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24 años después de su muerte, el artista alemán Vostell sigue educando contra la guerra

Con la obra titulada "Los fuegos", Vostell denuncia las agresiones a la naturaleza

Inmaculada Franco

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Cualquier persona que decida ir al Museo Vostell Malpartida para conocer la exposición 'El Arte que Quema', que se inauguró el pasado 14 de octubre, con motivo del 90 aniversario del nacimiento del artista alemán que da nombre al museo, Wolf Vostell, se va a encontrar con una imagen que le impactará, sin duda. Se trata de la obra '“Los fuegos', un montaje en el que se pueden ver varios perros muertos, disecados, con numerosos cuchillos clavados por el mango, y apuntando hacia arriba con sus filos puntiagudos.

Una vez que entras en la sala, casi te chocas de frente con el montaje. Las facciones de los perros, sus fauces abiertas, muestran dolor, un gran sufrimiento. Se encuentran sobre un lecho de pimentón de la vera, que impregna la sala de su característico olor, porque como explica, en declaraciones a este diario, el director del museo, José Antonio Agúndez, “el arte no sólo debe percibirse por los ojos, sino también por otros sentidos, en este caso por el olfato”.

Con esta obra, que se expuso por primera dentro del proyecto “Tren Fluxus”, que pasó por varias ciudades alemanas, en 1981, y en la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) de Madrid, en 1984, Vostell pretende hacer una llamada de atención, “viene a decirnos que todo lo malo que hagamos a la naturaleza, ésta nos lo va a devolver, la naturaleza herida se convertirá en naturaleza hiriente”.

La exposición cuenta, además, con obras de gran formato en la que el artista alemán, de reconocido prestigio en todo el mundo, muestra de manera recurrente su rechazo a la violencia, a la guerra. De hecho “de niño tuvo la desgracia de vivir la Segunda Guerra Mundial”, algo que le dejó marcado, y que le sirvió de inspiración en sus obras para impactar al espectador sobre el horror de los conflictos bélicos.

Precisamente, una de las obras de esta nueva exposición se llama 'Bombardero de barras de labio“', de 1968. En ella se puede ver cómo un bombardero lanza misiles, que no son otras cosas de barras de labio de color rosa.

Vostell denunciaba con este cuadro la guerra de Vietnam y para hacerlo se inspiró en el Manifiesto Happening “En vez de bombas”, que se leyó en Nueva York, el 26 de marzo de 1966, en protesta contra la guerra de Vietnam, en el que se decía que, en lugar de bombas, los aviones estadounidenses debían lanzar desde el cielo vietnamita palomitas, barras de labios, tartas de nata, hamburguesas, ligueros, discos de los Beatles, Coca-Colas, pienso para los pollos o sujetadores, pero nunca bombas.

Declaró los derechos humanos como una obra de arte, y nombro a “La paz como la mayor obra de arte”, en 1973.

Otro de los cuadros de la nueva exposición es el de una paloma de la paz, que hizo con su mujer, Mercedes Guardado Olivenza, con técnica batik, en el año 1958, justo el año en el que la conoció en la localidad cacereña de Guadalupe, a donde el artista alemán viajó con un amigo para conocer las obras de Francisco de Zurbarán que se encuentran en el Monasterio guadalupense.

Allí Mercedes ejercía de maestra, y desde el “minuto uno se establece entre ellos una relación amorosa” que acaba con una rápida boda en la capital cacereña, ciudad donde él realiza su primera exposición, en concreto, con los cuadros que pintó en Guadalupe y cuya serie lleva el mismo nombre. Fueron expuestos en los famosos Salones de Educación y Descanso.

De regreso a Colonia

España estaba bajo el régimen franquista “y no era la mejor época para trabajar aquí”, así que Vostell se fue con su mujer a Colonia donde consiguió encumbrarse como artista de alto prestigio a finales de los años 50 y durante la década de los 60. “Había verdaderos forofos de Vostell”, y él tuvo una gran actividad por toda Centroeuropa.

En 1974, en una visita a Trujillo con su amigo el pintor Juan José Narbón. éste le habló del Paraje Natural de Los Barruecos y le animó a conocerlo. Allí Vostell se quedó maravillado, “nombrando a los Barruecos, desde ese mismo momento, obra de arte de la naturaleza”

Ahí el artista alemán conoce Malpartida de Cáceres, “una curiosa analogía con Berlín, que también era una ciudad mal partida”, entonces por el muro que separaba a la Alemania Oriental de la Occidental.

