ENTREVISTA

La vida con un matrimonio abierto, según Molly Roden: “Tengo tres novios y un marido y soy muy feliz, pero ha sido duro”

La euforia al conocer una nueva pareja (y la decepción al conocerla de verdad); los problemas para manejar los celos; la alegría de profundizar en el amor de formas inesperadas; la búsqueda de marcos teóricos que den respuesta a su nuevo estatus como mujer casada en un matrimonio abierto… Y, por supuesto, las dificultades que entraña conjugar todo lo anterior con la crianza de dos niños pequeños. 

De todo ello habla el primer libro de Molly Roden Winter, que atrapa desde la primera página. Unas memorias extremadamente francas que nos invitan a explorar los altos y los bajos por los que pasa desde que decide, junto con su pareja, abrir su relación sentimental. 

Tras haber entrado desde su lanzamiento el año pasado en la prestigiosa lista The New York Times Best Sellers azuzando en Estados Unidos la conversación en torno al poliamor y su conjugación con la maternidad, ¡Más! Memorias de un matrimonio abierto (Gatopardo, 2025) se edita ahora en España. Hablamos con su autora.

Lo primero que llama la atención de su libro es la honestidad con la que está escrito. Y no es una novela, sino unas memorias. ¿Cómo se preparó para tal nivel de exposición?

Bueno, en parte tuve que escribirlo como si nadie fuera a leerlo jamás. Y la verdad es que no sabía si alguien lo leería. Mi primer borrador era muy diferente y fue rechazado por muchas agencias y editoriales. Me di cuenta de que había estado evitando ciertos temas, así que volví y empecé de nuevo unas cuatro veces, y la forma en que finalmente lo escribí fue en presente en lugar de en pasado. Eso hizo que todo resultara más inmediato, y daba mucho miedo estar escribiéndolo… A veces, mientras lo leía, tenía que tumbarme y llorar, porque recordaba cosas dolorosas, y también vergonzosas. 

Hay una cita genial —no recuerdo de quién— que dice que en la ficción la pregunta es '¿Qué pasó?', y en las memorias la pregunta es: '¡¿Qué demonios pasó?!'. Al escribirlas, empiezas a conectar los puntos de tu propia vida y piensas: “Cómo pensé que aquello estaba bien” o, simplemente, “¿Cómo lo pude hacer?”.

Escribir en presente me ayudó a meterme en la mentalidad de aquel momento, cuando tenía 35 años o así. La historia cubre diez años, de 2008 a 2018, y yo me puse a escribir a partir de 2020. Así que estaba mirando atrás, viendo otra versión de mí, como explicándome a mí misma lo que había pasado, sin pensar en la audiencia. 

Tras un ejercicio de honestidad tal, ¿cómo ha sido la respuesta de los lectores? 

La manera en que la gente responde al libro es muy bonita, así que siento que cuando eres muy honesta, la historia se vuelve más universal. Aunque alguien no haya tenido un matrimonio abierto o no tenga hijos o no haya hecho las cosas que yo hice, la emoción se siente cercana. Creo que todo el mundo ha sentido vergüenza en su vida. Todo el mundo ha sentido deseo. Todo el mundo se ha sentido estancado o perdido. Así que espero que mi historia permita a la gente sentir esas cosas sin tener que vivirlas. 

Aunque alguien no haya tenido un matrimonio abierto o no tenga hijos o no haya hecho las cosas que yo hice, la emoción se siente cercana

A veces digo que tengo un matrimonio abierto para que el resto no tenga que tenerlo [risas]. No quiero convencer a nadie, sino ser honesta sobre cómo es. Aunque también hay mucha alegría en ello. Escribo también para quienes sí quieren vivir algo así: quiero que vean que es posible.

Ahora que sabe que la lee mucha gente, si tuviera que enfrentarse a un segundo libro, ¿cree que podría escribir con la misma honestidad?

