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Las terroríficas noches de la Lemuria o el “Halloween” de los romanos

Las terroríficas noches de la Lemuria o el "Halloween" de los romanos

EFE

Mérida —

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La festividad de Halloween, que los inmigrantes irlandeses llevaron a América del Norte, no es tan ajena a nuestra cultura como pudiera parecer, ya que los griegos y, sobre todo los romanos, también celebraban la terrorífica noche de la Lemuria, la de los espíritus y fantasmas más malignos.

En declaraciones a Efe, la conservadora del Museo Nacional de Arte Romano (MNAR) de Mérida Pilar Caldera ha explicado que los romanos dedicaban una semana al año a recordar a sus difuntos en la denominada fiesta de las Parentalias, que, como todos los rituales relacionados con la muerte, son “una mezcla de tradición, superstición, religión y magia”.

Durante Parentalias, los romanos, al igual que ahora, limpiaban las sepulturas de sus familiares y les llevaban flores, “como símbolo de la fugacidad pero también de la alegría de la vida”, además de quemar incienso o colocar en las tumbas un tubo de libaciones para que los muertos pudieran revitalizar su alma con leche, miel o vino.

Muchos de los rituales funerarios de la cultura grecolatina han pervivido hasta nuestros días, como la misa funeral de los nueve días o el banquete funerario, que se realizaba hasta hace poco en los pueblos españoles y se mantiene aún en países como Estados Unidos.

Según Pilar Caldera, “el romano no le tiene miedo a la muerte física, pero sí teme y mucho a la muerte definitiva, que es el olvido”.

Por ello, las tumbas se colocaban en los caminos de acceso a las ciudades, siempre fuera de ellas, con inscripciones en piedra para que los difuntos pudieran ser recordados y evitar morir para siempre.

Así, las inscripciones funerarias encontradas transmiten, en palabras de Caldera, una idea que podría resumirse en un mensaje casi poético: “Cuando llegues a la vera de mi sepultura, cuidado, no la pises; detente un momento y piensa, ese que tú eres, yo fui; ese que yo soy, tú serás. Pronuncia mi nombre alto y sonoro y deséame que la tierra me sea ligera”.

“Sit tibi terra levis” es quizá una de las locuciones latinas que más han perdurado con el paso de los siglos pero también existe la contraria: “Sit tibi terra gravis”, que la tierra te sea pesada, lo que se buscaba para aquellos espíritus que ellos consideraban más dañinos y a los que había que conjurar en la terrible noche de la Lemuria, que se celebraba el último día de las Parentalias.

Los lemures o fantasmas romanos eran aquellos espectros que, por unas circunstancias u otras, no habían podido realizar bien su tránsito hacia la muerte con los rituales que ellos consideraban necesarios, como ponerlos en el suelo, en contacto con la tierra, antes de expirar.

Por ello, los suicidas y en especial los ahorcados eran considerados espíritus especialmente dañinos, al igual que los niños, que eran vistos como almas “díscolas y muy enfadadas por no haber tenido la oportunidad de vivir”.

Precisamente, era a estos difuntos al que el romano deseaba el “Sit tibi terra gravis” e incluso colocaban en sus sarcófagos piedras en el cuerpo y “clavos de bronce que aparecen junto a algunos esqueletos a ambos lados de la cabeza, destinados a fijar el cuerpo a la tierra para que no se levante”.

La noche de la Lemuria, la noche más terrorífica para los romanos, es la dedicada a recordar y a conjurar a esos espíritus con una ceremonia en la que el “pater familias” se colocaba hasta siete judías blancas en la boca, un alimento considerado impuro y al mismo tiempo mágico por su forma de feto.

Mientras el padre daba hasta siete vueltas a la casa y expulsaba cada una de las judías, parte de la familia hacía ruido en una especie de “cacerolada” para ahuyentar a los espectros malignos, y otros barrían de dentro a fuera con la misma intención, al tiempo que repetían una antigua salmodia.

La Lemuria “era una noche en la que se tenía el profundo convencimiento de que las puertas estaban abiertas y que se producía la comunicación entre un plano y otro de estas almas”, algo que, a juicio de Caldera, “tiene mucho que ver con Halloween”, a pesar de que esta celebración tiene su origen más directo en el Samhaín celta, y también con todas las festividades en torno a los muertos que se celebran en Latinoamérica.

Pilar Caldera lo tiene claro, aunque los romanos tenían muchos dioses y ceremonias públicas que eran obligatorias, su auténtica fe giraba en torno a los dioses “Manes”, los espíritus de sus antepasados, que son considerados sus protectores y los de su hogar.

“El romano, cuando necesitaba ayuda, se encomendaba a ellos”, algo que hoy en día seguimos haciendo creyentes y ateos, en la creencia que tenemos de que nuestros familiares muertos nos siguen cuidando desde el más allá. Y es que todos, somos muy romanos, aunque no nos demos cuenta de ello

Jero Díaz Galán.

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