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“Dead Man Walking” con Joyce DiDonato: una tormenta perfecta de energía

EFE

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¿Estamos a favor de la venganza o del perdón? Esa es la pregunta que lanza la versión operística que Jack Heggie hace de la historia de la hermana Helen Prejean en “Dead Man Walking”, estrenada esta noche en el Real con un éxito rotundo en el que mucho ha tenido que ver su protagonista, Joyce DiDonato.

La mezzo norteamericana ha sido la luz, y así lo ha reconocido el Real con su apasionada ovación, que ha alumbrado la terrible historia autobiográfica escrita por Helen Prejean, la monja que se convirtió en consejera espiritual de un condenado a muerte por asesinar a dos adolescentes.

Y ha sido como si Madama Butterfly o la Traviata hubieran estado sentadas en el patio de butacas viendo su historia, porque Prejean ha asistido, junto con el compositor, a la representación, “la 15 ó 20” que ve, de esta obra “norteamericana pero universal” y actual pero atemporal, según ha explicado antes en un encuentro con periodistas.

“Es una función maravillosa. Me he dado cuenta del poder del libro, del de la película -”Pena de muerte“ (1995)- y de la ópera. Es una tormenta perfecta de energía que penetra profundamente en el espectador”, ha asegurado.

Muy aplaudidos han sido también el barítono Michael Mayes, en el papel de Joseph de Rocher, el condenado a muerte; la soprano Measha Brueggergosman, en el de la hermana Rose, y la mezzo Maria Zifchak, en el de la madre de Joseph.

Dirigidos por uno de los directores más sobresalientes de su generación, el inglés Mark Wigglesworth, han sabido meterse en una historia y en una música construida emocionalmente para recalcar la horrible verdad de los hechos y la irresistible belleza del poder del perdón.

La música corta como un cuchillo cuando se refiere a la maldad, al impulso asesino, y transmite el dolor de la desesperación y de la profunda desolación, pero también es, en la mejor tradición operística, melódica y amigable, con “motivos” para cada personaje, según descripción del propio compositor.

Una de las piezas más relevantes de la obra, ha apuntado Haggie, es “You don't know what it's like” (Usted no sabe lo que es), en el que un dueto se convierte en un cuarteto, luego quinteto y acaba como sexteto, con repeticiones y encabalgados propios de la tradición operística y que potencia al máximo el sentimiento de pérdida desgarradora de los familiares de las víctimas.

“Usted no sabe lo que es que las últimas palabras que le dije a mi hijo fueran 'peinate' o 'cierra la puerta'”, le dicen a la monja los padres de los adolescentes asesinados.

La obra, en dos actos, comienza con un coche descapotable y los dos adolescentes asesinados abrazándose desnudos. La violación y la muerte de ambos, a manos de los hermanos de Rocher, es brutal pero no explícita.

A continuación el viaje de Prejean a la cárcel para ver a de Rocher, que le ha pedido que le visite, está acompañado de proyecciones de sombrías formas que preparan al espectador a un viaje por la oscuridad del ser humano y sus miedos.

El director mantiene todo el tiempo en suspenso la música para dar a los cantantes el tempo emocional que precisa una partitura por momentos desgarradora, con estructuras melódicas que juegan con el gospel y el blues, y de una gran capacidad comunicativa.

La ópera, que ha tenido como espectador esta noche a Joaquín José Martínez, primer español en salir del corredor de la muerte, se concentra en el viaje espiritual al perdón y pone menos acento en los aspectos filosóficos o éticos de la pena de muerte que sí aborda la película que dirigió Tim Robbins.

“Dead man walking”, la frase con la que en el argot carcelario estadounidense se refieren al condenado que se dirige a la silla eléctrica, era un libro y una película ya cuando Heggie y el libretista, Terry McNally, dieron con ella para hacer su primera ópera y lograron hacer “la obra más impactante del teatro musical desde 'West Side Story'”, según la crítica.

Huggie ha explicado que cuando McNally sugirió el libro de Prejean para hacer su primera ópera sintió un fuerte escalofrío porque comprendió que esa era “la forma de arte exacta” para llevar esa historia a escena.

En su estreno, el 7 de octubre de 2000, consiguió lo que pretendían, conmover y sorprender. Inmediatamente después de la primera producción, Leonard Foglia creó una nueva que fuera tan flexible que pudiera caber en cualquier teatro de ópera y ya ha pasado por otros 59 teatros antes de estrenarse en el Real.

El final, con la inyección letal, es sobrecogedor, una descarga emocional que se acentúa no ya por la música sino por un silencio sobrecogedor que ha hecho emocionarse a algunos espectadores.