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Guillermo Carazo

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“Ya era Hara”, celebró el fotógrafo y docente Pollobarba en su cuenta de Instagram. Red social basada en la imagen que no utiliza el fotógrafo Cristóbal Hara —ni siquiera dispone de página web—, pero que se vió inundada de halagos hacia la carrera de este profesional que siempre ha defendido los derechos del sector.

A sus 76 años, Cristóbal Hara (Madrid, 1946) acaba de ser nombrado Premio Nacional de Fotografía 2022; una noticia que conoció el gremio antes que él mismo. El pasado 18 de octubre, el Ministerio de Cultura llamó al fotógrafo para comunicarle que ese premio, dotado de 30.000 euros, llevaba su nombre “por la aportación única que representa su trayectoria”, afirmó el jurado. El ministro Miquel Iceta no tuvo fácil contactar con el galardonado pues este, en ese momento, se encontraba fotografiando caballos salvajes en la feria de Mondoñedo (Lugo) y Cristóbal, cuando trabaja, apaga el teléfono móvil y prefiere no hablar con nadie. Cuando Iceta consiguió comunicarle la noticia, el fotógrafo volvió a apagar el teléfono, terminó de comer y siguió trabajando.

Hara es tan huidizo de la notoriedad que dos días antes de la cita con este periódico en el pueblo conquense en el que reside, canceló el encuentro. “Soy fotógrafo, no personaje público”, se excusó antes este medio. No tiene previsto dar entrevistas hasta que pase un tiempo. “Esto se está yendo de las manos”, añadió. Quienes sí están dispuestos a hablar de la obra de Hara son cuatro especialistas del universo fotográfico que conocen, en primera persona, la trayectoria y la figura de este “caballo salvaje”, como le describe el editor y docente Gonzalo Golpe.

Entre el “caballo salvaje” y el “perro callejero”

“Hay dos símbolos que identifican a Hara: el caballo salvaje y el perro callejero. El caballo salvaje por este punto indómito que él tiene. Además, es algo muy importante en su fotografía pero también habla de él. El perro callejero es un perro apaleado que ha tenido que buscarse la vida”, opina Golpe.

Aunque Cristóbal Hara nació en Madrid, pasó los primeros años de su vida en el extranjero. Su madre, de origen alemán, falleció cuando él tenía cuatro meses. A los nueve años, lo internaron en un colegio jesuita de Valladolid. Allí pasó siete años habitando la educación y la religión de la España franquista. Tras esta etapa, comenzó a estudiar Derecho y Dirección de Empresas en Madrid, carrera que siguió cursando en Hamburgo y después en Múnich. Esta migración le provocó retrasar tres años el servicio militar obligatorio. En los setenta, mientras residía en Londres, decidió dedicarse a la fotografía. En aquellos años su mirada tenía como referencia el fotoperiodismo, principalmente el de la agencia Magnum, capitaneada por Henri Cartier-Bresson y Robert Capa, entre otros. Cristóbal Hara entonces fotografiaba –no disparaba, “disparan los americanos, yo fotografío”, afirmó Hara a elDiario.es por teléfono– en carrete de 35 blanco y negro. No fue hasta 1985, ya residiendo de manera definitiva en España, cuando se instaló en el color. “Su tema es España pero lo trabaja, de alguna manera, como si no fuese español, lo que hace que no tenga complejos, que lo aborde de una manera mucho más atrevida”, opina Gonzalo Golpe.

Hara comenzó a mostrar de otro modo la España que se encontró. La religión, la sexualidad, la muerte, lo carnavalesco son latentes en su obra. Fueron años en los que retrató la tradición española más profunda, festejos en los cuales compartía profesión y, en varias situaciones, localización con profesionales como Cristina García Rodero o Koldo Chamorro. Sin embargo, otorgaba a su fotografía una libertad que, a día de hoy, sigue creando escuela. La colección de imágenes que Cristóbal Hara selecciona podrían ser los descartes de otro fotógrafo de su época: desenfoques, cabezas cortadas y figuras abstractas vertebran sus hojas de contactos. Hara dejó a un lado la fotografía más cercana al periodismo, la cual basa sus valores en lo técnico, en la composición, en la búsqueda de lo perfecto o lo nítido, para adentrarse en un imaginario tan pictórico como rítmico.

Una fotografía pictórica

Francisco de Goya y Cristóbal Hara nacieron el mismo día; los separan justo 200 años. En palabras del fotógrafo “[Goya] trabajó como reportero en blanco y negro y acabó haciendo esperpento en color”. Es un resumen de una larga trayectoria que bien podría servir para la suya. “Cristóbal se lanzó a una técnica en color que no dominaba, que no estaba extendida en el terreno en el que se movía y, encima, con referentes que eran ajenos a la fotografía”, comparte Olmo González, codirector de Fiebre PhotoBook, primer festival en España especializado en fotolibros.

Diego Velázquez, José de Ribera, Robert Motherwell son algunos de los pintores que inspiraron a Hara. De hecho, el fotógrafo se interesó antes por la pintura que por la fotografía. Culpa de ello tuvo su tío, el pintor abstracto Fernando Zóbel. Zóbel llevó al Museo del Prado a su sobrino por primera vez, pero también a una corrida de toros y al Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. De hecho, fue junto a su tío cuando Cristóbal Hara conoció la alquimia que sucede cuando se positivan carretes en un laboratorio fotográfico. “Hara, a su manera, vive en un trance en la fotografía muy interesante”, opina Julián Barón, fotógrafo y docente que formó parte de la escuela fotográfica Blank Paper. “Es un alquimista, alguien que conoce muy bien todas las partes de la imagen y construye ya no solamente imágenes sino también secuencias y narrativas”, asegura.

