hablar sobre todos los temas, porque eso es lo que nos marcaba a nosotros, hasta dónde y cómo y de qué manera tratar las cosas, lo que nos ha dado una libertad enorme, porque como te digo, era muy transparente.

¿En su casa el tema de las drogas se ha tratado de forma abierta, o era un tabú y este documental ha hecho que se aborde?

Con mi madre mucha transparencia. Con los demás yo no me había atrevido a ir a preguntar, porque no quería abrir heridas. No por una cosa de tabú social. Mi familia en ese sentido no tiene muchos tabús. Se habla de esos temas. No quería hacer daño con las conversaciones. Creo que ahora es otro momento. Ha habido un salto cualitativo de conciencia y ahora sabemos que eso no marca la identidad de una persona o que no debería. Aun así, creo que todavía deja mucho que desear como hablan muchos medios de comunicación, las series o el cine, sobre este tema. Hay una manera que estigmatiza y una manera que no.

El apellido de cada uno marca, ¿el Flores marca más, para bien y para mal?

Yo siempre digo que es como ser muy conocido en un pueblo pequeño, pero a nivel de todo el estado. A la gente le parece que soy de su casa, o de su barrio o de su pueblo de toda la vida. La mayoría de la gente para bien. Y alguna gente también con sus prejuicios, claro.

Viendo el documental uno se pregunta si el arte se hereda, porque casi toda la familia ha acabado dedicada a ello.

Me lo he preguntado y yo siento que hemos heredado en la familia es una escala de valores. No sé si el talento se hereda o no. Sí pienso que en mi familia nos han educado a todos en que el valor supremo es el arte y buscar esa sensación de duende con el arte. De estar viviendo una cosa que realmente te emociona, te cautiva y te embriaga a varios niveles. Eso en mi familia es como el valor supremo y a partir de ahí nos han educado. De alguna manera todos nos hemos orientado hacia eso, porque es lo que nos han dicho que es lo valioso en esta vida.

También se ve el orgullo de pertenecer a una familia gitana.

Claro, pero eso también está dentro de mi familia. En los valores de los Flores ser gitano es la hostia. A nosotros nos han educado en que qué suerte tenemos de tener ascendencia gitana. Yo recuerdo, y me imagino que a mi padre y a mis tías les pasaría lo mismo, el choque cuando empecé a ver, ya con un poco más de uso de razón, que en el colegio eso a alguna gente le parecía una cosa peyorativa o mala, porque nuestra percepción es que teníamos suerte porque era especial. Es una cultura bonita que defiende la libertad, el arte, el amor al prójimo también. Son los valores que a mí me han transmitido y de los que me siento orgullosa.

Vivimos un momento donde se dan pasos hacia atrás en aceptar al que no es como uno. Su reivindicación tiene ahora casi más importancia. 

Sí. Hay un auge de las ideologías de derechas, que son muy racistas, bastante potente. Pero luego también me pregunto cuánto de eso es verdad y cuánto una cosa provocada por el bombardeo constante de las redes y de los medios de comunicación, que con esta cosa del algoritmo siempre te llevan a lo peor de lo que está pasando. Porque luego las estadísticas dicen que España es de los países menos racistas de Europa. Tengo la sensación, cuando hablo con la gente, que sí que hay racismo residual en todos nosotros, que nos tenemos que seguir educando en ello, por supuesto, pero yo creo que también en este país… ni tan mal, aunque por supuesto, aspirar a mejor es una obligación. Me pregunto cuánto de la sensación de catástrofe ideológica de derechas es una cosa que tiene que ver con el bombardeo del algoritmo y cuánto es realmente lo que está pasando en la calle.

Escuché a su tía Lolita decir que si Antonio Flores estuviera vivo, hubiera ido en la Flotilla a Gaza…

¿Dijo eso? ¡Guau! No lo había pensado, pero podría ser. Sí.

El activismo, la rebeldía, ¿también se heredan?

No lo sé. Es una de las preguntas que me hago sobre mi padre. Qué pensaría sobre esta parte de mí, si me alentaría, si tendría alguna discusión con él. Me habría encantado haber podido procesar todo esto y hablar de este momento también político e histórico con él. Me habría encantado. Habría sido superinteresante, desde luego. La inquietud y la curiosidad y el hacerse preguntas, tampoco creo que se herede. Creo que mi padre, en los ocho años que le tuve presente, sí que me educó en esos valores, porque sí que recuerdo que él me estimulara mucho, hacerme preguntas sobre cómo funcionan las cosas y por qué.

Cuando se posiciona, ¿piensa si él lo haría, si estaría orgulloso?

No. Cuando yo me posiciono sobre las cosas trato de tener mi propio criterio, porque creo que eso es lo que más me inspiraría él a hacer. No tendría miedo a llevarle la contraria, si es lo que yo pienso.

