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La gran congestión internacional del comercio retrasa y encarece los libros en papel

El papel es finito, pero es empleado en infinidad de productos. Pueden ser higiénicos y sanitarios, como servilletas o toallitas; o envases y embalajes, como los paquetes de mensajería. Porque el cartón es, en definitiva, la combinación de varias capas de este material. También se usa para algo fundamental que adorna las estanterías de muchas casas y tiendas: los libros. Y las consecuencias de su escasez ya se están haciendo notar. 

Varias editoriales han tenido que retrasar sus lanzamientos, por lo que algunos de los títulos programados para noviembre y diciembre también verán alterada su fecha de publicación. “Estábamos un poco avisados. Nosotros más que retrasar, hemos redistribuido, que es lo que creo que tendremos que hacer las editoriales. Igual no se pueden tirar tantas novedades como pensábamos. Si íbamos a lanzar 10 títulos en dos meses quizás ahora sea en cuatro meses, a la espera de que todo se estabilice”, explica a elDiario.es Carles Miralles, editor de Yermo Ediciones y Arechi Manga, dos casas dedicadas al cómic.

El de Miralles es uno de los sellos afectados, pero no el único. Otros, como Norma Editorial o Fandogamia, también han tenido que hacer ajustes en el calendario. Desde esta última explican que al principio parecía un caso de imprentas pequeñas, pero que conforme se van vaciando las reservas de papel hasta las empresas de mayor volumen notifican posibles retrasos en la producción. “En nuestro caso teníamos papel fabricado para algunos de nuestros formatos más populares, pero ya nos han avisado que, para fabricar más papel a medida, el tiempo de espera es de unos tres meses”, lamentan. 

Para fabricar papel a medida el tiempo de espera es de unos tres meses

La producción es solo parte del problema. Los precios también han subido, y tanto Yermo como Fandogamia coinciden en la cifra: los costes de impresión aumentan un 20%. “Lo hemos visto venir y por suerte tenemos salvada la campaña de Navidad, pero si nos afecta mucho tendremos que reducir el número de títulos que sacamos al mes o subir el Precio de Venta al Público, porque al final es la única solución para que sea viable la editorial”, señala Miralles. Desde Fandogamia, en cambio, sostienen que “es pronto” para saber cómo afectará este mayor desembolso y que “no es fácil” justificar ante el gran público que un tomo ahora cueste más caro. “Solo lo contemplamos si vemos que la situación se hace insostenible a largo plazo. Somos una pequeña editorial con márgenes ajustados: de aquí a seis meses veremos cómo va la cosa”.

Tampoco está siendo fácil para las imprentas. Desde Artes Gráficas COFÁS argumentan que al pedir explicaciones a las fábricas el mensaje es “que no hay materias primas y que el suministro llega mucho más tarde”. El precio del rollo del papel ha aumentado y no queda otra opción que la de elevar las tarifas. “Al final no nos queda más remedio que repercutir esos costes”, explican.

Este periódico se ha puesto en contacto con otras grandes editoriales para saber si también están sufriendo inconvenientes similares, pero unas no han respondido y otras han declinado participar en el reportaje. La misma postura mantiene la Asociación Española de Fabricantes de Pasta, Papel y Cartón (ASPAPEL), que ha rechazado colaborar por “el cumplimiento de las normas del Derecho de Competencia que impiden comentar la situación del mercado”. 

En cambio, Manuel González, presidente de la Asociación de Editores de Madrid (AEM), sostiene que, aunque los grandes grupos editoriales “no son ajenos a esta situación”, estos han minimizado su impacto por tener “contratos pactados con anterioridad a esta crisis”. Mientras, los pequeños editores están ajustando sus planes para priorizar las tiradas de sus mejores apuestas. González confía en que la situación se normalice “en el segundo semestre de 2022”. 

Las dificultades de abastecimiento y el encarecimiento del sector son una realidad. Pero ¿dónde está el origen del conflicto? El portavoz de la AEM, coincide con las editoriales Yermo, Fandogamia y Norma en señalar varias causas: la subida del precio de la luz, los parones en las fábricas durante la pandemia de COVID-19 al mismo tiempo que aumentaba la demanda de ocio en el hogar, o el uso de papel y cartón para otros productos (como la paquetería). “Ha sido la tormenta perfecta”, asegura Miralles. Pero todavía hay más elementos en esta gran cadena.