Creo que sí. Siento que ya no tengo miedo. Creo que vivir en un matrimonio abierto es algo valiente: abrir tu corazón y permitir que tu pareja abra el suyo requiere coraje. Y luego compartirlo con todo el mundo, y hablar de ello en público… Ahora todos los miembros de mi familia, incluso mis primos lejanos, lo saben. Además, mis hijos ya son adultos, así que no me preocupa el impacto que pueda tener sobre ellos. Todo el mundo conoce esta parte de mi historia, así que ya no me siento asustada.

El libro, de hecho, empieza con la llamada de uno de sus hijos, que pregunta: “¿Estáis papá y tú en un matrimonio abierto?”. Para la protagonista es un momento aterrador, pero hablando con usted veo que es algo que ya tienen completamente normalizado. ¿Cómo ha evolucionado todo desde aquella llamada?

El hijo al que llamo Daniel en el libro, que no es su nombre real, ahora tiene 23 años, y lo ha leído. Mi hijo menor no lo ha hecho. En el libro escribo algo como: “Ay, qué alivio, parece que Daniel lo lleva bien”, pero más tarde me dijo que, en realidad, fue difícil. Aunque siempre es difícil ser adolescente, y a veces los padres pueden pasar por cosas que son complicadas. Y creo que esto también lo fue.

Pero siento que no habría sido bueno para mis hijos que yo siguiera en ese lugar tan constreñido [la pareja monógama], donde no era feliz. Algunas personas sienten que cuando eres madre nunca puedes ser una persona completa, que estás constantemente pensando: “Ay, ¿qué opinarán mis hijos de esto o de aquello?”. Y no. Suéltalo. Es mejor vivir plenamente, siempre. De hecho, mi hijo mayor, por ejemplo, pasó por una ruptura muy dura este verano, y me llamaba para que lo acompañara y lo aconsejase. Sé que valora mi perspectiva sobre ser fiel a uno mismo y sobre las relaciones. Al final, creo que todo esto ha sido muy bueno para mis hijos y para mi relación con ellos. 

En el libro soy muy honesta sobre las veces en que la relación fue difícil, o las veces en las que quise cerrar el matrimonio

Mi hijo menor no estaba encantado con que escribiera un libro sobre esto, pero bueno: es lo que estoy llamada a hacer. Se está adaptando. No podemos proteger a nuestros hijos de la vida, pero a la vez siempre he sido muy, muy cariñosa con ellos. Si mi hijo pequeño se siente incómodo, no tiene por qué leer el libro. No voy a hablar de ciertas cosas con él. Nunca ha conocido a ninguna de mis parejas, pero mi hijo mayor sí ha conocido a mi pareja de los últimos cinco años, porque quería invitarla a una fiesta de cumpleaños y él iba a estar allí. El pequeño no estaba, así que hablé con mi hijo mayor y le dije: “¿Cómo te sentirías si lo invito?”. Y él dijo: “Genial, ningún problema”. Y lo conoció. 

La vida de su marido también se expone con detalle en el libro. ¿Cómo ha sido eso para él?

No ha tenido ningún problema con ello. Creo que lo más difícil para él es cuando la gente dice cosas en los comentarios [de redes sociales], como “Stewart manipulaba a Molly”, o “Stewart la presionaba”. Y en el libro soy muy honesta sobre las veces en que la relación fue difícil, o las veces en las que quise cerrar el matrimonio. Pero nunca sentí que él fuera a dejarme si cerrábamos el matrimonio. Siempre sentí que su amor por mí era sólido. 

Y ahora estamos muy bien. Somos muy felices. Llevamos casados 26 años ya. Hemos sido abiertos durante 17. Es absurdo que la gente piense que estoy como encadenada a un armario… Es como… tengo tres novios y un marido y soy muy feliz. Pero ha sido duro. Ha sido un camino difícil, y soy honesta sobre eso, pero algunas personas solo quieren hacerlo quedar mal y convertirlo en el villano, y eso a veces es difícil para él. 

