Medio siglo sin 'Txiki' y Otaegi, los últimos fusilados vascos del franquismo
Reconocidos como víctimas en 2012 por ser ejecutados por un régimen ilegítimo, el aniversario ha reabierto el debate sobre su condición de miembros de ETA
Gran lona de homenaje a 'Txiki' y Otaegi, este mes de agosto en Zarautz SORTU
Este sábado, 27 de septiembre, se cumplen 50 años de otro sábado, el de 1975, cuando se produjeron los cinco últimos fusilamientos de la dictadura franquista. Quedaban menos de dos meses para la muerte de Francisco Franco y el Estado ejecutó a José Humberto Baena, Ramón García y José Luis Sánchez, miembros del FRAP, y a Juan Paredes Manot 'Txiki' y Ángel Otaegi, de ETA. El decreto 2227/1975 del jefe del Estado indultó a otros seis condenados a muerte por delitos de terrorismo, pero el dictador no atendió las protestas internas y externas, incluidas las del Vaticano, a modo de réplica de las que se produjeron con éxito en 1970 con motivo del Proceso de Burgos.
El partido Sortu, pieza principal de la coalición EH Bildu, ha convocado este sábado un homenaje nacional en el pabellón Anaitasuna de Pamplona. No es algo excepcional. Cada año, por el 27 de septiembre, celebra el denominado 'Gudari eguna'. En Zarautz, localidad de residencia de la familia de 'Txiki', nacido en Extremadura, ya se ha celebrado un primer acto institucional este viernes y se aprobó una declaración institucional unánime entre el Gobierno local, de PNV y PSE-EE, y la oposición, EH Bildu. Eso sí, no se autorizó una exposición al entenderse que no ponía de relieve suficientemente la verdadera cara de ETA. Una gran lona con los rostros de 'Txiki' y Otaegi fue retirada este verano entre críticas. No así en Azpeitia, lugar de nacimiento de Otaegi, según sus familiares. La exposición también se ha celebrado, al igual que un acto institucional por acuerdo igualmente unánime, aunque en este municipio guipuzcoano solamente están representados EH Bildu y PNV.
Las familias de los fusilados no olvidan aquellas horas previas a la ejecución. “En casa, estamos reviviendo aquella época estos días. Este aniversario es un poco especial”, señala al otro lado del teléfono, entre entrevista y entrevista, Mertxe Urtuzaga, prima de Otaegi. Ella tenía doce años en 1975. Cuenta que su tía, la madre del condenado a muerte, “se puso muy mal” cuando un sargento de la Guardia Civil de Azpeitia fue a casa y les informó de la noticia, de que “estaba en capilla”. “Partieron inmediatamente a Burgos. Sólo iba a poder verle la madre”, recuerda.
Llegaron de madrugada a la capital castellana. “La tía no podía caminar. La tuvieron que meter en brazos”, explica Urtuzaga. La mujer fue cacheada y recibida, con su hijo aún vivo, por un capitán militar. La pena la había impuesto la jurisdicción militar en aplicación de las leyes antiterroristas de ese tramo final del franquismo. “Lo primero que le dijo es que, si querían llevarse el cuerpo, tenían que tener preparadas 50.000 pesetas para los gastos de la funeraria. También que no querían ningún jaleo [en la recepción de los restos mortales]. Si no, no iban a saber dónde lo enterrarían”, explica la prima del fusilado. “La tía no estaba para eso. Fueron los amigos los que reunieron el dinero [una suma muy relevante para la época aunque ahora apenas sean 300 euros al cambio] y pagaron a la funeraria. Eso sí, poco tiempo después un anónimo de San Sebastián ingresó otras 50.000 pesetas para dárselas a la madre. Nunca supimos quién fue”, agrega. Apenas pudo estar cinco minutos con Otaegi. Tenía 33 años.
Copia de la servilleta escrita por Paredes antes de morir ELDIARIO.ES/EUSKADI
José Manuel Bujanda, de 72 años, fue compañero de 'Txiki' en la clandestinidad. Ambos militaban en la rama 'polimili' de ETA. “Era un hijo de Extremadura, de 21 años. Procedía de una familia que aterrizó en busca de mejor vida en Zarautz. Empezó en los círculos de EGI, las juventudes del PNV, practicaba montañismo, ... Éramos culturamente muy diferentes. Yo de familia clásica donostiarra, católico; él, en cambio, extemeño, admirador del 'Che' Guevara. Nos tuvimos que escapar al otro lado [a Francia] en paralelo. Nos conocimos cuando nos pusieron una cita en una iglesia de San Sebastián, en el sexto escalón de la entrada. 'Soy 'Txiki'', me dijo. 'Soy 'Bixar'', respondí”.
Esto se produjo a mediados de agosto de 1974. Convivieron en Iparralde hasta febrero de 1975. “No sabía euskera. Era consciente de que estando en ETA eso era relevante. Le empecé a enseñar unas pocas cosas. Me pidió conocer canciones típicas y le enseñé el 'Euzko Gudariak'. Trabajo me costó. La primera estrofa, bastante bien; en la segunda empezaba a resbalar”, rememora Bujanda. Cuenta la anécdota porque, poco antes de ser fusilado, en su caso en Barcelona, empezó a cantar la canción. “Sus últimas palabras fueron las que yo le enseñé. Me ha impactado toda la vida”, asevera.
