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THE GUARDIAN

En Benín siguen muriendo mujeres pese a tener una de las leyes del aborto más permisivas de África

Voluntarios locales de la Federación Internacional de Planificación Familiar durante una sesión en un colegio de Benín.

Sarah Johnson

The Guardian —

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La ginecóloga Véronique Tognifode no olvidará nunca a una joven paciente. Hace unos ocho años, Abosede*, una estudiante, acudió a su consulta llorando. Se había quedado embarazada por accidente y quería abortar, pero la ley de Benín de entonces solo permitía la interrupción del embarazo en caso de violación o incesto, o cuando la vida de la madre corría peligro o el feto padecía una enfermedad grave.

Tognifode la asesoró y le dijo que un bebé era una bendición y que tendría su apoyo durante el embarazo. Tuvo la sensación de que Abosede escuchaba sus consejos y que había tranquilizado a la joven. La paciente se fue más tranquila y le dijo que volvería para las pruebas prenatales.

Tres semanas después, Tognifode estaba trabajando en un hospital local cuando atendió a una mujer con septicemia, probablemente causada por un aborto clandestino. “Era la misma joven que había visto unas semanas antes”, explica: “Había buscado una solución por su cuenta y en secreto. No la había reconocido del todo porque ya no estaba en el mismo estado, sino cerca del otro lado, cerca de la muerte”.

Para Tognifode, esta historia, y muchas otras de ginecólogos de todo el país, ilustra por qué la reforma de la ley del aborto en Benín era tan importante. La ginecóloga explica que, cuando el aborto es ilegal, las mujeres recurren a “métodos inimaginables e inhumanos” que son “una completa locura desde un punto de vista médico”. Pueden ingerir pastillas o lejía, o introducirse objetos punzantes en la vagina, que a veces les causan daños intestinales. El ministro de Sanidad de Benín, Benjamin Hounkpatin, calcula que los abortos ilegales son responsables de una de cada cinco muertes maternas en todo el país.

Una de las leyes más permisivas de África

En 2019, Tognifode se convirtió en ministra de Asuntos Sociales de este país de África occidental, y desempeñó un papel decisivo para que en octubre de 2021 los diputados votaran a favor de legalizar el aborto en la mayoría de los casos. No lo hizo sola: otros dos ministros, también ginecólogos, estuvieron muy implicados al igual que organismos profesionales y organizaciones de la sociedad civil que durante años presionaron para que se ampliaran los supuestos para poder abortar. También contaron con el apoyo del presidente de Benín, Patrice Talon.

Esta decisión contrasta con la de Estados Unidos donde, menos de un año después, el Tribunal Supremo anuló la sentencia Roe contra Wade, cuestionando el derecho al aborto en todo el país.

El aborto está permitido ahora en Benín si el embarazo “puede agravar o causar una situación de desamparo material, educativo, profesional o moral incompatible con los intereses de la mujer y/o del feto”. Se puede abortar hasta 12 semanas desde la última menstruación.

Es una de las leyes más permisivas de África. Según datos de 2019, en el África subsahariana, el 92% de las mujeres en edad reproductiva viven en países con el derecho al aborto restringido. En África solo Santo Tomé y Príncipe, Sudáfrica, Mozambique, Cabo Verde, Túnez, Zambia y Guinea-Bissau tienen leyes de aborto tan permisivas como la de Benín. África subsahariana tiene la tasa de mortalidad por aborto más alta del mundo, que asciende a 15.000 muertes evitables cada año.

Desconocimiento y resistencia

Aunque se avanza lentamente, activistas de los derechos de la mujer y médicos están convencidos de que en todo Benín se siguen practicando abortos ilegales. “No todo el mundo conoce esta ley”, afirma el doctor Serge Kitihoun, director de los servicios médicos de la filial en el país de la Federación Internacional de Planificación Familiar. “Está escrita en francés y no todo el mundo lo entiende. Debemos traducir la ley a las lenguas nacionales para que todo el mundo esté informado. Quienes aún no tengan la información, sin duda recurrirán a abortos inseguros”, asegura.

Raïmath Moriba, presidenta de la organización no gubernamental Femmes Engagées pour le Développement (mujeres comprometidas con el desarrollo), está de acuerdo con esta afirmación y señala que sólo los habitantes de las grandes ciudades saben que se aprobó una nueva ley más permisiva. “Todavía se practican abortos clandestinos”, afirma. En las zonas del país que no tienen conocimiento de la ley, “las mujeres no saben que se han votado leyes como ésta para protegerlas”. “Queda mucho trabajo por hacer”, subraya. Moriba quiere que se establezcan sistemas en los que se denuncie y castigue a las personas sin formación que practiquen o faciliten abortos inseguros.

Kitihoun cree que son necesarios talleres de sensibilización, además de formación para las comunidades y los profesionales sanitarios. En su opinión, hay médicos que se niegan a practicar abortos por motivos religiosos o porque han sido educados en la creencia de que no se pueden practicar.

El profesor Francis Dossou, presidente del Consejo Nacional de la Orden de Médicos de Benín, declaró a la BBC que “hará todo lo posible para convencer a la mujer embarazada de que no interrumpa su embarazo”.

“Sigue habiendo resistencia”, afirma Kitihoun. “Si se modifica la ley, eso no quiere decir que el 100% de la población esté de acuerdo. Debemos seguir trabajando para que la opinión pública esté del lado de la nueva ley”, dice.

Cuando se debatía la ley, el lobby religioso se hizo oír. Los obispos católicos de Benín dijeron que provocaría “una cultura de la muerte”. Moriba sostiene que la cultura del país juega un papel muy importante en las opiniones sobre el aborto. “La cultura beninesa y africana no concibe que una mujer pueda permitirse estar embarazada y luego interrumpir el embarazo. Según las enseñanzas religiosas y espirituales, es como arrebatar la vida a un individuo”, explica.

La cuna del vudú

Benín es un país de unos 13 millones de habitantes, situado entre Togo y Nigeria. El cristianismo y el islam son las dos religiones mayoritarias, pero el país es también la cuna del vudú, que influye en las creencias de la población. “Somos un país de vudú. Prácticamente está presente en todas las familias”, afirma Moriba.

Una mujer puede abortar legalmente, pero la creencia en el karma o en los espíritus puede jugar malas pasadas.

En la puerta de una clínica de planificación familiar de Cotonú, la principal ciudad de Benín, Marie*, de 24 años, recuerda con voz apenas audible el aborto al que se sometió hace una semana. Dice que “no tenía elección”, que sus padres habrían reaccionado mal y que no está en condiciones económicas de criar a un niño.

Cuando se anunció la reforma legal, no estuvo de acuerdo con la misma debido a sus creencias como cristiana evangélica. “Mi experiencia me ha marcado”, explica. “Todavía me siento mal. He pedido perdón a Dios. No volveré a hacerlo. Si pudiera retroceder en el tiempo, me quedaría con el bebé”, asegura.

Añade que también le asustan las implicaciones “espirituales” de sus actos. Todavía planea casarse con el hombre que la dejó embarazada, pero dice que practicará la abstinencia hasta la boda en 2025.

En su clínica, al otro lado de la ciudad, Kitihoun está “extremadamente contento” con una ley que “nos permite trabajar en paz. Ahora podemos ofrecer un servicio médico y salvar vidas”.

*Los nombres se han cambiado para proteger la identidad de los testimonios

Traducido de Emma Reverter.

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