Yo ya no leo los comentarios, lo dejo pasar. Pero en general, mi marido es muy comprensivo y nunca me ha dicho que no diga algo; de hecho, al contrario. Leyó mi primer borrador, en el que yo estaba como escondiendo la verdad, y me animó a cambiarlo. Ha sido la persona que más me ha apoyado con todo esto. 

He aprendido sobre mí misma a través del sexo. Y sí, hay otras maneras, pero el sexo, para mí, es una buena

La primera vez que queda con un hombre en el libro, cuenta que se siente libre. Que, por un rato, no es ni esposa ni madre: que es de nuevo usted. Para la protagonista, es un sentimiento nuevo y muy intenso. ¿Cree que es posible alcanzar esa sensación de otra manera, más allá de teniendo relaciones fuera del matrimonio? 

Es una muy buena pregunta. Y creo que sí. Pienso en una amiga que se casó tarde y tuvo a sus hijos cuando tenía como 40 años, que siempre me dice: “Molly, no quiero volver a tener una cita en mi vida”. Ya las tuvo todas en sus 30. Yo no las tuve, así que para ella, ahora que tiene hijos, la libertad se ve de una forma muy distinta; no es el mismo tipo de libertad que yo estaba deseando. Creo que yo tenía cosas que aprender sobre mi propia sexualidad que eran muy profundas.

He aprendido sobre mí misma en un retiro, he aprendido sobre mí misma en la pista de baile con mis amigas y haciendo otras cosas que me hacen sentir libre. Pero, definitivamente, he aprendido sobre mí misma a través del sexo. Y sí, hay otras maneras, pero el sexo, para mí, es una buena. Cada vez que una relación terminaba, sobre todo, era como si me lanzaran de vuelta a mí misma. Y los momentos más duros eran cuando Stewart seguía saliendo con alguien y yo no, porque me sentía muy sola.

Habrá quien lea el libro y diga: “Está llorando todo el tiempo, parece miserable, ¿por qué siguió haciéndolo?”. Pero yo sabía que había algo que estaba aprendiendo, que ahí había algo. Y estoy muy agradecida a mi terapeuta, que seguía preguntándome: “¿Qué significa esto para ti?”. Siento que aprendí muchísimo.

Ha mencionado que, a diferencia de su amiga, usted no tuvo muchas relaciones antes de casarse. ¿Cree que esas relaciones son experiencias que necesitamos para construirnos a nosotras mismas, para vivir la vida que se supone que tenemos que vivir en el siglo XXI? ¿Que si no las experimentamos antes, sentimos que nos falta algo y salimos a experimentarlas después? 

Creo que esa es una muy buena teoría. Me parece que es muy valioso tener esas experiencias, ya sea salir con muchas personas, viajar o simplemente tener libertad e independencia como mujer adulta, en lugar de adscribirse a la manera en que se han organizado históricamente las cosas para las mujeres. Yo conocí a Stewart cuando tenía 23 años y acababa de terminar una relación de cuatro años. O sea, no tenía ninguna experiencia real de estar sola. Y habrá quien diga: “Oh, era muy joven para casarse”, pero no eres demasiado joven si encuentras a una pareja que es capaz de apoyar tu libertad y decirte: “Quiero que tengas las experiencias que necesites para crecer”. 

Y así es conmigo y con Stewart: ambos queremos que el otro siga creciendo y cambiando, y que vaya donde la vida le lleve. Pero también seguimos eligiéndonos el uno al otro. Seguimos queriendo tener una relación con una base sólida, y a nuestros hijos, y nuestro hogar, y nuestras familias. Pero ya no veo las otras relaciones como una amenaza para eso, y él tampoco ve mis relaciones como una amenaza. Es simplemente una manera de seguir explorando. 