'Txiki' y 'Bixar' separaron sus caminos meses antes de la ejecución. Nunca se volvieron a ver. Todavía entonces no sabían su verdadera identidad. “Lo supe cuando leí que lo habían detenido en Barcelona. Para mí, siempre era 'Txiki'”, explica Bujanda. Se enteró de la noticia de la ejecución preso en Pamplona, en el viejo penal ya clausurado. La noche anterior se amotinó con otros compañeros -“sacamos ikurriñas artesanales”- pero depusieron su actitud cuando llegó la Guardia Civil. Iniciaron una huelga de hambre de protesta en las celdas de castigo, pero fue inútil. “El 27 amanecimos con un grito entre los barrotes. 'Hil dituzte'. Los han matado. El quiebro emocional me dura hasta hoy”, señala Bujanda.
En 2012, el Gobierno vasco del socialista Patxi López inició el camino para reconocer a las víctimas de violencia policial. La consejera encargada del asunto era Idoia Mendia y fichó como asesora a Manuela Carmena, luego alcaldesa de Madrid. Se trata de un marco complementario al de las víctimas del terrorismo (de ETA o del GAL) y de la Guerra Civil. 'Txiki' y Otaegi fueron los primeros en ese listado de los mal llamados “abusos” policiales y percibieron una indemnización de 135.000 euros. Próximamente, el Instituto de la Memoria (Gogora) realizará también un análisis del impacto de estos fusilamientos dentro de unas jornadas en torno al medio siglo del final del franquismo.
El actual director de Gogora, el socialista Alberto Alonso, se expresó así en una entrevista con este periódico en agosto: “Una vez más, volvemos a ese contexto de la víctima victimario. Es verdad que eran dos militantes de ETA y así quedó acreditado. Pero también es verdad que tuvieron un juicio sin ningún tipo de garantías judiciales, que fueron víctimas de un régimen que decidió fusilarlos porque así le interesaba en un momento dado. Fueron unos fusilamientos por parte del Estado, que intentaba era atemorizar a la sociedad, meterla en casa en un momento de pura ebullición social”.
Estas reflexiones y otras en otros medios de comunicación han generado polémica política, aunque también el PNV ha sostenido una postura similar y ha pedido a la izquierda abertzale que no “instrumentalice” la conmemoración de esta medio siglo para legitimar la violencia de ETA. “Son un referente de lucha antifascista y de búsqueda de mundos mejores”, despejó la dirigente Nerea Kortajarena. El dirigente de Sortu y de EH Bildu Arkaitz Rodríguez ha añadido que le parece una “provocación” que el mismo día la Guardia Civil haya convocado un acto público en Bilbao y el jefe del Estado, Felipe VI, haga una visita a Navarra.
“Quienes hemos sufrido el terrorismo nunca hemos defendido la pena de muerte ni el uso del terror como respuesta al terror. Nuestra postura ha sido siempre inequívoca: detener a los responsables, juzgarlos con todas las garantías propias de un Estado de Derecho y, si se demuestra que son culpables, condenarlos. Cualquier acción que se aparte de este marco legal, provenga de donde provenga, merece nuestra condena más rotunda, también los fusilamientos de 'Txiki', Otaegi y los tres miembros del FRAP [...]. Pero hay una verdad incómoda que algunos se empeñan en ocultar: los cinco eran miembros de organizaciones terroristas y causaron víctimas mortales. Esta ocultación es especialmente obscena por parte de la izquierda abertzale en lo que respecta a 'Txiki' y a Otaegi. 'Txiki' estuvo implicado en el asesinato de los policías José Díaz Linares en San Sebastián el 29 de marzo de 1975 y Ovidio Díaz López en Barcelona el 14 de septiembre de 1975. Otaegi fue colaborador necesario en el del guardia civil Antonio Posada Zurrón el 2 de abril de 1974 en Azpeitia. Estos hechos están documentados por fuentes contrastadas”, ha escrito, de su lado, Consuelo Ordóñez, de Covite, que ha denunciado que se haya glorificado en fiestas populares a estas figuras.
“En muchos pueblos, en fiestas, han puesto pancartas. Pensar que se acuerda todavía la gente, te da fuerzas. Pero oyes algunas declaraciones que... A 'Txiki' y Otaegi no les dieron un juicio justo. Se les reconoció como víctimas. Que un director de Gogora les compare con los franquistas me parece vergonzoso”, señala la prima de Otaegi preguntada a este respecto. Bujanda, en 1996, se afilió al PNV después de pasar por Euskadiko Ezkerra, el partido surgido de los 'polimilis' y que acabó fusionado con la federación vasca del PSOE. “Mario Onaidia evolucionó. Yo evolucioné. 'Txiki' y Otaegi no tuvieron esa oportunidad. Lo que me revienta es que la izquierda abertzale de hoy los haga suyos, como símbolo, como referente, con el solo objetivo de blanquear y legitimar a ETA militar durante la democracia. No eran suyos. Eran de ETA político-militar”, señala quien llegara a ocupar altos cargos en el Gobierno de Urkullu. Este periódico no ha podido contactar con la familia Paredes.
A 'Txiki' le acompañaron en sus últimas horas en Barcelona uno de sus hermanos, Mikel, y la abogada Magda Oranich, que ahora tiene 80 años y que también ayudó a Salvador Puig Antich. Como ya no le quedaba papel para sus despedidas, Mikel le dejó al condenado a muerte una servilleta de bar. En ella, 'Txiki' puso unas palabras “para Bixar”. Bujanda conserva todavía hoy una copia del original que le dieron en un mitin en Añorga tras la amnistía que le dejó en libertad. El verdadero lo ha donado a un archivo histórico. Lo que le dedicó eran unas palabras del 'Che': “Mañana, cuando yo muera, no me vengáis a llorar. Nunca estaré bajo tierra. Soy viento de libertad”.
elDiario.es/Euskadi
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