Pienso en un artículo de un medio de derechas, que le atacó por la taquilla de una película que protagonizaba, Te estoy amando locamente. Lo hacía, además de tergiversando los datos, colocándola en el titular como si fuera la directora de la película. ¿En esos momentos piensa si compensa posicionarse?

Pues precisamente lo que trato de no hacer es echarme yo la culpa de que me estén atacando. Es que yo no puedo no meterme en eso. Es mi vida, son mis valores, es mi manera de hacer las cosas. Lo que me resulta más impactante es la impunidad para mentir que tienen algunas algunos medios de comunicación y algunas personas. Y como eso cala en la gente. Veo cómo una fake news de repente se viraliza y se convierte en verdad para muchas personas y eso me parece increíble. Esto pasa mucho con el cine y con toda esta cosa de las subvenciones. No solo me pasa a mí. Le ha pasado a muchísima gente. La verdad es que deberíamos hacer algo un poco más didáctico de explicarle a los espectadores y las espectadoras y el resto de ciudadanas y ciudadanos cómo funciona el cine y por qué funciona así. Por otro lado, otra manera de para mí de luchar contra esto es no darles espacio en tu vida. No gastar energía ni saliva. Poner esa energía en hacer cosas más constructivas que intentar convencer al que no va a estar nunca convencido. Hay veces que no sé hasta qué punto las batallas, depende donde se jueguen, están un poco perdidas ya de antemano.

En el documental se habla la relación con los medios, ¿cómo ha llevado esa exposición? Es muy fuerte ver que cuando su padre se está muriendo, de alguna forma para protegerla la apartaron de todo. Es duro de ver que una niña se enfrente a eso tan pequeña.

Es que la prensa ha cambiado mucho a lo largo de los años. Cuando estábamos haciendo la peli, recuerdo una conversación de mi madre explicando a Isaki y Elena cómo ha ido cambiando la relación de la familia con la prensa, porque ha ido cambiando la manera de hacer prensa. Antiguamente, los periodistas del corazón, te estoy hablando de los años 50, 60, 70, venían invitados a cenar a casa de mi abuela. Eran amigos. Las crónicas de sociedad se hacían un poco más desde dentro. Esta cosa un poco de Truman Capote. Eran crónicas de sociedad. Luego empezó a venir toda la cosa amarillista de los paparazzi, que vino más en los 80 y los 90, que eso es lo que me tocó vivir a mí de niña y que eso fue muy heavy, una cosa muy del consumo de las personas, de las carnes, de las historias sin ningún tipo de límite. Yo recuerdo de pequeña el tenerle terror, ya desde antes de que se muriera mi padre. Me daba miedo el momento de que, por cualquier otra cosa que hubiese pasado en la familia tuviese que salir y hubiese mogollón de prensa en la puerta. Recuerdo estresarme siendo niña como y pensar, ‘esto no quiero que pase’. Porque antiguamente, cuando yo era niña, todavía no existía la ley de que no podíamos salir los niños en la prensa. Yo he salido como niña en la prensa y no me extraña que pusieran la ley porque a mí me generaba mucha ansiedad. Lo entendía como una invasión de la intimidad que yo no había pedido.

¿Cree que su relación con los medios está condicionada por todo eso, cómo es actualmente?

Ha ido evolucionando. Yo venía de ahí y luego me empecé a dedicar a esto, no por querer la fama, sino por querer el arte. De repente me pasa que las dos cosas confluyen y ahí creo que ha habido también un respeto. Las veces que la prensa no ha sido respetuosa conmigo las puedo contar con los dedos de una mano. Y es verdad que esas veces han sido terroríficas, pero se pueden contar con los dedos de una mano. Ha habido un respeto también a mi propia historia y a cómo mi madre ha querido llevar durante todos estos años nuestras mi vida y la suya. Cuando yo era pequeña, ella hizo un trabajo de discreción muy fuerte y creo que eso también la prensa lo respeta y también el esfuerzo, la seriedad y la credibilidad profesional. Entre todo eso ahora tengo un lugar de más respeto también. Pero ahora hemos cambiado otra vez. Ahora hay que hacer pódcast y hay que hacer móviles y hay que hacer…

Eso lo dice siempre Javier Bardem, que ahora alguien llega con un móvil y te hace un vídeo. Y eso es peligroso también.

Sí, totalmente. Lo vivo en el día a día. De momento gusta seguir como siempre, que puedo vivir en la normalidad. Yo si puedo elijo ser la persona anónima. Me encanta. Luego ya cuando no puedo, no puedo, pero busco maneras alternativas de hacer las cosas. A mí me sigue gustando ser una más en la calle y no tener que andar escondiéndome en los sitios. Y no aspiro a encontrar la técnica perfecta de invisibilidad.

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