Estar casado con una persona y amar a muchas otras es una gran opción. No tenemos por qué limitar el amor

No existe una única forma de hacerlo, pero me gustaría animar a la gente a no asumir que la monogamia es el ajuste predeterminado. Para mí, el matrimonio es un lazo para conectar con otra persona para siempre. Creo que estar casado con una persona y amar a muchas otras es una gran opción. No tenemos por qué limitar el amor.

Es difícil, tal y como se aprecia en su libro, llegar a ese nivel de generosidad en la pareja. Y no solo en términos individuales: hace falta romper todo lo que nos han enseñado sobre el amor, las relaciones, la familia… 

Creo que ese constructo tiene que ser cuestionado. Perjudica a las mujeres, pero creo que el romperlo tiene también un beneficio real para los hombres. Veo cómo Stewart ha crecido al tener otras mujeres en su vida. Siento que me entiende mejor gracias a tener intimidad con otras mujeres. 

Pongo la menopausia como ejemplo: todas las mujeres con las que sale están pasando por la menopausia, así que eso lo hace más sensible al tema en muchos sentidos; lo ha suavizado. Tiene a otras personas con quienes mostrarse vulnerable emocionalmente. Creo que el hecho de que un hombre solo tenga amigos del sexo masculino, dada la forma en que se les enseña a comportarse, es muy limitante.

Ha mencionado que tiene tres compañeros, además de su marido. Sin embargo, debido a lo que se ha dado en llamar mating gap, para las mujeres heterosexuales resulta cada vez más difícil encontrar pareja. ¿Cómo de fácil ha sido dar con nada menos que cuatro hombres con los que tener una relación?

Los hombres poliamorosos quizá estén un poco más evolucionados, pero lo digo con cautela, porque te encuentras de todo. No obstante, me parece que los hombres que son capaces de mantener una relación mientras sostienen otras varias a la vez, es casi como si tuvieran una carta de recomendación de otra mujer. Es como: “Ah, genial, a tu esposa todavía le gustas, o a tu novia todavía le gustas”. 

Quiero que mis parejas tengan otras parejas porque así también se alivia un poco la presión. Siento que, como solo salgo con hombres poliamorosos, puedo tener una vida libre y plena: ninguno de esos hombres tiene que serlo todo para mí, ni siquiera mi marido. El otro día, por ejemplo, hice un ritual durante la superluna con una de mis parejas, y Stewart dio gracias porque yo tuviera esa relación, porque no tiene ningún interés en hacer una ceremonia de la superluna conmigo. Estaba aliviado. Tampoco le gusta bailar, y tengo otro compañero al que le encanta. Cada una de mis parejas alimenta una parte de mí, no necesito cargar todo en una sola.

Los hombres poliamorosos quizá estén un poco más evolucionados, pero lo digo con cautela, porque te encuentras de todo

La entiendo, pero, en la mayoría de las relaciones de pareja, esa función la cumplen los amigos. ¿Por qué en su caso siente que una amistad no es suficiente para ello? 

Creo que hay un nivel de intimidad que solo se desarrolla a través de una relación física. Ocurre algo más profundo y más íntimo. Y yo disfruto mucho de eso. Hay gente que dice que la energía emocional de una sola pareja es suficiente, pero yo no me imagino que la energía emocional de una sola pareja me bastara. Creo que tengo mucha energía emocional, y las relaciones son mi cosa favorita. Me encantan. Me encanta meterme de verdad en alguien y explorar sus profundidades, llegar a un gran nivel de intimidad. 

Más allá de la energía emocional de la que habla, debes invertir también un montón de, simplemente, energía. Además del trabajo, la familia y la vida, ¿cómo encuentra tiempo para mantener cuatro relaciones?

Es verdad que requiere mucho tiempo. Cuando conocí a mi pareja más reciente, hace cuatro meses, no estaba realmente buscando a nadie más, y pensé: “¿Qué estoy haciendo? ¿Es demasiado?”. Pero está funcionando. 

