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Perder la identidad personal al convertirte en madre: “Acabé pensando, '¿quién soy?”

La experiencia de tener hijos continúa afectando en mayor medida a las madres.

Juanjo Villalba

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Rachel Cusk describe la maternidad en su libro Un trabajo para toda la vida como un terremoto que lo reordena todo: la casa, los vínculos, el trabajo, el cuerpo y, sobre todo, la identidad. La protagonista de su libro se siente arrastrada a un territorio donde el “yo” se difumina.

“Observo con horror”, escribe la autora, “como cuando la bolsa se desploma, la caída en picado de mi importancia (…); desarrollo un conocimiento académico de la ingesta calórica de la niña, las horas de sueño, su desarrollo motriz y sus pautas de llanto, mientras que el resto de mi vida parece un pueblo desierto, un edificio abandonado en el que de vez en cuando una viga podrida se parte y se estrella contra el suelo, espantando a los ratones”. 

Esta sensación, la de no saber exactamente quién se es después de tener hijos, aparece una y otra vez en la consulta de la psicóloga social Rosa Rabbani, autora de Maternidad y trabajo. Conflictos por resolver (Icaria). “Llegan muchísimos casos de personas que están tremendamente confusas y agobiadas”, explica la experta. “Hace años solo eran mamás, pero ahora también vienen papás y muchas veces los dos, porque ambos están involucrados en la crianza para lo bueno y para lo malo”.

A pesar de esto último que señala Rabbani, lo cierto es que la experiencia de tener hijos continúa afectando en mayor medida a las madres por razones, hasta ahora, casi inevitables, como veremos más adelante. ¿Hasta qué punto eso es habitual o no? ¿En qué se concreta? ¿Cómo puede gestionarse? Para establecer las dimensiones de ese yo que se estrecha, se congela o se suspende, contactamos con varias madres y expertas en el tema.

Identidad interrumpida

Sin duda, uno de los ingredientes principales para definir nuestra identidad personal es el tiempo. Sin tiempo para uno mismo es imposible siquiera poder pensar en quiénes somos. Por ello, nuestra primera pregunta para las madres entrevistadas es: ¿Cuánto tiempo te dedicas a ti misma cada día? El panorama resulta algo desolador. 

“La ducha. Ducharme sola”, afirma Daniela, madre de un bebé de siete meses y una niña de cuatro años. “Tres horas de gym y una de terapia a la semana. Poco más”, dice, por su parte, Clara, madre de dos hijos de cuatro y ocho años. “Dos o tres horas de gimnasio mientras mi hija está en la guardería” y “una hora y media a la semana, que voy a meditar”, cuentan, respectivamente, Maca y Alicia.

No obstante, a ninguna de ellas les pilló esto exactamente por sorpresa. De hecho, para Clara, la renuncia fue absolutamente consciente y deliberada. “Cuando tuve mi primer hijo decidí borrarme, abandonar mi personalidad”, confiesa. “Yo, en ese momento, quería ser mamá y ya está. Incluso dejé la banda en la que tocaba y paré de componer canciones porque pensé: este grupo se va a acabar porque yo lo que quiero es dedicarme a ser madre y punto”.

Esta actitud tan decidida de Clara, aunque no le evitó la sensación de la que hablamos, no sería una mala forma de actuar según Rabbani. “El conflicto suele surgir cuando el cambio se vive como una imposición, no como una elección”, afirma. “Si una asume que durante un tiempo se va a olvidar de sí misma porque va a concentrarse en su pequeño, eso no supone tanto riesgo. El problema viene cuando queremos seguir conservando la vida que teníamos y esas expectativas son incompatibles. Especialmente durante la crianza temprana”.

La maternidad atraviesa todas las cosas que forman parte de tu vida hasta el punto de que yo acabé pensando 'pero, ¿quién soy?'

