La violencia, la que sufren las mujeres

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El pasado mes de mayo, se celebraba en Mérida el I Encuentro Estatal sobre Violencia Vicaria y Violencia de Género Institucional, un encuentro promovido por diferentes asociaciones que llevan mucho tiempo intentando dar cobijo y apoyo a mujeres que son expulsadas, rechazadas y muchas veces sentenciadas por querer defender y proteger a sus hijos e hijas de las situaciones de violencia que han experimentado en sus hogares.

Desde el primer momento que crucé la puerta de entrada del Palacio de Congresos de Mérida me invadió una fuerte energía, se me venían a la cabeza las cientos de mujeres víctimas que he atendido desde mi trabajo y que, además de sufrir violencia directa de sus parejas, también ha sido ejercida contra ellas a través de sus hijas e hijos, con amenazas, manipulaciones, custodias tortuosas, ausencia de cumplimiento de la pensión alimenticia, etc. Y es que, la violencia vicaria, aún desconocida por gran parte de la sociedad, tiene muchos matices y muchos apéndices.

Fueron muchos los temas pocos conocidos, pero necesarios, que se tocaron. Muchos nombres de grandes mujeres psiquiatras que, oh ¡sorpresa!, han sido borradas y eliminadas de los libros y manuales básicos de la psiquiatría y de la psicología. Como por ejemplo, la psiquiatra Karen Horney y su trabajo y análisis sobre los orígenes de las relaciones de poder.

Términos muy interesantes que se escucharon de grandes profesionales como la “litigación estratégica”, “el método duluth”, el término “reparación del daño” “derrocar la figura del pater familia” tal y como se ha conocido y muchos más.

Una de las claves que se me quedó grabada es algo tan obvio y tan poco visible como que el derecho de familia está basado y tiene raíces en las más antiguas estructuras sociales, donde la mujer no era considerada en los mismos términos civiles en derechos al hombre.

Entonces, ¿cómo pretendemos que la justicia sea algo real hoy en día? Si las leyes se actualizan pero las bases para interpretarlas son las mismas sobre la que sustenta y se ha mantenido el patriarcado durante años, ¿cómo es posible avanzar así?

La violencia vicaria es la que se ejerce por parte de los hombres violentos contra las mujeres, normalmente con las que han tenido alguna relación sentimental, utilizando como herramienta de daño a los hijos e hijas.

El primer nivel de la violencia vicaria es algo poco visible, pero de lo más dañino. Algo que sufren muchas mujeres cuando deciden separarse de hombres violentos y éstos siguen ejerciendo una grave violencia psicológica. Como cuando usan el contacto obligatorio que han de mantener dos personas que tienen un hijo o hija en común, para manipular continuamente las situaciones. Cambian y dan la vuelta a cualquier aspecto de la realidad del menor para dañar a las madres, usando frases que buscan malintencionadamente la culpabilidad, la exasperación, el desgaste psicológico, para seguir sometiéndolas a su voluntad. Sí, esto es violencia, tiene consecuencias terribles en los aspectos psicosociales de muchas mujeres que nos cruzamos a diario y que saludan con una sonrisa, que te hablan de forma amable, pero por dentro están siendo torturadas.

Un escalón más en la violencia vicaria es la violencia económica, y de esta también existen diferentes formas. Ejemplos de ellos son los pagos, o más bien la ausencia de ellos, de las pensiones alimenticias. Un alto porcentaje de hombres sentenciados como maltratadores, y otros tantos que no, no cumplen con los pagos de la pensión que les corresponde para el cuidado y mantenimiento de los y las menores. ¿La finalidad? La misma, usar a sus hijos e hijas como objetos de daño. Asfixiando económicamente a la mujer la siguen haciendo pequeña, siguen estando sometidas, sino a ellos de manera directa, sometidas a las ayudas del estado, de los familiares, arruinadas por tener que hacer frente ellas a toda la economía de los menores… En definitiva, sin ser libres.

Otro ejemplo de violencia económica son la lluvia de denuncias con las que ahogan a las mujeres. Poniendo litigios por cualquier acción que haga la mujer (entregar al menor a una hora diferente, no estar de acuerdo con las vacaciones establecidas, o en muchas ocasiones, cosas completamente irreales) Haciendo esto intentan arruinar y ahogar en pagos a abogacía a las mujeres.

El máximo exponente de este daño es el asesinato de los menores. Las cifras son muy dramáticas, 47 menores entre 2013 y lo que llevamos de 2022, según datos recogidos por el Ministerio de Igualdad. Teniendo en cuenta que la cifra debería ser 0 es un número altísimo, es algo que no se debe consentir de ninguna de las maneras y que debería hacer sonar las alarmas en todos los niveles de la sociedad. Empezando por el poder judicial, donde en muchas ocasiones se alerta del riesgo que corren estos menores con sus custodios.

Cuando esto sucede, y se ha dado en numerosísimas ocasiones, pasa algo que es terrible e indignante que siga pasando en pleno 2022: Que aquel que tiene que protegerte (como poder) no lo hace , y no sólo no lo hace, sino que encima te culpabiliza.

La violencia institucional se da cuando quien se encarga de legislar y quien se encarga de hacer cumplir las leyes no ven la manipulación e instrumentalización de la que son objeto los y las menores, y el peligro al que quedan expuestas las mujeres que han sido víctimas de violencia al no poder romper todos los vínculos con el agresor, lo cual es imprescindible para la recuperación integral de la mujer.

La inacción judicial en los casos de violencia de género y en las custodias de las y los menores, es una violencia que está basada en el género, además de una violación del primer principio de la justicia, que es defender a quien está en peligro.

Según un estudio de Esther López Zafra y José Carlos Ríos Lechuga, publicado en su libro “Agresores y relaciones paternofiliales, un riesgo para la infancia”, el 88% de los agresores han instrumentalizado a los menores tras la separación.

Son datos todos terribles, como las historias que podíamos escuchar en los pasillos durante los descansos, historias que ni en las peores pesadillas tendrían cabida. Historias de mujeres desgarradas, pero que no se rinden.

Y con esto me quedo. Con dejarle claro un mensaje a quien se cree estar en propiedad del derecho y quien hace fuerza para que no avancemos. Que sepa ese sector, que vamos hacia adelante. Que los servicios asistenciales cada vez estamos más fuertes, estamos mejor profesionalizados, mejor informados, más grandes. Que, si ellas, destrozadas, manipuladas, desgarradas, han sabido encontrar un camino hacia la luz, imaginaos dónde van a poder llegar cuando les estemos iluminando el camino. No vamos a dejarlas solas, no vamos a dejaros solas.

*Irene Vázquez, Agente de Igualdad del Servicio Extremeño Público de Empleo.