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Luísa Villalta, la poeta que escribía la ciudad en tinta de mar

La poeta Luísa Villalta con el mar de A Coruña al fondo

Daniel Salgado

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Los cuatro libros de poemas que publicó en vida recogen un viaje. El que va de cierta abstracción conceptual a un expresionismo urbano y nostálgico. “Dos meus beizos caen palabras desmaiadas / como soños que xerase o movimento [De mis labios caen palabras desmayadas / como sueños que generara el movimiento]”, escribe. Murió de una meningitis en 2004 en A Coruña, donde había nacido. Tenía 46 años. Pensar é escuro, título extraído de un verso con ecos heraclitianos –confiesa el editor–, reúne por primera vez en un solo volumen la poesía de Luísa Villalta. Autora además de narrativa, teatro y ensayo, su obra densa pero ingrávida, sostenida en una sintaxis extrañada, respiraba como río subterráneo. “Tinta do mar, escrebo”, dice en un endecasílabo de Música reservada (1991), su estreno.

Ninguno de sus libros estaba localizable en librerías. A pesar de que en su día recibieron atención crítica y un premio entonces tan prestigioso como el Espiral Maior, su muerte temprana difuminó, de alguna manera, su rastro literario. “No creo que su escritura esté olvidada”, matiza el editor de Pensar é oscuro (Galaxia, 2023), Armando Requeixo, “pero sí que solo ahora comenzamos a dimensionar su figura, una de las más completas de la literatura gallega de los últimos años”. La de la poeta de fin de siglo, añade, que se inicia en el medio ambiente culturalista de la Xeración dos 80 –en los términos críticos usuales– pero que evoluciona hacia posiciones más próximas a las escritoras que, en los 90, eran jóvenes.

“Parece mentira o vento / o santo Sampedro que se levanta do mar / acaneando sobre a gadoupa cravada nas Illas / e vén vendarnos o Pé encetado pola Rata [Parece mentira el viento / el santo Sampedro que se levanta del mar / columpiándose sobre la zarpa clavada en las Islas / y viene a vendarnos el Pie empezado por la Rata]”, dice en Oeste (céfiro), un poema de En concreto (2004), el libro que anunciaba un giro en su obra, celebraba la Cidade Alta –A Coruña– con poemas de aliento amplio y visionario y que salió a las pocas semanas de su muerte. Fue el jurado que le otorgó el Espiral Maior el que mencionó el “carácter expresionista” de una poética que iba dejando atrás la claridad opaca y metafísica de Música reservada o las meditaciones en no lugares de Ruído (1995).

“Mi lectura es que se trata de una poeta de la Xeración dos 80 que evoluciona en convergencia con la de los 90, pero el núcleo central son visiones de los 80”, sintetiza Requeixo. Lo que indica un culteranismo que por veces roza lo hermético, vinculado a las músicas académicas y sus lenguajes –Villalta era, además de filóloga y profesora, violinista de primer nivel, miembro de la Xove Orquesta de Galicia y de varios grupos de cámara–, del que poco a poco comenzaba a despojarse. Con todo, se mantuvo más bien alejada de la corporeidad y el coloquialismo que identificó la parte central de las autoras y autores que vinieron después de ella. “Para mí es un ejemplo paradigmático de que el esquema generacional habitual no siempre se ajusta a las poetas. Luísa Villalta fue una creadora de fin de siglo, de tránsito de milenio, que fue mudando su estética”, asegura, “no se le ajusta bien ninguna etiqueta”.

El mutismo editorial no impidió, sin embargo, la huella de su obra, considera el también crítico Armando Requeixo. Él la percibe en “poéticas conceptuales, trascendentes o ontolóxicas” de la poesía gallega actual. Villalta era explícita respecto a incorporar “pensamiento denso” en el poema: cita a Adorno, Nietzsche, Hegel, Sartre o Lukács. También la forma se metamorfosea. Si Música reservada empieza con una serie de sonetos, En concreto se extiende en versículo libre. Por caso, en Sul (austro): “Que foi da Meniña das Trenzas / boneca afogada no meio do día anacrónico / Que foi que se faría / daquela branca vellés grosa e lúa colapsada nos quince [Qué fue de la Niña de las Trenzas / muñeca ahogada en el medio del día anacrónico / Qué fue qué se haría / de aquella blanca vejez gruesa y luna colapsada en los quince”.

Al editor de Pensar é oscuro. Poesía reunida (1991–2004) le preocupaba, en todo caso, el acceso de nuevos lectores a Luísa Villalta. “Probablemente infiltre o permee nuevas voces. Muchas estéticas encuentran una avanzada en su creación”, especula. La reivindicación comenzó años atrás. En 2016 el Ayuntamiento de A Coruña aprobó dedicarle una calle y el año pasado la agrupación crítica A Sega le dedicó el Día das Galegas nas Letras. El Centro Ramón Piñeiro para a Investigación en Humanidades de la Xunta de Galicia –que dirige el propio Requeixo– guarda el legado de la escritora, cedido por la familia. “Hay mucho material poético inédito, borradores ensayísticos, una pieza teatral y mucha escritura diarística”, revela, ahora sometida a estudio y ordenación. “Tenía una brutal fuerza interior y una escritura magmática”, resume. “Os nomes somos nós / e cando acenden os seus rótulos atávicos / as aspas dos muíños derrubados / marmullan o farelo afirmativo do futuro [Los nombres somos nosotros / y cuando encienden sus rótulos atávicos / las aspas de los molinos derribados / murmuran el salvado afirmativo del futuro”, dicen, de hecho, los últimos versos de su último libro.

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