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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

Mondragón, la reputación también mata

La mayoría de ustedes no conocen a las personas que se sientan en el Consejo General del Grupo Mondragón. Yo les conozco y tengo una imagen y un criterio de ellos. La mayoría de ustedes pensará en este grupo como si fuera un consejo de administración de una gran corporación y me temo que no es así. En la sede del grupo en una ladera de Mondragón que mira al monte Udalaitz, este grupo de personas se sienta en una mesa redonda en una sala sin ventanas. Desde allí marca y coordina la estrategia global de un grupo federal. Mondragón padece y ha padecido la crisis como el resto de las empresas y ciudadanos, pero el concurso de acreedores de uno de sus emblemas, Fagor Electrodomésticos, ha dañado su reputación y esa es una variable en la que el grupo no se encuentra cómodo y, por desgracia, parece que nadie quiere perdonarle.

En el momento que se abrió la crisis de Fagor Electrodomésticos escribí en esta páginas que el modelo de Mondragón funciona. Y aseguro que debe seguir funcionando. Desde la cooperativa pelea un grupo de crédulos cooperativistas por hacer de su fundador,José María Arizmendiarreta un santo. No sé si lo será, pero les aseguro que hizo un milagro que se llama hoy Mondragón, generador de riqueza y bienestar. Un cura que aplicando la visión social de la Iglesia Católica se convirtió en el fundador de un grupo empresarial de estructura federal que debería ser estudiado en todas las escuelas de negocios. Tanto su figura como el grupo.

No quiero hablar de Txema Gisasola. Ahora es fácil subirse a la ola y machacarle. Le deseo lo mejor en lo profesional y lo personal. No lo quito ni le pongo responsabilidades, porque no es este el objeto de estas líneas. Quiero hablar del problema de reputación de Mondragón. La crisis de Fagor Electrodomésticos les daña día a día y arrastra a cualquier cosa que lleve el sello del grupo. Probablemente la más afectada, especialmente por tener un negocio ligado al consumo directo, es Eroski. Todos los días hay alguna noticia (y siempre negativa en su tono) sobre las aportaciones o sobre su deuda. Sepan ustedes que Eroski va a cerrar el acuerdo de refinanciación con la banca en breve. Sepan también que a Eroski le duele en el alma la imagen de que han engañado a los inversores. Estoy seguro de que hay quien compró engañado, pero también otros que no y que pensaron que era un chollo. La realidad es que era un producto de renta variable y, por lo tanto, cargado de riesgos. Eroski ha puesto sobre la mesa una oferta muy generosa. Es voluntaria y el que guste siempre podrá ir a los tribunales a reclamar otra cosa, pero es muy generosa, pese a que el afectado siempre pedirá más. Es comprensible.

Pero Eroski se desangra en reputación y lo hace todo el grupo. El concurso de Fagor Electrodomésticos es grave, pero más grave me parece aún el daño que está sufriendo en su imagen el grupo. Los ataques llegan del fuego enemigo, pero también del amigo. Hablamos de un grupo que ha tenido y tiene en el empleo su principal máxima y en el empleo de calidad. Ser un cooperativista del grupo era un orgullo, pero eso no implica que pueda haber crisis, pero en ellas también el grupo busca preservar el empleo. Se lo pueden creer o no, pero es así.

Vuelvo a ese Consejo General en cuyas manos está la designación del futuro presidente y encauzar el riesgo reputacional, que editoriales, artículos de prensa y declaraciones de miembros gubernamentales se han empeñado en dañar. Y en muchas ocasiones con escaso fundamento. Este grupo de hombres y mujeres tiene la obligación de dar un giro histórico. No hablo de cambiar los principios cooperativos. Mondragón tiene la obligación de la transparencia y el empleo porque ambos valores son parte de la esencia del cooperativismo. Y las instituciones y los medios la obligación del rigor porque un buen titular o una declaración jugosa no justifican violar dicho rigor.

La mayoría de ustedes no conocen a las personas que se sientan en el Consejo General del Grupo Mondragón. Yo les conozco y tengo una imagen y un criterio de ellos. La mayoría de ustedes pensará en este grupo como si fuera un consejo de administración de una gran corporación y me temo que no es así. En la sede del grupo en una ladera de Mondragón que mira al monte Udalaitz, este grupo de personas se sienta en una mesa redonda en una sala sin ventanas. Desde allí marca y coordina la estrategia global de un grupo federal. Mondragón padece y ha padecido la crisis como el resto de las empresas y ciudadanos, pero el concurso de acreedores de uno de sus emblemas, Fagor Electrodomésticos, ha dañado su reputación y esa es una variable en la que el grupo no se encuentra cómodo y, por desgracia, parece que nadie quiere perdonarle.

En el momento que se abrió la crisis de Fagor Electrodomésticos escribí en esta páginas que el modelo de Mondragón funciona. Y aseguro que debe seguir funcionando. Desde la cooperativa pelea un grupo de crédulos cooperativistas por hacer de su fundador,José María Arizmendiarreta un santo. No sé si lo será, pero les aseguro que hizo un milagro que se llama hoy Mondragón, generador de riqueza y bienestar. Un cura que aplicando la visión social de la Iglesia Católica se convirtió en el fundador de un grupo empresarial de estructura federal que debería ser estudiado en todas las escuelas de negocios. Tanto su figura como el grupo.