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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

La película de verano antiveraniega que retrata cómo es pasar agosto en Madrid

'La virgen de agosto'

Paula Corroto

Son días de agosto en Madrid. La ciudad está semivacía. Solo algunos turistas incautos se atreven a subirse a los autobuses turísticos a pleno sol. El calor deja las terrazas cerradas hasta que no cae la tarde. Se instala una plomiza apatía. Pero también son días de fiesta en el barrio de Lavapiés, adornado con guirnaldas y barras de bar por las que parece que no pasa el tiempo. Como la música que suena desde los escenarios.

En este marco que va desde la plaza de Cascorro, Ribera de Curtidores, el viaducto, las Vistillas y el Templo de Debod, con un breve cameo del que puede ser el río –casi riachuelo- Jarama, se mueve Eva, una treintañera que ha decidido dedicarse la primera quincena de agosto a sí misma y a sus dudas acerca de su profesión, sus amistades, sus amores.

Esto es La virgen de agosto, la última propuesta cinematográfica de Jonás Trueba (Madrid, 1981), una película veraniega alejada de lo que se entiende por película de verano que el director estrenó en un pase especial el pasado 1 de agosto en el parque de Las Vistillas, con el Madrid que quedaba como espectador. Hay verbena, sí. Hay noches de fiesta, también. Pero todo lo demás rompe con el cliché.

“A mí las verbenas no me interesaban especialmente, sino que es el fondo para entender el marco. La gente está de fiesta, pero Eva está en un proceso filosófico y moral de darse una oportunidad. Es alguien que se permite el lujo de dudar y eso no te lo puedes permitir en cualquier época, pero de vez en cuando deberíamos permitirnos”, cuenta Trueba a eldiario.es. El director ha escrito el guion junto a Itsaso Arana, que es a la vez la Eva de esta película que llegará a los cines el próximo 15 de agosto, cuando toda España sí se encuentra de fiesta.

Trueba sostiene que pese a no parecer una película de agosto está íntimamente ligada con este mes. “Para mí no funcionaría en ningún otro mes. No podría ser tal cual es en septiembre y mucho menos en febrero. Tiene unas cualidades casi sensoriales, vitales y existenciales propias de agosto. Y de alguna manera sentí que había algo muy cinematográfico en el transcurso de los días de agosto y especialmente en las ciudades que no son vacacionales”, comenta. Es fácil de reconocer para los que se quedan en Madrid. 

“Accedemos a un nuevo tipo de ritmo vital, personal, donde se producen encuentros inesperados, distintos, puedes llegar a tener conversaciones más distendidas, estás más abierto. Es un tiempo que he intentado retratar como lo siento. En estos tiempos cada vez más cargantes y estresantes, agosto es un reducto existencial, espiritual, y quería hacer algo sobre eso”, añade el cineasta. 

El presente de una generación

Precisamente, la película está hilvanada a través de diálogos que se producen entre Eva, viejos amigos que se reencuentra y otros que surgen con personas que se hallan tan varadas como ella. Son conversaciones que suponen un reflejo de nuestro presente, como las dudas acerca de tener hijos o no, y qué pasa cuando se tienen, sobre la regla, sobre si nos gusta o no nuestro trabajo, sobre el trabajo al que podremos acceder, sobre el haber vivido en otras ciudades o no, sobre la sensación de no estar nunca en el lugar en el que uno desearía estar.

“Yo entiendo el cine como un registro de un momento muy concreto. Si alguien la ve dentro de unos años quizá estos temas nos parezcan anacrónicos. El cine tiene algo de álbum de fotos en movimiento”, manifiesta este director que insiste en que esos diálogos “no tienen nada que ver con estar a la moda, sino que pretenden que la película respire un aire y que luego ese aire ya vaya a otro sitio. Es como cuando grabas en un bar y después ese bar ya no existe. Eso le da un valor a la película”.

Este retrato de un presente forma parte idiosincrásica de una filmografía en la que figuran títulos como Los ilusos, Los exiliados románticos o La reconquista. También es frecuente que en sus películas se repitan actores como Vito Sanz, Francesco Carril, Aura Garrido o Itsaso Arana.

“No te planteas un retrato generacional, pero sí ir envejeciendo con mis películas y mis actores. Los voy retratando, van cambiando, y entiendo el cine también desde ahí. Hacemos películas que tienen que ver con nuestros momentos vitales. La virgen de agosto es una película sobre sentirse viviendo: filmar un paseo, una charla, cosas muy simples como ir a un cine, museo. Son cosas que no son espectaculares, pero que forman de nuestro día a día”, cuenta.

No obstante, el director recalca que no se trata de una película generacional de treintañeros: “La podría haber rodado sobre una jubilada de setenta años, lo que pasa es que por edad los treintañeros me quedan más cerca. Probablemente cuando tenga 70 años igual hago una película parecida a esta con un personaje de 70 años”.

El personaje de Madrid

Otro personaje habitual del cine de Trueba es Madrid y barrios como Lavapiés y La Latina. Aunque de forma más pausada y con menos giros humorísticos, Trueba muestra cómo palpitan sus calles y sus gentes como lo hicieran las películas de los ochenta de directores como su padre Fernando Trueba o Fernando Colomo. Es la fotografía de un Madrid que no entra por los ojos por su belleza –porque tampoco es una ciudad particularmente bonita- sino por lo que sucede en ella. 

“Para mí la zona de las Vistillas tiene algo de misterio. Es donde la ciudad termina, y donde empezó, porque allí estaban los primeros asentamientos. Y Lavapiés en este caso era casi era obligado, porque al construir el marco de la primera quincena de agosto ahí es donde sucede todo. Y son los barrios originarios porque es ahí donde está la memoria de la ciudad, por mucho que estén mutando”, señala el director, que tampoco pretende quedarse en el discurso de la queja sobre los cambios de la ciudad y la gentrificación.  “Cometemos un error cuando nos quejamos de que Madrid está cambiando. Madrid lleva cambiando desde que surge, aunque me da pena cuando cierra un cine o un bar… Lo entiendo, pero muchas veces me da mucha tristeza”, afirma.

La distribución como proceso creativo

Jonás Trueba ha estrenado La virgen de agosto en un cine de verano, una forma poco habitual ya que estos cines programan películas que ya han sido amortizadas durante el año. Pero es la forma que tiene de darle importancia a la distribución, que considera que también forma parte del proceso creativo, al igual que la exhibición y la producción.

“Uno de los momentos más importantes de una película es cuando la ofreces. Parece que te vale cualquiera que la ponga en salas y a mí no, tiene que ser acorde con la naturaleza de la película. Y yo quería hacer un estreno popular y gratuito con gente que viniera y se sentara tranquilamente”, sostiene.

El filme saldrá con 25 copias, lo cual reconoce que no está mal en tiempos en los que muchas películas se quedan sin llegar a las salas comerciales. “A muchos amigos muy buenos cineastas les ha pasado”, indica. La alternativa de las plataformas digitales cree que es compatible con las salas, “aunque siempre voy a defender la experiencia de ir a la sala”.

Ahora bien, sí se manifiesta en contra “de que toda la financiación de las películas pase por las plataformas digitales, porque eso sí es delicado. Es verdad que han dado trabajo, se hacen más series, más películas, pero como modelo de financiación me gustaría que también Televisión Española apostara más por las películas”. Por un cine, al fin y al cabo, más artesanal, y que también se puede ver en verano, una estación que no es solo para los superhéroes.

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