En este pequeño pueblo aún se puede cruzar un puente levadizo y visitar uno de los castillos de estilo roquero más espectaculares

El foso lograba aislar al castillo de un posible invasor

Alberto Gómez

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El castillo de Frías, que se alza majestuosamente sobre un peñasco conocido como La Muela, en la provincia de Burgos, es considerado uno de los castillos roqueros más espectaculares de Castilla y León. Su ubicación estratégica, asemejándose a un águila posada, le permite otear el extenso Valle de Tobalina, y se encuentra a escasos metros del río Ebro, donde también hay un puente medieval fortificado bien conservado. La estructura, coronada por la altiva torre del homenaje, es el símbolo de este pequeño pueblo, de nombre Frías, uno de cuyos alicientes es que todo aquel curioso viajero que quiera adentrarse en los rincones de la fortaleza tendrá que cruzar… un puente levadizo.

La primera mención a esta fortaleza de estilo roquero data del año 867, cuando estas tierras marcaban la frontera entre los dominios cristianos y musulmanes. La historia del castillo se remonta en todo caso a la de las primeras fortalezas del siglo X. Desde sus inicios, tuvo un gran valor estratégico, especialmente durante la lucha contra los musulmanes. La importancia de la fortaleza aumentó significativamente a principios del siglo XIII, cuando la familia Armengol entregó el castillo a la Corona en 1202. Alfonso VIII le concedió nuevas defensas a la construcción enclavada en la roca de la localidad a finales del siglo XII, y en 1201, al pasar a manos reales, el castillo relevó al de Petralata en las funciones de control del territorio. La defensa de La Muela se completó en ese mismo año, 1201, con la construcción de la muralla.

El majestuoso castillo puede visitarse en la actualidad

Años más tarde, concretamente en 1446, el castillo de Frías fue cedido a la poderosa familia de los Velasco, siendo otorgado a Don Pedro Fernández de Velasco, duque de la localidad burgalesa, quien acometería reformas y restauraciones. Sin embargo, esta cesión provocó la protesta de los habitantes del pueblo, quienes se refugiaron dentro de las gruesas murallas. Las tropas de los Velasco asediaron y cercaron el castillo en 1450 durante varios meses, obligando a sus defensores a rendirse finalmente por hambre y sed. El conjunto actual, en todo caso, es una mezcla fascinante de construcciones que abarcan desde el siglo XII hasta el siglo XVI. Su carácter defensivo es evidente en toda su estructura, cuya construcción original fue modificada en los sucesivos siglos. La planta del castillo se describe como regular, incluyendo grandes cubos cilíndricos en tres de sus ángulos y un garitón en el cuarto.

La defensa de esta fortaleza se basa firmemente en su ubicación estratégica. De hecho, para acceder al interior, es necesario cruzar un puente levadizo que se extiende sobre un foso excavado directamente en la roca. Este foso aísla la construcción del pueblo y constituye el primer obstáculo para un posible invasor. Tras sortear el foso y cruzar el puente, una estrecha pasarela conduce a una doble puerta rectangular de defensa, y el acceso al recinto interior se realiza en recodo, una forma extendida en los reinos cristianos durante la Reconquista, imitando modelos de fortalezas musulmanas. La majestuosa torre denominada “del homenaje” se alza desafiante, constituyendo el último reducto de defensa y siendo totalmente independiente del resto de la construcción.

Patio de armas y reloj

El emblema de Frías posee defensas propias y cuenta con una planta poligonal. La parte inferior de la torre puede ser la más antigua del castillo, mientras que la superior se remonta a la segunda mitad del siglo XV. Está realizada en mampostería y adornada con preciosas torrecillas elevadas sobre modillones en las esquinas, detalles que le confieren un aire típicamente español. En torno al amplio patio de armas, que en su momento estuvo parcialmente cubierto, se distribuían las dependencias esenciales de la fortaleza. En este recinto se situaban los restos de antiguas estancias de servicio, como graneros y bodegas. Y, una vez explorando cada rincón, un curioso visitante descubrirá también que se conserva un aljibe central. 

En la torre sur del flanco de acceso al castillo se halla un antiguo reloj, cuya construcción pudo remontarse a los siglos XVI o XVII, marcando el ritmo de vida de los habitantes de Frías durante muchísimo tiempo. Si hablamos en este caso de la zona residencial del castillo, esta se ubicaba en el lado sur, protegida de los vientos del norte. En ella se conservan los restos de tres ventanales románicos, ajimeces que datan de finales del siglo XII y principios del XIII, y que se distinguen por sus capiteles decorados con figuras historiadas. Si uno se fija bien en dichos capiteles, observará que exhiben figuras de caballeros y otras representaciones mitológicas, como grifos y centauras dando el pecho a sus crías.

Avanzando en la historia de la fortaleza, hay que destacar que el castillo fue abandonado tras la Guerra de la Independencia. En 1920 pasó a manos del ayuntamiento de Frías, que lo adquirió y lo sacó a subasta, aunque durante muchos años estuvo destinado a juegos populares. El castillo de Frías es a día de hoy considerado Bien Protegido, contando con la declaración genérica del Decreto de 1949 sobre la protección de los castillos españoles y la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985. En la actualidad ha sido restaurado, consolidado y adecentado, destinándose a uso turístico. Sigue perteneciendo al ayuntamiento y, lo más interesante, está abierto a visitas y actividades culturales y deportivas durante todo el año. Los que puedan acudir a buen seguro que disfrutan de la torre del homenaje y a través de sus ventanales, de la vista panorámica de la ciudad.

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