Ratón vota gato: Guardiola, atrapada entre su propio juego y la aritmética del 21-D

28 de diciembre de 2025 13:58 h

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La presidencia de Extremadura bien vale una sobreactuación que ha dejado en evidencia sus entretelas éticas. Tanto esconder a Feijóo durante la campaña para terminar acudiendo a su deplorable treta, aprendida en Correos. Y, al final, Extremadura ha pasado de ser un laboratorio de Feijóo a comenzar a serlo de Abascal.

Si Monago pasó a la historia por gobernar en Extremadura gracias a una IU desnortada, Guardiola ha gobernado durante dos años y medio gracias a otra circunstancia azarosa, siendo la segunda fuerza más votada. Los resultados del pasado 21-D la harán ser recordada como aquella presidenta que trabajó para el enemigo, jugando al escondite. Todo ello para volver a un punto de partida donde, sin duda, se dejará más pelos en la gatera, desvalorizando su pretendida pose “moderna”, influjo de un desaparecido Monago con resabios de Iván Redondo.

Feijóo, ese oficinista gris con manguitos en los antebrazos para proteger su silla de eterno aspirante a la Moncloa, ha vuelto a la precipitación por incapacidad permanente. El encadenamiento de elecciones autonómicas soñadas en mayorías absolutas augura una variable que, de tanto alentarla, se convierte en realidad: ratón vota gato, incomprensiblemente. Hartos de estar hartos.

Y esa hartura la va a gestionar VOX a fuego lento, que como fuego de racimo se irá extendiendo, liberando bombas de efecto retardado, con daños indiscriminados y explosiones residuales. Próxima parada: Aragón.

Las razones de los resultados extremeños en la izquierda estaban cantadas, pero en el bloque de derechas se mostraron ojipláticos ante la cantidad de ratones que votaron a los gatos. Cansancio del bipartidismo; candidatos inadecuados; programas electorales insulsos; gestión política ineficaz y mensajes alejados de los problemas estructurales de Extremadura que terminan generando cabreo. Voto militante, abstenciones colectivas de castigo, voto de aviso, pero sobre todo la indiferencia de una abstención que dejó de creer hace tiempo en la política autonómica.

La candidatura de M. A. Gallardo era propicia para la abstención en feudos socialistas, aunque su imputación es otra obra de diseño del PP, como lo ha sido contra el Fiscal General o la esposa de Pedro Sánchez. La subida de Unidas por Extremadura, con una lideresa amueblada, un mensaje de unidad y un trabajo alejado de las alfombras, se me hace corta; tal vez explicado por ser asimilada con Podemos. Que no se confunda Belarra.

La lectura de Juego del estatus, de Will Storr, explica que el estatus individual es el motor invisible de la conducta humana. Entre dominante y dominado se puede ganar por poder o por miedo. Si los ratones no tienen poder, pueden utilizar el miedo. En el caso de VOX, a pesar de que su candidato no era conocido, a pesar de recordarnos a un militante de Fuerza Nueva de los años setenta, puede que por la falta de gestión, por no haberse quemado en el gobierno, por mensajes líquidos que caben en un tuit —“vamos a cambiarlo todo”—, por hablar de patria con pan, embolsaran un techo de votos difícil de mantener en el tiempo con tan solo jaculatorias machistas —“políticas de género y esas absurdeces”—, jaculatorias climáticas en una tierra incendiada que se quema, o jaculatorias contra la inmigración en la única comunidad que pierde población en 2024 —“haremos expulsiones masivas”—. Es tentar en exceso al rigor y la razón.

Visto el panorama, a Guardiola le toca pasar por el aro, realizar declaraciones que suenen a trola farisaica, entregar la presidencia de la Asamblea, jugar al reparto de consejerías sin conocer la intención final de la ultraderecha de participar en el gobierno, para dejarles tal vez colgados de una escalera en el aire —“vamos a hacer valer en la negociación cada uno de nuestros votos”—, mientras se acercan las próximas elecciones en Aragón. El espectáculo está garantizado. Ratón puede comer gato.

Y en esto llegó Ibarra y mandó abstenerse. Ya sabemos que algunos “popes” de la patria no se han enterado de que el bipartidismo ha muerto. Salvemos el error sustantivo de Guardiola, obviando que “el pueblo ha salvado al pueblo”, votando los ratones a los gatos con un sesenta por ciento. El PSOE puede morir a jarronazos chinos de quienes han perdido hace mucho tiempo el pulso de la calle, tal vez por seguir manteniendo privilegios. Toca oposición, remando a brazo partido, aunque la nostalgia de las mullidas alfombras sea un hándicap para gatos apoltronados mientras crecen las ratoneras.