Esas enormes moles de piedra amontonadas que forman Los Barruecos en Malpartida de Cáceres hacen que el artista decida integrar su obra dentro de ella, primero con la obra denominada 'Viaje de (h)ormigón por la alta Extremadura' (Voaex), en la que se muestra un coche estampado contra el hormigón, y otra denominada 'El muerto que tiene sed'.

A pesar de que Vostell nunca llegó con la intención de hacer un museo, conocer Los Barruecos le hizo planteárselo. Habló con el alcalde de Malpartida de Cáceres de entonces, que era Juan José Lancho, que no sabía nada de Vostell, ni de los movimientos artísticos en los que se movía: happening, fluxus, videoarte, décollage…un sinfín de términos que le resultaban, a cada cual, más extraño.

Pero se dio la circunstancia de que en esos años se creó la Universidad de Extremadura, que contaba con profesores jóvenes como María del Mar Lozano Bartolozzi, ahora catedrática de Historia del Arte, y Francisco Sánchez Lomba, que le hablaron de la importancia artística de la obra de Vostell y de su prestigio internacional. No contento con ello, Lancho viajó con Vostell a Barcelona a conocer a Dalí, con quien el artista alemán mantenía una buena amistad. Y después se fue a Berlín “para conocer de cerca el entorno de artista y su repercusión allí”.

El alcalde, informado de la importancia del artista, decidió cederle un antiguo lavadero de lana, que acaba de adquirir el municipio para que él pudiera mostrar su obra.

“El museo está hoy donde está por esta puerta”, Agúndez se refiere a la puerta a la que, desde el museo, se accede al entorno natural de los barruecos, antecedido por una gran charca, que sirve de espejo para reflejar las grandes moles de piedra, que adquieren el nombre de barruecos, porque “etimológicamente, barrueco viene de barroco, de verruga, de formas irregulares”.

“Si esta puerta no hubiera estado aquí, el museo tampoco lo estaría, porque esta puerta lo que hace es separar el sonido de la vanguardia, del sonido de la naturaleza”, una naturaleza que Vostell amaba y, más aún, le encantaba que se “entrometiera” entre sus obras.

De hecho, una de las imágenes más llamativas del museo es la denominada 'Depresión endógena'. Muestra numerosas televisiones y radios antiguas sobre pupitres de escuela también muy antiguos, con los que Vostell alertaba del peligro de los medios de comunicación como medios para alienar y no para educar. Nos decía, que, sin criterio para discernir, las televisiones y las radios podían nublar nuestra razón.

Todas ellas se encuentran cubiertas de heces de golondrinas y de otras aves, porque durante un tiempo el viejo lavadero de lanas no tuvo ventanas, “pero a Vostell eso le encantaba, que la naturaleza formara parte de su obra e interaccionara con ella enriqueciéndola”. Entre las radios y las televisiones, cuando se ha llevado esta obra a otros países, se han paseado animales, pavos en Estados Unidos y pavos reales en París.

Tras este montaje, se encuentra otra de las imágenes que en más publicaciones aparecen cuando se habla de Vostell, es la denominada 'Fin de Parzival', y es la única de esta sala que no es del artista germano, sino de Dalí.

Agúndez explica que Vostell y Dalí, entre los que siempre hubo un gran feeling, decidieron hacerse un regalo o más bien un intercambio. Vostell le regaló la obra 'Obelisco de televisiones' que se encuentra en uno de los patios de entrada del Museo Gala Dalí de Figueras, y a cambio Dalí, no le hace una obra, pero le da la idea.

“Le cuenta a Vostell que, una vez, viendo la ópera Parsifal, de Wagner, en París, 1929, cuando bajaba el telón imaginaba bicicletas bajando una detrás de otra, y que él tenía que hacer un telón así, pero no con bicicletas, que ya eran piezas de museo, sino con motos”.

Así, en 1988, un año antes de la muerte de Dalí, se inaugura el 'Fin de Parzibal', un mural hecho con motos Sanglas, utilizadas por las policías municipales durante el franquismo, e incluso se cree que alguna formó parte de la escolta de Franco. El telón de motos, al igual que la obra 'Depresión endógena' ha sido enriquecido en gran medida por las heces de las golondrinas“. Mientras se admira esta obra se puede escuchar de fondo la ópera el ParsifaL.

Si la guerra, la violencia, es un concepto recurrente en la obra de Vostell, también lo eran los coches de grandes dimensiones. Es curiosa la obra 'Fiebre del automóvil', en la que un coche destartalado, tiene un rastrillo en cada una de sus cuatro ruedas, que se mueven como si fuera una langosta.