Alicia madre de una niña de 9 meses y un niño de cuatro años

Alicia, que tiene una niña de nueve meses y un niño de cuatro años, lo describe de forma tajante: “Mi identidad ha cambiado al 100%. Me he hecho un reset de arriba a abajo. La maternidad atraviesa todas las cosas que forman parte de tu vida hasta el punto de que yo acabé pensando: 'pero, ¿quién soy?”, y recuerda cómo, después de la primera reunión de padres del colegio, se dio cuenta de que se había convertido en “la madre de”.

Esa transición, pasar de ser un sujeto autónomo a convertirse en el nodo de una red de cuidados, se complica todavía más en un marco social y familiar que ya no tiene la capacidad de sostener como antes debido a múltiples causas. Los abuelos no siempre están a mano para ayudar y contratar a alguien para que se quede con el niño o la niña puede resultar caro o, simplemente, no se plantea. 

Daniela lo resume con claridad: “Generacionalmente no nos han preparado para esto… Antes tenían a las madres, a las hermanas, que vivían cerca… ¡Las vecinas si me apuras! Era todo más compartido”.

Amistades que mutan, oportunidades que se desvanecen

Los cambios que implica la maternidad acaban también teniendo sus consecuencias en el círculo social de padres y madres, aunque no siempre de la misma forma. Clara lo siente como una transformación inevitable: “Tu vida social es otra. Mis amigos de antes siguen haciendo lo mismo: van a conciertos, al cine, publican fanzines… Ninguno ha tenido familia. Yo pensaba que quizá en el futuro iría con ellos y con mis hijos, pero no ha sido así para nada”. No obstante, no se ha quedado sola: “En las clases de preparto ya conocí a otras parejas embarazadas y te acabas juntando con ellas porque tienen los mismos problemas que tú y quieres compartirlos con ellos”, explica.

Maca, madre de una niña de dos años y siete meses y embarazada de su segundo hijo, se fija más en los cambios que la maternidad ha tenido para ella a nivel laboral: “Tuve que cambiar el rumbo de mi vida profesional”, admite. “Soy psicóloga, especializada en el ámbito social y comunitario, y tenía unos horarios totalmente incompatibles con ser madre. Terminaba de trabajar a las ocho o las nueve de la noche, turnos partidos, y con un sueldo del mundo de la asistencia social, que son bastante bajos”. En 2020, con su maternidad a la vista, comenzó a estudiar un máster que la capacitó para cambiar a la profesión que ahora tiene, en la que trabaja a media jornada. 

Tu vida social es otra. Mis amigos de antes siguen haciendo lo mismo: van a conciertos, al cine, publican fanzines… Ninguno ha tenido familia. Yo pensaba que quizá en el futuro iría con ellos y con mis hijos, pero no ha sido así para nada

Clara madre de dos niños

Aun así, no todo son pérdidas. Otra de las madres entrevistadas, Alicia, reivindica que la maternidad le sirvió para “expandir” su identidad. “La maternidad me ha convertido en una persona mucho más segura de mí misma. Mucho más fuerte, capaz de confrontar a cualquiera”. 

Alicia se dedica a la educación y siente que ser madre le ha permitido “entender que todos los padres y madres estamos superperdidos. Entonces, me enfrento a los alumnos sabiendo que tienen una madre y un padre que seguramente están igual de perdidos que yo. Eso me ha dado mucha seguridad en mi trabajo y en otras áreas de mi vida. Incluso con mi pareja”.

La escritora y periodista Begoña Gómez Urzáiz, autora de Las abandonadoras (Destino), un libro que reflexiona en torno a la culpa, la crianza competitiva y la madre como sujeto creativo, recuerda que cada experiencia está atravesada por el contexto material: “Siempre hay que poner el dinero sobre la mesa: por qué puedes hacer la crianza como la haces y qué implica”, señala. “En mi caso, la hago en circunstancias más privilegiadas que la mayoría. También es cierto que tuve a mis dos hijos siendo trabajadora autónoma sin ingresos fijos y eso también afectó a cómo hice ese cambio de rol en los primeros meses de vida de mis hijos. Nunca pasé a sentirme ‘solo madre’ porque sencillamente no pude permitírmelo”.

