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Cannes se harta del 'selfie'

Las estrellas obedecen y dejan sus móviles en el hotel para la alfombra roja

elDiarioes Cultura

Un mes antes del festival, que se inauguró hoy, su delegado general, Thierry Frémaux, dijo que no quería pasar por policía, pero que el hábito de los selfies -“pararse cada dos metros para hacerse una foto de sí mismos...”-, mejor guardarlo para otra ocasión. Es una costumbre “extremadamente ridícula y grotesca” que además “ralentiza” el desfile. Y, contra todo pronóstico, las estrellas les han hecho el favor.

Tan solo una pareja de desconocidos osó saltarse la regla y subió las escaleras del Palacio de Festivales con una parada en cada peldaño para autorretratarse, cada uno por separado, en tan magno evento. Los demás, obedientes y expeditos, lucieron talle y figura en una pasarela por la que desfiló un generoso número de astros del cine, para deleite de los fans que se agolpaban a los lados.

La otra rebelde fue Salma Hayek, que se quedó a firmar autógrafos tras la rueda de prensa de Il racconto dei racconti, una puesta al día de los cuentos clásicos del napolitano Giambattista Basile, dirigida por el italiano Matteo Garrone. Y que, de repente, y sin bajarse del estrado en el que estaban situadas las mesas dijo: “¡Un selfi, vamos a hacernos un selfi!”. Y con el móvil que le dio una ayudante, se dio la vuelta, situándose delante de los periodistas para inmortalizar el momento, pese a las recomendaciones de Fremaux. Ya la han perdonado.

Bellezas, vestidos y una diva cabreada

Las mujeres, grandes protagonistas de esta edición, marcaron el paso, que abrió Isabella Rosellini, presidenta del jurado de la sección Un Certain Regard (Una Cierta Mirada), muy elegante con un vestido con una capa en colores cálidos. Tras ella, Julianne Moore, como acostumbra, derrochó amabilidad y simpatía con los espectadores, mientras lucía un acentuado escote en V en una chaqueta con incrustaciones y plumas y una falda gris.

También de gris perla y con un cuidado peinado con recogido que dejaba libre un mechón como flequillo casual, apareció Naomi Watts, que presenta en competición The sea of trees, de Gus van Sant. De rojo y con grandes pendientes blancos llegó Natalie Portman, que debuta en Cannes como directora, de la mano de su marido, el bailarín francés Benjamin Millepied.

Al “glamour” de la velada, con una temperatura inmejorable, contribuyeron también los miembros del jurado de este año, que aportan más lustre a una selección oficial que este año se ha olvidado de estrellas para apostar por películas de autor. Jake Gyllenhall y Sienna Miller, junto a los hermanos Coen, Guillermo del Toro, Rossy de Palma o Sophie Marceau, conforman un jurado agradecido, en mayor o menor medida, para las cámaras.

Y al final de todos, apareció la verdadera dueña de la noche, la gran dama del cine francés Catherine Deneuve, para presentar el drama social “La tête haute”, que en la proyección matutina para la prensa pasó sin pena ni gloria. Un tanto arisca, como también lo había estado en la rueda de prensa previa, Deneuve pasó como una exhalación por la alfombra roja.

Tal vez, quién sabe, seguía contrariada por haber protagonizado contra su voluntad la última portada del semanario satírico Charlie Hebdo: una caricatura que se burla de su físico y que la compara con un paquete sospechoso en la alfombra roja del festival.

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