El acuerdo LaLiga-CVC abre una batalla en el fútbol que tiene poco que ver con el deporte y mucho con el dinero

Diego Larrouy

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A mediados de agosto, para cumplir con un calendario que permitirá celebrar este invierno el mundial en Qatar que el régimen lleva años deseando para legitimarse ante el mundo, este fin de semana ha arrancado una nueva temporada de la liga española, conocida comercialmente como Liga Santander. Ha pasado poco más de un mes desde que terminara la Eurocopa y una semana tras la final olímpica de fútbol, y el balón de la máxima competición nacional vuelve a rodar. En el partido inaugural el Valencia se impuso al Getafe la noche del viernes por uno a cero. La primera jornada ha levantado un interés mediático menor, con Messi camino de París, sin grandes fichajes en la competición local y otro gran conflicto en ciernes en el fútbol español. De lo que menos se habla es del partido entre el Celta y el Atlético de Madrid, o el duelo Alavés-Real Madrid. Es el plano económico y no el deportivo el que ha protagonizado la actualidad deportiva. La venta de una parte del negocio de LaLiga a un fondo de capital riesgo, CVC, ha desatado otra tormenta —una más— en el fútbol español.

Para comprender bien esta situación hay que dejar como punto de partida el deporte a un lado y entender que se habla de empresas —clubes de fútbol—, de una patronal —LaLiga—, de una furibunda crisis económica y muchos intereses de negocio, mezclado todo con una larga historia de enfrentamientos personales y luchas de egos que vienen de mucho antes de que se empezara a cocer esta operación.

La operación

El conflicto comienza el pasado 4 de agosto. LaLiga confirma en un comunicado que ha llegado a un “principio de acuerdo” con el fondo de capital riesgo CVC, por el cual inyectaría 2.700 millones de euros a cambio de quedarse con un 10,95% del negocio de los 42 clubes que componen esta organización. Este fondo es conocido en España por estar presente en Naturgy, Deoleo, o las residencias Vitalia y por haber sido propietario de otras competiciones deportivas como la Fórmula 1 o Moto GP. Ahora, desembarca con fuerza en el negocio futbolístico.

El 10% de la aportación del fondo va a LaLiga y el resto se reparte entre los clubes de primera y segunda división. Se hará a través de préstamos al 0% a cuarenta años, en función del reparto de derechos televisivos que tiene cada club, siendo el 70% para innovación tecnológica e infraestructuras, un 15% para deuda y otro 15% para jugadores. A cambio, durante 50 años, el fondo recibiría un 10,95% del negocio generado por LaLiga, lo que incluye el jugoso pastel de los derechos televisivos.

Tres bandos

A partir del mismo momento del anuncio se crean tres bandos en esta batalla, más económica que deportiva. Por un lado, LaLiga, con su presidente, Javier Tebas, a la cabeza. Defiende que este es un acuerdo “histórico” y que ayudará a incrementar el valor del negocio del fútbol en España. Por otro lado, el FC Barcelona y el Real Madrid, los dos clubes con más títulos en España y de los más laureados de Europa, que ya intentaron este año montar una Superliga europea por su cuenta con otros equipos europeos, cargan contra la decisión e incluso el equipo presidido por Florentino Pérez lleva el caso a los tribunales. Aseguran que el acuerdo “hipoteca” durante medio siglo una parte de los derechos televisivos del fútbol, en palabras de Joan Laporta, presidente del club blaugrana. En tercer lugar se sitúa la Real Federación Española de Fútbol, presidida por Luis Rubiales, enfrentado desde siempre con Tebas y que tilda de “ilegal” el acuerdo y entiende que va contra los intereses del fútbol modesto y de aquellos equipos que puedan llegar en los próximos años a la élite del fútbol profesional.

Finalmente, el acuerdo fue aprobado el pasado jueves, 12 de agosto, en una asamblea extraordinaria donde participaron los 42 equipos de primera y segunda división. 38 equipos votaron a favor y cuatro en contra (Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Real Oviedo). Eso sí, la operación ha sufrido variaciones para contentar a los díscolos, aunque finalmente mantuvieron su negativa. Los clubes que no quieran participar y hacer uso del dinero de CVC no tendrán que ceder una parte sus ingresos audiovisuales al fondo. Si finalmente estos cuatro equipos deciden no participar, como se espera, la inversión del fondo menguará, de los 2.700 millones iniciales a unos 2.100 millones, y también su participación en el negocio de LaLiga: del 10,95% inicialmente anunciado a estar entre un 8% y un 9%, según avanzó la patronal del fútbol.

La importancia de la televisión

Como se va viendo, en el centro de todo el asunto hay un suculento pastel, de nuevo más económico que futbolístico: los derechos de televisión en un momento en que las finanzas de los clubes están ahogadas por la caída de ingresos de la pandemia y el derroche en fichajes de los últimos años. Es necesario poner en cifras este negocio para comprender su importancia. La subasta de los derechos nacionales realizada en 2018 para las temporadas 2019/2020, 2020/2021 y 2021/2022 supuso 3.455 millones de euros. A ello se suma el paquete de los derechos internacionales, que entre la 2019/2020 y la 2022/2023 habrá generado para LaLiga 4.485 millones, según datos recogidos por la UEFA. El 42% de los ingresos de los clubes españoles, según este organismo, procede de los derechos audiovisuales nacionales.

