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Los viejos libros de la Politécnica, supervivientes al polvo y la pólvora

Los viejos libros de la Politécnica, supervivientes al polvo y la pólvora

EFE

Madrid —

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Sumergirse en el fondo bibliográfico antiguo de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) significa nadar entre libros que han visto de todo, que han resistido con firmeza la erosión del tiempo y que sobrevivieron a una guerra civil en la que ni siquiera las letras escaparon a la barbarie.

Catorce de estas joyas bibliográficas, auténticas ventanas al pasado, componen la exposición “Singularis”, que estará abierta al público hasta el próximo jueves en el Rectorado de esta universidad madrileña.

La juventud de la Politécnica moderna engaña, ya que uno podría no esperar un gran legado histórico de una institución inaugurada en 1971; sin embargo, el origen de algunas de las escuelas que hoy integran la UPM se remonta mucho más atrás, a la segunda mitad del siglo XVIII en muchos casos, y han tenido tiempo de sobra para rellenar sus estantes.

Las piezas exhibidas actualmente, pese a su indiscutible valor, no representan más que una pequeña parte de una magnífica colección cuyos tiempos dorados pudieron ser más esplendorosos si cabe, dado que la Guerra Civil se cobró una severa factura.

La reubicación de varias de las escuelas que hoy integran la UPM a la recién construida Ciudad Universitaria, que debía estrenarse en 1936, coincidió con el estallido de la contienda.

La llegada de las tropas sublevadas a la capital convirtió toda la zona, adyacente al estratégico río Manzanares, en uno de los frentes más sangrientos y duraderos del conflicto bélico, transformando las aulas en trincheras y los libros en barricadas.

La biblioteca de Arquitectura fue una de las más dañadas; el 60 por ciento de su archivo fue devorado por los obuses, mientras que “muchas obras quedaron incompletas y otras muy deterioradas en sus encuadernaciones, encontrándose incluso restos de metralla en algunos libros”, explica a Efe la responsable de la colección de fondo antiguo, Felisa Martínez-Casanueva.

Muchos de los documentos supervivientes se salvaron gracias a la intervención del entonces director de la Escuela, Modesto López Otero, que aprovechó los convoyes de avituallamiento que salían al exterior para evacuar tantos libros como pudo al convento de Santo Tomás de Ávila, de donde se recuperaron una vez finalizada la guerra, en 1939.

Peor suerte corrió la biblioteca de Montes, golpeada de lleno en 1936 por un bombardeo y su consecuente incendio, que redujo a cenizas los 30.000 volúmenes que albergaba entre sus muros.

A pesar de los avatares bélicos, la renovada UPM puede presumir de un catálogo antiguo de gran importancia, con más de 7.000 volúmenes anteriores a 1831.

Veintiuno de ellos ya cuentan con su versión virtual colgada en el portal “Singularis”, el proyecto homónimo a la exposición impulsado por el Consorcio Madroño (integrado por las universidades públicas de la Comunidad de Madrid) que tiene como objetivo digitalizar estas joyas bibliográficas para que el público pueda disfrutarlas desde la pantalla de un ordenador.

La Colección Digital Politécnica también contiene un buen número de libros antiguos disponibles para su consulta, una excelente opción para inspeccionar unos documentos que normalmente están reservados exclusivamente a investigadores y académicos.

Entre las obras actualmente expuestas en el rectorado de la universidad destaca una publicación de 1762 de Giovanni Battista Piranesi, el grabador más relevante del siglo XVIII.

Otra pieza realmente impresionante es el “Theatrum orbis terrarum” (equivalente de la época a un mapamundi, podría decirse) fechado en 1654 y firmado por Joan Blaeu, un célebre cartógrafo holandés que destacó por la profusión de elementos decorativos en sus mapas, coloreados con gran calidad y alejados de la clásica bicromía en blanco y negro.

También destaca un ejemplar de 1621 de “De re metallica”, del alemán Georgius Agricola, una antología sobre minería de absoluta referencia hasta el siglo XVIII, escrita en 1556 y de la que se publicaron nada menos que 38 ediciones.

Y no se puede olvidar el “Description des projets et de la construction des ponts (...)” de Jean-Rodoplhe Perronet, trabajo que renovó el arte de construir los puentes en el siglo XVIII y tuvo una influencia enorme durante toda la centuria siguiente.

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