Estos rastrillos se mueven entre cientos de platos vacíos, porque Vostell, según nos explica Agúndez, “quería llamar la atención sobre el hecho de que los coches se alimentan de combustible, que sale del petróleo de países del tercer mundo, donde todavía hay millones de platos vacíos”.  El coche es un gran langosto, es la plaga que provoca la hambruna en el mundo y las guerras. “De hecho ahora tenemos guerras por intereses energéticos”.

Otro montaje con un coche de gran formato es la obra 'Energía'. Siempre que se expone, por primera vez, en algún lugar, se rodea de barras de pan del mismo día de la inauguración, envueltas en periódicos también del mismo día, en el que se pueda leer la frase “son las cosas que no conocéis las que cambiarán vuestra vida”. La importancia de esta frase es tal que aparece a modo de epitafio en la tumba en la que que fue enterrado Vostell, en el cementerio civil de Madrid, en 1998.

¿Cómo convence al pueblo y al gobierno del proyecto?

Convencer a las instituciones, inicialmente, fue complicado, de hecho la Junta de Extremadura no se implicó en el proyecto hasta años después, a finales de los 80, porque “a Vostell no le conocían, pero cuando la Junta vio que contaba con el respaldo de Dalí ya fue otra cosa”.

 La Junta declaró el lavadero de lanas como Bien de Interés Cultural y se interesó en adquirir obras de Vostell para dotar de contenido al museo, aunque gran parte de las obras que se encuentran en él, fueron regaladas por Vostell o donadas por artistas conceptuales de España y Portugal, y, sobre todo, fue importante la donación del coleccionista Gino Di Maggio, que donó toda su colección de arte fluxus. Incluso Yoko Ono, viuda de John Lennon, tiene allí una obra, 'Painting in three stanzas', un cuadro que está vivo, puesto que, de un orificio de su lienzo en blanco, sale y crece una planta de hiedra.

Si las instituciones no lo veían claro al principio, los malpartideños no sabían ni qué decir. No entendían mucho de arte, y menos de los estilos en los que se movía Vostell, pero “¿acaso los de Colonia si entendían de arte, y los de Estados Unidos también? Pues no, responde rotundamente Agúndez, porque ”el arte es para el uno o el dos por ciento de la población, los demás no entienden, pero Vostell veía algo aquí que, a lo mejor, no veía en Colonia o en Berlín, que era la “curiosidad”.

Agúndez recuerda que cuando Vostell llegó a Malpartida él tenía 11 años, pero todos, niños y adultos íbamos en masa a ver lo que hacían esos artistas. No puede determinar si crecer con el arte tan cerca le hizo decantarse por estudiar Historia del Arte, pero para Vostell “yo era uno de los primeros frutos del museo”, porque de hecho, por sugerencia de sus profesores, ha dedicado gran parte de su vida profesional a investigar la figura y la obra de Vostell.

Vostell se integró en el pueblo y el pueblo en Vostell

Vostell, aquel hombre algo excéntrico, que siempre iba con su boina negra y dos particulares tirabuzones a ambos lados de la cara, supo ganarse al pueblo, lo integró en todo el proyecto de reforma que se hizo del lavadero de lanas. El pueblo respondió integrándose con él y apostando por un proyecto que no entendía pero que sabían que era muy grande.

De hecho, el museo recibe un gran número de visitas, en 2018, antes de la pandemia recibió 48.000 visitantes. Todavía no han conseguido remontar ese número, pero están cerca de lograrlo.

Mientras tanto, Vostell sigue educando, y advirtiendo a la sociedad de que la paz es la mejor forma de vida. Para ello, se erige frente a su museo una escultura realizada con resto del fuselaje de un MIG 25 ruso, un bombardero, en el atravesado por dos coches, y que se encuentra boca abajo como si hubiera caído en picado. Su título no podía ser más sorprendente '¿Por qué el proceso entre Pilatos y Jesús duró solamente 2 minutos?'.

Este “alegato a la brutalidad del hombre” nos indica, según Agúndez que juzgamos a las personas y las situaciones en dos minutos, haciendo, en muchas ocasiones, veredictos equivocados, y que de seguir así, la humanidad irá en picado.

Esa gran torre, en estos momentos no porque se ha limpiado recientemente, suele tener varios nidos de cigüeñas sobre ella. Eso no lo llegó a ver nunca Vostell, pero seguro que le hubiera encantado ver cómo la naturaleza, una vez más, se entrometía en su obra, dándole vida y enriqueciéndola.

La obra de Vostell podrá ser mejor o peor comprendida, podrá gustar o no, pero lo que está claro es que a nadie deja indiferente.

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