Ahora bien, los derechos audiovisuales tienen tras el verano una cita importante y con mucha incertidumbre. LaLiga debe convocar una nueva subasta y los interesados, fundamentalmente Telefónica, ya han advertido que no van a pujar a cualquier precio, un discurso similar al de Orange, la otra operadora que retransmite actualmente el fútbol en España. En otras grandes ligas europeas como Italia o Reino Unido ha habido rebajas del coste de los derechos audiovisuales, tras unos años de burbuja que complicaban sobremanera la capacidad de poder recuperar ese gasto. De hecho, Vodafone ya se desvinculó de esta guerra en 2018. Queda por ver si en España también se pincha la burbuja como está pasando en otros países.

Tebas, el presidente de LaLiga, defendía esta semana tras aprobar el acuerdo con CVC, que el objetivo es que una operación de este tipo ayude a revalorizar los derechos audiovisuales de la competición española. De hecho, estimó que en ocho años el precio de los derechos crecería entre un 30% y un 35%. El organismo ha vendido esta operación bajo el nombre LaLiga Impulso.

El antecedente de la Superliga

Pero no se entendería esta nueva guerra en el mundo del fútbol sin echar la vista hacia la pasada primavera. Entonces, 12 de los clubes más ricos de Europa anunciaron la creación de la Superliga, una competición que rompía con la UEFA, la FIFA y ponía en una situación muy comprometida a las ligas nacionales, que podrían perder a sus equipos más importantes. Aunque nueve de aquellos clubes se dieron de baja, Real Madrid, Barcelona y la Juventus de Turín mantienen el proyecto.

Esta decisión ha elevado la tensión entre la patronal y los dos grandes equipos españoles, los que más títulos de esta competición acumulan en sus vitrinas y más aficionados arrastran. El propio Tebas aseguraba esta semana que el rechazo de estos al acuerdo con CVC se debía al enfrentamiento entre ambas partes por aquella competición.

De nuevo, era el dinero y no el deporte el que abría una guerra entre las empresas y su patronal. Aunque se vendía como una manera de dar más interés a las competiciones futbolísticas, detrás se encontraba el interés de los grandes clubes de gestionar ellos directamente los derechos audiovisuales, sin tener que compartir tanta parte del pastel con los equipos menores. Históricamente Madrid y Barcelona alegan que ellos son los que más ingresos generan y que por tanto debe notarse en el reparto de ingresos. Y así ha sido tradicionalmente.

La larga guerra entre Tebas y Rubiales

La otra guerra que ha reflotado con el acuerdo entre LaLiga y CVC es la que mantienen desde hace mucho tiempo la patronal del fútbol profesional y la RFEF. O más bien, sus presidentes, Tebas y Rubiales. La RFEF no tiene derecho de voto en LaLiga y por tanto no participó en la votación del jueves. Sin embargo, parte de la financiación que reciben las competiciones más modestas, que dependen de la RFEF, procede del dinero que generan la primera y la segunda división. Por ello, en un duro comunicado, la federación cargó contra el acuerdo con CVC, a lo que LaLiga respondió con otro en el mismo tono.

La operación es uno más de los múltiples enfrentamientos públicos que han mantenido ambos directivos en los últimos años. Por poner ejemplos, cuando LaLiga intentó en 2018 celebrar un partido de la temporada en Miami para atraer al público en EEUU, Rubiales cargó contra Tebas tildándolo de “maleducado y desleal”. Cuando un año después la RFEF comenzó a celebrar la Supercopa de España en Arabia Saudí, Tebas acusó a la federación de financiar la competición con dinero procedente del “pirateo” que aquel país hace del fútbol europeo. El último capítulo se vivió hace un mes. Rubiales planteó un nuevo modelo de competición liguera —ahora sí con partidos en Miami— frente al “inmovilismo” de la patronal, y Tebas le respondió acusando al presidente de la federación de “irresponsable”. Todas ellas, disputas más económicas que deportivas.

Y de fondo, la crisis económica de los clubes

Tampoco se entendería la operación LaLiga-CVC y la batalla que ha generado después sin tener en cuenta la situación financiera que vive el fútbol profesional. El cierre de los estadios por la pandemia ha tenido un efecto muy fuerte en los ingresos de los clubes de fútbol y, con ello, en su economía. La propia patronal cifró en 733 millones las pérdidas durante el pasado año. De hecho, 15 clubes llegaron a acudir a la convocatoria de los préstamos avalados por el ICO y solicitaron 350 millones de euros de financiación. Real Madrid y Barcelona cubrieron la mayor parte de esas peticiones.

En resumen, empresas con problemas económicos, choques personales y disputas en el seno de la patronal y un fondo de inversión que llega a hacer negocio con los derechos televisivos. Con esos ingredientes, ha echado a rodar el balón este fin de semana. Al menos, eso sí, será deporte.