No veo a cada uno de ellos cada semana. De hecho, mi pareja de cinco años acaba de mudarse de vuelta a Australia. Va a estar viniendo cada par de meses. Pero sigo queriéndole, y no hay ninguna razón para terminar la relación. Lo veré cuando pueda y puedo seguir queriéndolo desde la distancia. No pasa nada. Pero sí, el tiempo es un factor.

Ayuda que mis hijos ya son adultos y no viven en casa. Y que mi trabajo es básicamente escribir sobre el matrimonio abierto, así que mientras esté viviendo mi vida y prestando atención, está todo bien [risas].

El libro, sin embargo, comienza cuando sus hijos tienen tres y seis años. ¿Cómo se las apañabas entonces? Porque la maternidad es agotadora y usted era la principal cuidadora de los niños, así que para poder quedar con otras personas necesitaba contratar una niñera o ponerse de acuerdo con su marido. Es decir: tenía que gestionar muchas cosas solo para salir de casa. ¿Cómo encontraba la energía y el tiempo para hacerlo? 

No durmiendo casi nada [risas]. Pero también sentía que, de algún modo, esas salidas me daban energía; era difícil, pero sentía como si estuviera despertando en ciertos aspectos. 

Es importante que una madre se dé cuenta de algo que me parece fundamental: tus hijos se irán, así que es vital mantener nuestra propia vida y nuestra propia identidad

Y hay otra cosa: no fue hasta que ambos niños tenían unos doce y nueve años que empecé a salir más. Los recogía del colegio, hacía los deberes con ellos y pasábamos tiempo juntos. Y luego me decía: “Vale, les preparo la cena y salgo un rato”. Entonces, el mayor tenía que acostar al pequeño, y ellos tan contentos, les encantaba. Como yo quería independencia, se la daba, asegurándome siempre de que estuvieran bien, de que pudieran contactarme y todo eso. Pero nunca llevé un control obsesivo sobre ellos. Los dejaba ser. 

Y creo que es importante que una madre se dé cuenta de algo que me parece fundamental: tus hijos se irán, así que es vital mantener nuestra propia vida y nuestra propia identidad. Si lo sacrificas todo durante esos años, para cuando cumplen 13 o 14 ya están fuera, viviendo en su mundo la mayor parte del tiempo. A veces damos demasiado peso a esos años en que son pequeños, y en realidad hay mucha libertad que podemos darles y mucha libertad que podemos permitirnos a nosotras mismas sin hacer daño a nadie. De hecho, es algo sano.

Durante la lectura del libro, me sorprendía lo vulnerable que se mostraba la protagonista, porque reconocía algo muy doloroso y que a veces lleva mucha vergüenza asociada: que emprendía nuevas relaciones fuera del matrimonio, en cierta medida, porque buscaba validación. No obstante, ahora, hablando con usted, no siento que su búsqueda de otras parejas nazca de ahí. ¿Cómo ha evolucionado a lo largo de este proceso?

Siento que ha sido un viaje de regreso a mí misma. He aprendido a quererme, a valorarme. Para mí, la terapia fue muy importante, así como la honestidad que exige abrir la relación. Escribir el libro me ayudó también a ser honesta conmigo misma. Además, desde hace siete años, medito dos veces al día, y esa experiencia me trae de vuelta a mí misma. Ya no miro tanto hacia afuera. Ya no estoy en plan: “Te necesito”. Sigo queriendo a la gente, queriendo estar con ellos, sintiendo amor y dolor. Pero me siento mucho más fuerte. 

Ahora tengo 52 años y —quiero que las mujeres lo sepan— simplemente va a mejor. Esa es la idea de mi próximo libro también, que estará centrado en la menopausia. Antes me daba miedo envejecer, y creo que, como mujeres, queremos congelar el tiempo, como si nuestras vidas terminaran con la menopausia. “Oh, tengo 50, 60, 70… ¿qué voy a hacer?”. Y no: te conviertes más y más y más en quien eres, y eso se siente increíble.