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Flandes pone una pica en Dinamarca

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El tríptico del Tour de Francia en Dinamarca ha ido claramente de más a menos. Una contrarreloj con un circuito urbano imponente y la emoción añadida de correr sobre la ayuda dejaron una pugna entre los favoritos desde el primer día. En la segunda etapa, el paso por el infinito puente Gran Belt ofreció bellas imágenes aéreas, susto en forma de caídas -¿ese corredor del Total Energies estuvo en riesgo de haber caído al mar o solamente fue un efecto óptico?- pero ninguna conclusión en forma de ataques o pelea y la tercera ha acabado en un cantado esprint tras una fuga inútil de un solo corredor para mayor gloria del local Magnus Cort Nielsen, que viste el 'maillot' de la montaña.

El público sí que ha respondido y ha colmado las cunetas. El país también se ha volcado, incluido algún 'royal' aplaudiendo el paso del pelotón. Los primeros espadas daneses se han dejado ver. La inversión ha sido rentable seguramente en lo económico y en ese espejo se mira Euskadi de cara a lo que ocurrirá el año que viene, aunque el recorrido anunciado parece algo más emocionante y competitivo en lo deportivo. La jornada del domingo, que además competía en horario con la Fórmula 1, no ha cumplido las expectativas.

En la carretera, Flandes ha puesto una pica en Dinamarca. El Quick Step, sin el campeón del mundo, Julian Alaphilippe, y sin el corredor que aspiraba al récord de etapas ganadas en la historia, Mark Cavendish, ha sabido ganar dos de las tres etapas y vestir de amarillo y de verde. Y el antuerpiense Wout van Aert -estos apellidos se escriben con minúscula- ha repetido en el segundo puesto en los tres días y va camino de ser el corredor total de su generación. Dylan Groenewegen no es flamenco pero sí neerlandés y se ha redimido de la caída que causó hace dos años.

Ahora la carrera para y se traslada al Hexágono. La cuarta etapa imita a las de las Cuatro Días de Dunkerque y la quinta es una pequeña dosis de París-Roubaix. Las audiencias aspiran a que no haga falta llegar a la montaña para que la competitividad entre escena. Puedes leer aquí la guía de la carrera.

El tríptico del Tour de Francia en Dinamarca ha ido claramente de más a menos. Una contrarreloj con un circuito urbano imponente y la emoción añadida de correr sobre la ayuda dejaron una pugna entre los favoritos desde el primer día. En la segunda etapa, el paso por el infinito puente Gran Belt ofreció bellas imágenes aéreas, susto en forma de caídas -¿ese corredor del Total Energies estuvo en riesgo de haber caído al mar o solamente fue un efecto óptico?- pero ninguna conclusión en forma de ataques o pelea y la tercera ha acabado en un cantado esprint tras una fuga inútil de un solo corredor para mayor gloria del local Magnus Cort Nielsen, que viste el 'maillot' de la montaña.

El público sí que ha respondido y ha colmado las cunetas. El país también se ha volcado, incluido algún 'royal' aplaudiendo el paso del pelotón. Los primeros espadas daneses se han dejado ver. La inversión ha sido rentable seguramente en lo económico y en ese espejo se mira Euskadi de cara a lo que ocurrirá el año que viene, aunque el recorrido anunciado parece algo más emocionante y competitivo en lo deportivo. La jornada del domingo, que además competía en horario con la Fórmula 1, no ha cumplido las expectativas.