Julián Barón vivió en primera persona el acercamiento de Hara al colectivo Blank Paper. Barón recuerda con cariño la década de los dos mil, etapa en la que Cristóbal Hara visitaba inauguraciones de exposiciones fotográficas junto al colectivo, iba a las ferias, compraba fotolibros e, incluso, impartió un taller (uno de los pocos) en el que entre los asistentes estaba Olmo González. En el plano de la docencia, Julián Barón ha realizado varias comparaciones de las fotografías de Hara junto a cuadros de autores que han sido importantes para su carrera. La serie de caballos de Pablo Picasso o la Elegía a la República Española de Robert Motherwell son algunos de los paralelismos que halló el fotógrafo y docente castellonense. “Cristóbal siempre construye del fondo en adelante [...] como la alquimia, primero disuelve las partes, entiende cómo funcionan por separado y después coagula, hace otra nueva conjunción para llegar con esos elementos a otro lugar”, analiza Barón. “Es algo que se escapa del intelecto y de lo sensorial porque se destila en su conjunto. Y eso es gracias a todo el proceso interno: de estar con Motherwell, de ver un toro y de pintar al toro más que fotografíar el toro, pero fotografiar al toro pintándolo”, dice.

Gonzalo Golpe fue una de las personas que trabajó en el, hasta el momento, último fotolibro de Hara: España Color 1985-2020 (2021, Editorial RM). Este trabajo –con un caballo de Troya de juguete (obra de Luis Vasallo) en la portada– tardó tres años en ser gestado. Golpe cuenta que Hara le preguntó al diseñador Alberto Salván –cofundador del estudio de diseño Tres Tipos Gráficos– cuál era el tamaño exacto del libro. Según el editor madrileño, Hara cortó hojas al mismo tamaño, pegó las fotos, “milímetro a milímetro”, y entregó la maqueta para que el fotolibro fuese llevado a cabo tal cual él lo había fabricado de manera analógica. “Creo que hemos sacado solo dos fotos de ese libro”, señala Golpe. “Todos queremos jugar, queremos secuenciar y hacer dípticos con sus fotos. Cristóbal no es así, Cristóbal determina que la secuenciación y la puesta en página forma parte de la autoría, si eso es un libro de autor, es él. Ese libro es 100% Cristóbal”, opina.

La influencia del imaginario español, según el prisma de Hara, no solo es notoria en muchos fotógrafos y fotógrafas contemporáneas, como Ricardo Cases o Antonio Xoubanova. En el cine o en videoclips, como Demasiadas mujeres de C. Tangana, indiscutiblemente, aparece la impronta de Cristóbal Hara. “Es un David Lynch a la española, genera misterio. Tiene fórmulas que funcionan y las repite y las depura, y lo bueno es que nos enseña a los demás que podemos hacer eso pero con nuestros propios estilos”, opina Roberto Villalón Vara, director de Clavoardiendo, medio especializado en fotografía. “Marcó un antes y un después, especialmente en los libros que sacó con Steidl, An Imaginary Spaniard y Autobiography (Steidl, 2004 y 2007, respectivamente)”, asegura Olmo González.

Derechos y valores

Gonzalo Golpe entrevistó durante 16 horas a Hara, audios que nunca verán la luz y que, en resumen, se recogen en el cierre de España Color 1985-2020. Una de las últimas personas que ha entrevistado a Hara ha sido Roberto Villalón. Villalón ve en la figura de Hara a un autor contestatario con un potente código ético y autoral. En esa entrevista, ambos dialogaron acerca de las continuas luchas que este ha realizado en pro de los derechos de fotógrafas y fotógrafos. En 1980 Hará se instaló en España. Entonces, cuando los profesionales de fotografía vendían su trabajo a los medios, este pasaba a formar parte de su archivo y en futuras publicaciones los medios ni siquiera mencionaban la autoría –utilizaban la fórmula “archivo de”– e incluso revendían las fotografías. Hara trabajó para la agencia Cover cuyo principal cliente era El País. Según dijo Hara en esa entrevista, reclamó al medio los negativos durante más de un año y recibió presiones de Cover para que dejase de hacerlo. Como no se los devolvieron, dejó la agencia y se enfocó más en su trabajo independiente.

“En el mundo fotográfico estamos muy jodidos y tenemos mucha culpa porque no nos agrupamos, porque aceptamos unas condiciones en general abusivas”, denuncia Villalón. “Nos falta ese punto de denuncia y, en ese sentido, Cristóbal es combativo. Lo he visto en actos incitando a las nuevas generaciones a pelear por su trabajo”, añade. “Tiene una visión muy reivindicativa, no se doblega a editoriales, a galerías e instituciones, siempre está reivindicando y eso también le cierra muchas puertas”, enuncia Olmo González. “No le han tratado bien, que le hayan dado dos grandes premios ya da una pista [...] Cuando reivindica, no lo hace solo por él, si no por todos los fotógrafos, por el panorama en general. Él entiende que fuera de España se valora mucho más la fotografía”, asegura González.

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