"No pasa nada porque tu yo desaparezca durante un tiempo mientras te concentras en tu hijo siempre y cuando en algún momento tu identidad vuelva de nuevo".

Pareja, identidad y el reparto imposible al 50/50

En muchos casos, la maternidad supone una dura prueba para la estabilidad de la pareja. El cansancio, la falta de tiempo de calidad, los problemas e incluso las apreturas económicas, pueden tensar la relación hasta ponerla al borde de saltar por los aires. Para Clara, el impacto ha sido directo: “Lo que más ha sufrido, en mi caso, es la pareja”, confiesa. “Hemos tenido muchos problemas, muchas crisis. De hecho, ahora mismo estamos en terapia para ver si podemos salvar la relación”.

En la fase más inicial del posparto, tuve una ruptura muy grande con la realidad porque me di cuenta de lo imposible que era repartir las tareas entre mi pareja y yo al 50%

Otras de las entrevistadas hablan también de la presión que sienten por tener que sostenerlo todo. Tareas y deberes que, en algunos casos, son intransferibles. Una de ellas confiesa: “En la fase más inicial del posparto, tuve una ruptura muy grande con la realidad porque me di cuenta de lo imposible que era repartir las tareas entre mi pareja y yo al 50%”, recuerda. “Eso me generó mucho malestar, rechazo. Tuve que trabajar mucho yo misma y también hablarlo con mi pareja. Aceptarlo. Quien gesta es mi cuerpo, quien pare es mi cuerpo, quien lacta es mi cuerpo, quien vive un posparto, unos sangrados, unos puntos, es mi cuerpo. Es algo que cuando hablo con amigas que empiezan sus maternidades, les digo: ‘hazte a la idea, no pasa nada ni está mal, es una realidad, casi que biológica, el 50/50 no puede ser”.

El retorno: cómo reaparece el yo después de la niebla

A pesar de los problemas, no todo está perdido. Las entrevistadas coinciden en que el yo vuelve, aunque no siempre como antes. Rabbani lo plantea así: “No pasa nada porque tu yo desaparezca durante un tiempo mientras te concentras en tu hijo siempre y cuando en algún momento tu identidad vuelva de nuevo”.

Gómez Urzáiz, describe ese retorno con una imagen muy potente: “Es como volverse a poner tu vestido favorito después de mucho tiempo. Te miras al espejo y piensas: ‘ah, que seguías aquí’. Es un momento emocionante de vivir y de contemplar que algunas personas emprenden a los dos años aproximadamente de tener un hijo. Otras más tarde, otras nunca”.

La identidad siempre va a ser nueva porque una no sale igual de una cosa así. Y está bien, es como una oportunidad para reconfigurarse

Begoña Gómez Urzaiz periodista y autora de 'Las abandonadoras'

El retorno de Clara ha ido un poco en esa dirección: después de años sin música, reapareció su impulso creativo tras una revelación en un festival: “Un día, me escapé al Festival In-Edit y, viendo una película se me encendió la luz y dije, ‘ostras, no puedes esperar. Ya tienes 43 años y no puedes esperar al año que viene porque nunca vas a tener más tiempo’. Entonces busqué recuperar mi esencia musical, volver a componer y volver a buscar gente para tocar música. Desde hace dos años he retomado mi proyecto musical y quedo con una mami del cole una hora a la semana para ensayar”.

No obstante, en opinión de Begoña Gómez Urzáiz, la maternidad no devuelve a casi ninguna mujer a la identidad previa. Pero no hay que ver eso como algo negativo. “La identidad siempre va a ser nueva porque una no sale igual de una cosa así. Y está bien, es como una oportunidad para reconfigurarse”, afirma.

Para terminar, podemos quedarnos con el mensaje final de Rabbani que suena casi como un mantra: “Todo está bien. Todo va a ir bien”, asegura. Y confiesa: “Cuando vuelvo a rememorar la etapa de crianza de mis propios hijos, recuerdo momentos duros, pero también muchos momentos buenos y tenemos que disfrutarlos. Sin remordimientos”.

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