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Motivación en primera persona

Estela Villarreal, fundadora de Unidos.

Isaac Altable

Discapacidad, incapacidad, minusvalía. Todas son palabras que cada vez aparecen más en medios de comunicación, en eventos, en retransmisiones deportivas. En muchas, casi todas, las ocasiones son miradas positivas. Se habla de superación. Se comenta el “valor” de las personas que conviven con ellas y sus altas cotas de fuerza vital. Pero todos esos términos se estructuran, nacen y desarrollan a partir de lo que NO se puede realizar. Los discapacitados, según la definición de la RAE son los que tienen “impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas. Los incapaces están faltos de ”capacidad o aptitud para hacer algo“. La minusvalía (término sobre cuyo porcentaje se otorgan derechos sociales) se utiliza para” una persona incapacitada, por lesión congénita o adquirida, para ciertos trabajos, movimientos, deportes“. Es decir, la marca que se les pone para definirlos (y agruparlos) está en sus, supuestas, debilidades.

Pero... ¿y si se cambia la perspectiva? Basta con poner el acento en lo que SÍ pueden hacer –como con cualquier grupo– para dar un salto de calidad. Una vez que se muta el término discapacidad por diversidad, el prisma mejora. Con esa filosofía, grupos de personas con diversidad funcional o intelectual llevan a cabo labores que anteriormente no se les atribuía. La mexicana Estela Villarreal ha desarrollado un modelo que, partiendo de las premisas más clásicas con las que se realiza habitualmente el voluntariado, se ha llegado a un modelo de negocio en el que gente con esa discapacidad, son los protagonistas activos, no los receptores.

Unidos (somos iguales) nació en 1987 como una asociación sin ánimo de lucro que trata de “unir en espacios públicos de convivencia a jóvenes voluntarios con personas en discapacidad”, cuenta. Horizontes normales para una ONG.

Pero, como modelo de empresa social, Unidos aprovecha las bondades de la diversida. Estela lo cuenta: “Generamos interacciones entre personas con y sin discapacidad para que, a raíz de ese acercamiento, se transforme la actitud de la sociedad en favor de la aceptación y todos se enriquezcan como seres humanos”. El modelo trabaja al ofertar a empresas u organizaciones “talleres sobre liderazgo, trabajo en equipo, empatía, apertura al cambio, etcétera, en los que las personas con discapacidad participan como facilitadores”. La persona con características diferentes actúa com “un agente de transformación”. La ventaja de esta actividad es que no es un directivo o un gurú el que habla sobtre motivación o relaciones interpersonales sino que “la motivación y la empatía te la da la persona con discapacidad, te la da el proceso de interacción”, relata Villarreal.

La fundadora de Unidos pone un ejemplo práctico para entender la utilidad del proyecto: “Uno de nuestros primeros clientes fue una compañía aseguradora. Trabajamos con todos sus ajustadores el tema de la empatía porque estaban registrando muchas quejas por parte de sus clientes”. Los talleres que protagonizaban los miembros de la asociación sirvieron para que los trabajadores tomaran conciencia de la importancia de su labor.

Como negocio, entre 2011 y 2012 doblaron en número de personas a las que alcanzaron: de 1.800 a 3.700. Su ritmo de crecimiento ha hecho que se adquieran una “estructura más formal”. Así, la acción más tradicional de una ONG como era la convivencia entre voluntarios y gente con alguna dificultad dio como fruto la posibilidad de transformar el bagaje aprendido en un proyecto de autosuficiencia económica.

La ideóloga lo resume así: “Se nos ocurrió ofrecer estrategias integrales a las empresas para fomentar el desarrollo de sus empleados”. Unidos -que está dentro de los programas de Momentum Project de BBVA y Esade en América- trabaja con la “participación de personas con discapacidad bajo la idea de que todos somos mejores personas en la medida que interactuamos con el otro”. Apuestan por que las “diferencias con otras personas complementen y enriquezcan en el plano humano”. Porque, como ellos mismos describen, “los logros principales se alcanzan cuando la persona con diversidad funcional sale del círculo de su familia, el joven pierde el miedo a la convivencia con la discapacidad y en sociedad se normaliza la convivencia con la diversidad”. Y ser parte de la cotidianeidad del trabajo de una sociedad cumple estos objetivos.

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