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Un año de la reforma laboral que ha reducido los contratos temporales al mínimo histórico del 15%

Hace un año, ni los más optimistas con la reforma laboral esperaban los primeros resultados que está dejando la norma. El Gobierno se propuso, con los sindicatos y la patronal, enfrentar uno de los mayores retos del mercado de trabajo en España: el enorme peso del trabajo temporal y, además, con gran presencia de contratos ultracortos. A la cabeza en la UE y a gran distancia de muchos de nuestros colegas europeos, ninguna reforma había logrado poner coto a esta forma de precariedad que parecía endémica e inevitable. Hasta 2022 y la reforma laboral pactada con los agentes sociales, que ha logrado elevar el empleo indefinido como nunca antes.

Tras una larga negociación, que se demoró 'in extremis' hasta final de año, la fumata blanca del acuerdo social llegó casi en Nochebuena. El Consejo de Ministros aprobó el decreto con la reforma laboral hace justo un año, el 28 de diciembre de 2021, por lo que se ganó más de una broma al coincidir con el Día de los Santos Inocentes. Una jornada que parecía anticipar el caos posterior de la votación en el Congreso, que a punto estuvo de hacer caer la norma. La salvó un solo voto, por error, de un diputado del PP.

La reforma laboral salió adelante y uno de sus primeros efectos fue el aumento de la firma de contratos indefinidos, que pasaron de no suponer ni el 10% de los suscritos habitualmente a alcanzar casi la mitad del total.

Se actuó en varios frentes. Las nuevas modalidades de contratos, que restringían la temporalidad, entraron en vigor en abril. Pero desde enero ya se habían desplegado sanciones más duras a los abusos y se habían encarecido los contratos más cortos con mayores cuotas a la Seguridad Social. Además, el hecho de que existiera un acuerdo social, histórico por ser el primero a tres bandas, hacía que los empresarios fueran parte del proceso y no se declararan en rebeldía frente a los cambios.

En cuestión de meses, y a grandes pasos, se evidenció cómo se disparaban los trabajadores indefinidos y el fuerte desplome de aquellos asalariados con contratos temporales hasta niveles no conocidos. El último balance cifra un mínimo del 15,6% trabajadores con contratos temporales, según los datos de afiliación a la Seguridad Social de noviembre.

Los jóvenes, entre los más beneficiados

Aunque los especialistas en el mercado de trabajo insisten en que se necesita más tiempo, incluso años, para evaluar bien los efectos de la legislación en la temporalidad y el resto de materias que abordó, es innegable que ha motivado ya cambios importantes en la contratación.

Uno de los colectivos que más lo han notado ha sido el de los jóvenes, que han suscrito en muchos casos sus primeros contratos 'fijos'. Ellos son los que más han visto caer el empleo temporal, que era prácticamente la norma, alcanzando a más de la mitad de los asalariados de menor edad.

En el Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz, el mayor impulsor de la norma, y en el de la Seguridad Social de José Luis Escrivá, subrayan en los últimos meses cómo el cambio “es estructural”. Es decir, que el impulso del trabajo indefinido sobre el temporal se afianza en el mercado de trabajo y se puede observar desde ángulos distintos.

Por ejemplo, desciende la temporalidad en todos los sectores y con más intensidad en algunos donde era más elevada, como ilustra el siguiente gráfico con la construcción y la hostelería.

La construcción es un caso particular, porque tenía un contrato temporal (fijo de obra) pactado en la negociación colectiva por patronal y sindicatos, que ahora se ha modificado ligeramente y ha pasado a computarse como indefinido. Otras actividades con gran temporalidad, como la sanidad, no han visto caer tanto los temporales por su gran peso del empleo público, que tiene sus propios procesos de estabilización y donde aún queda mucho por avanzar.

Territorialmente, también se está registrando una caída generalizada de la tasa de temporalidad. Especialmente en comunidades autónomas del sur, donde era más alta.

El papel de los fijos discontinuos

Como en tantas historias, la de la reforma laboral también tiene un protagonista involuntario: los fijos discontinuos, convertidos desde el inicio por la derecha en un foco de críticas y también de bulos. La nueva legislación puso más impedimentos a los temporales, por ejemplo con la eliminación del contrato “por obra o servicio”, el más utilizado y foco de fraudes generalizados. Además, se impulsó el contrato fijo discontinuo –que se usaba bastante poco– para actividades estables aunque intermitentes, que hasta el momento se ocupaban con temporales.

Cuando se produjo el gran descenso de la temporalidad, el PP afirmó que se debía a los fijos discontinuos y que estos eran solo un “cambio de nombre” de los temporales. Ni una cosa, ni la otra. Aunque los contratos fijos discontinuos han aumentado mucho, como se pretendía, el grueso de los nuevos asalariados indefinidos son ordinarios.

Por otro lado, un indefinido no es solo “un cambio de nombre” sino que tiene más derechos que las personas con contrato temporal. En los últimos meses, de caída del desempleo, el PP está insistiendo en otro de sus ataques: que el Gobierno maquilla las estadísticas con los fijos discontinuos, que no figuran como parados. Pero la estadística no ha cambiado desde 1985, insiste el Ministerio de Trabajo. Era la misma que utilizaba el PP en sus mandatos y con la que ahora Isabel Díaz Ayuso presume de caída del paro en Madrid, por ejemplo.

Es cierto que los fijos discontinuos han pasado a tener un mayor peso en el mercado laboral que antes. Por ello, la mayoría de investigadores del mercado de trabajo reclaman más datos sobre sus periodos de inactividad (que no figuran en el paro registrado, aunque sí en la EPA), para poder hacer un seguimiento de esta nueva figura.

¿Y ahora qué?

Tras un año de reforma, una de las cuestiones más relevantes es hasta dónde puede España reducir su empleo temporal. Desde el equipo de Escrivá en el pasado han señalado la referencia europea, donde hay países que no son tan distintos al nuestro en su tejido productivo y que tienen tasas de temporalidad más reducidas. Aunque hemos mejorado mucho, España es el segundo país con mayor temporalidad de la UE, 20,2% en el tercer trimestre respecto al 13,8% de la UE. En este punto, destaca el lastre del sector público, que no está mejorando tanto como el privado.

Hay que dejar tiempo además para evaluar cómo mejora la estabilidad del empleo, más allá de los contratos que se suscriban. Por ejemplo, cuánto duran los indefinidos que se firman ahora, medir cómo están funcionando los fijos discontinuos, si hay abusos de esta figura, etc.

También están pendientes de analizar otras derivadas muy relevantes. El excesivo empleo temporal era un problema más allá del mercado de trabajo. Por ejemplo, por la incertidumbre en la renta de los hogares, con temor continuo a perder el trabajo y no poder hacer frente a sus gastos; por suponer un lastre en la emancipación de los más jóvenes; y por precarizar las condiciones de un gran número de asalariados, que no consolidaba mejoras en sus carreras profesionales.

El tiempo arrojará luz sobre todas estas (y otras) cuestiones, aunque ya hay varias buenas noticias. El Banco de España ha estimado un aumento del consumo en unos 3.000 millones de euros por la conversión de temporales en indefinidos gracias a la reforma laboral.

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