¿Por qué no hay papel?

Según el último informe estadístico anual elaborado por ASPAPEL, al que ha tenido acceso este medio, en España existen 69 fábricas de papel y 10 plantas de celulosa, en su mayoría concentradas en Catalunya. En 2019 fueron capaces de producir 6,4 millones de toneladas de papel y cartón, cifra cercana a los 6,8 millones que se consumen en el país. Pero la producción española, en realidad, representa una cifra muy pequeña lo que se queda dentro de las fronteras: en 2020 fueron necesario importar 5,4 millones. Y esto tiene una consecuencia directa: depender del comercio internacional para abastecerse de materia prima. Con todo lo que ello implica. 

“Lo que estamos viviendo no es concreto en el sector del papel, es una de las mayores crisis sin precedentes de desabastecimiento en todo el mundo”, detalla Cristian Castillo, investigador especializado en operaciones logísticas y productivas, y profesor de economía en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). Añade que este caso está motivado por una razón: la estrategia geopolítica de China. “Las importaciones a Europa vienen en su mayoría de África, y China tiene allí desplegados bastantes recursos para controlar hacia dónde van esas exportaciones. Entonces, están decidiendo priorizar su propio abastecimiento”.

Sin embargo, si se observa el citado informe de ASPAPEL, las importaciones de papel y cartón a España proceden principalmente de tres países europeos: Finlandia, Francia y Alemania. A priori no hay mucha relación con el continente asiático, al menos a nivel de compra, pero la cadena de intermediarios es extensa. “El producto final puede estar llegando de esos países, pero la materia prima para poderlo fabricar a su vez también son importadas desde China. Al final, de una manera u otra todo está conectado y teniendo en cuenta la capacidad productora que está teniendo China sobre todo a nivel de material, en algún momento tienen que pasar por ahí”, puntualiza Castillo. 

Además, se debe tener en cuenta otro elemento: el caos en el transporte marítimo, que según Naciones Unidas representa alrededor del 80% de los bienes que se consumen en todo el mundo. “Algunos puertos de embarque han estado paralizados por el confinamiento, y muchos otros siguen colapsados porque no son capaces de expedir todos los contenedores que llegan. Es un suma y sigue que ha encarecido algunas rutas marítimas hasta un 400% el coste de los fletes y esto acaba repercutiendo en el producto final. Una empresa que requiera de esta materia prima ve que le llega mucho más caro, más tarde y en menor cantidad”, puntualiza el docente.

Ante todo esto, se podría pensar que una de las soluciones pasaría por digitalizar el contenido para ahorrar costes logísticos. Y sí, es una opción, pero entonces entra en escena otra crisis: la de los microchips. “Aunque nos da la sensación de que detrás de lo digital no hay tantos medios, existe toda una maquinaria a nivel de servidores y electrónica. Entonces, si de golpe tuviéramos incremento exponencial de lectores en papel que se pasan al e-book, eso requeriría una infraestructura que llevaría a necesitar materiales tecnológicos que dependen de los semiconductores”, expone el experto en logística. 

La solución a corto plazo es prácticamente imposible, ya que implicaría reestructurar todo un sector que tiene parte de su cadena logística deslocalizada. Pero quizá, en el futuro, hay formas de actuar para amortiguar crisis venideras. “Aunque hay una parte de materia prima que vamos tener que buscar fuera, como diversos tipo de madera, el futuro yo lo visualizo por relocalizar parte de la industria que hemos dejado ir y no ser tan dependientes de otros países”, declara Castillo.

No obstante, aunque el impacto ecológico y social del sector papelero es menor que el del plástico, esto no significa que esté exento de consecuencias. Por eso para Greenpeace el remedio no es solo el cambio de material, sino de la mentalidad de “usar y tirar”. Quizá así se puedan evitar la desforestación de bosques o la emisión de residuos para que leer un libro, incluso si es de papel, no suponga un problema.