Anatomía del ataque al teatro de Mariúpol: Amnistía Internacional documenta el “claro crimen de guerra” de las fuerzas rusas

El teatro era como un santuario, dice Gregory Golovniov. Por eso, mientras caminaba por la calle que lleva al edificio, este empresario de 50 años no dio crédito al ver el tejado derrumbándose por la gran explosión, el humo, los escombros. Era 16 de marzo y las fuerzas rusas acababan de bombardear el Teatro Dramático Regional de Donetsk en la entonces asediada ciudad de Mariúpol, al sureste de Ucrania.

Golovniov vivía a unos cientos de metros del teatro y cuenta que lo visitaba casi todos los días para consultar la información sobre los corredores humanitarios para salir de la ciudad. “Nos quedábamos en el vestíbulo de la entrada. Iba con mi mujer y nuestra hija, y algunos de nuestros vecinos estaban allí... Era un lugar de reunión y comunicación”, dice el hombre en un testimonio recogido por Amnistía Internacional (AI) en un informe publicado este jueves.

Tras meses de investigación, en los que ha recopilado datos y entrevistado a numerosos supervivientes y testigos, la organización ha documentado cómo probablemente los militares rusos “atacaron de forma deliberada” el edificio aunque sabían que cientos de civiles se refugiaban allí, lo que convierte el ataque, denuncia AI, “en un claro crimen de guerra”. La entidad cree que las fuerzas de Vladímir Putin causaron la muerte de al menos una decena de personas, y probablemente de muchas más.

Amnistía Internacional insiste en que el edificio, situado en una explanada donde los vecinos habían escrito con caracteres gigantescos la palabra “Дети” —“niños”, en ruso—, era claramente reconocible como objetivo civil, quizás más que ningún otro lugar de Mariúpol. Tras la investigación, concluye que no era un objetivo militar válido. “No había ninguna presencia militar significativa dentro o cerca del teatro en el momento del ataque o en los días anteriores al mismo”. La entidad especializada dice que ninguno de los 28 supervivientes entrevistados ni ninguno de los testigos aportó información alguna que indicase que las fuerzas armadas ucranianas utilizaban el teatro como base de operaciones, sitio para almacenar armas o lugar desde el que lanzar ataques.

Antes del 16 de marzo, el teatro se convirtió en un refugio para los civiles que huían de la violencia en otras partes de la ciudad, la mayoría de ellos niños, mujeres y personas mayores. Era un centro de distribución de alimentos y agua, donde se proporcionaba información básica sobre los esperados corredores y también era un punto de reunión para las evacuaciones, recoge el informe, en el que la ONG detalla que la población creció considerablemente con el tiempo, a medida que los combates se acercaban, y más de 1.000 personas vivieron allí entre el inicio de la guerra y el día del ataque.

Una de ellas fue Nataliia Honcharova, exprofesora de oratoria en el teatro, que huyó con su familia allí durante los primeros días de la guerra porque ya no era seguro vivir en su piso. “Al principio eran sobre todo compañeros [y sus familias], pero cada día venía más gente”. A medida que aumentaba el número de personas refugiadas en el teatro, resultaba difícil encontrar lugares seguros para todas. Ciertas partes del edificio, las consideradas más seguras, estaban tan abarrotadas que era complicado instalar a más gente. Se creía que el escenario y la sala de conciertos eran las más vulnerables en caso de ataque por la delgadez del techo y la presencia de una enorme lámpara de araña. Varios entrevistados cuentan a AI que los voluntarios les dijeron que no se quedaran allí, pero algunos no tuvieron más remedio.

Según AI, el número de personas refugiadas en el teatro disminuyó durante los dos días previos al ataque, cuando los primeros convoyes no oficiales de coches consiguieron salir de la ciudad. Muchos de estos vehículos salieron del teatro. Durante los días anteriores al bombardeo, la zona de Mariúpol controlada por las fuerzas ucranianas se estaba reduciendo y la gente sentía más urgencia por salir. El informe indica que hubo al menos dos ataques aéreos pequeños en la zona que rodea al teatro aquellos días y muchas personas empezaron a sentir miedo de quedarse allí.

Bombas de 500 kilos

El ataque se produjo el 16 de marzo poco después de las 10:00 de la mañana. En aquel momento, cientos de civiles seguían en el teatro y sus alrededores, según el informe.

La organización encargó a un experto la creación de un modelo matemático de la detonación para determinar el peso explosivo neto que sería necesario para causar el nivel de destrucción que se observó en el teatro. Basándose en los datos disponibles en relación al arsenal de Moscú, AI cree que las armas fueron con toda probabilidad dos bombas de 500 kilos –aunque no descartan que fuera solo una bomba, o uno o dos misiles de crucero–. Asimismo, la organización piensa lo más probable es que el ataque lo llevaran a cabo aviones de combate multifunción —como el Su-25, el Su-30 o el Su-34— con base en aeródromos rusos cercanos y que con frecuencia pueden verse operando en el sur de Ucrania.

“Oímos los aviones... Vi disparar dos misiles desde un avión hacia el teatro”, dice Vitaliy Kontarov, camionero de 48 años, que iba a por agua a un kilómetro del teatro en el momento del ataque. Luego vio el humo que salía del edificio. Los artefactos explosivos perforaron el techo de la parte oriental del teatro y detonaron en el espacio de las actuaciones, muy probablemente a nivel del escenario, según el análisis de las imágenes por satélite, las fotografías y los vídeo. Cuando la munición detonó, destruyó los muros interiores adyacentes y luego rompió los muros de carga exteriores, creando dos campos principales de escombros en los lados noreste y suroeste del edificio. El tejado se derrumbó.

“En un segundo, todo cambió. Todo saltó por los aires. (...) La gente comenzó a gritar. Estaba lleno de polvo”, dice en el informe una joven que estaba refugiada en el sótano con su novio y su madre cuando cayeron las bombas. “Vi gente sangrando. Agarramos nuestros documentos y salimos. (...) Algunas personas no tuvieron tanta suerte”.

Cuatro nombres

Los entrevistados aportaron los nombres de pila de tres personas que creían que habían muerto así como nombres completos de cuatro víctimas mortales: Mykhailo Hrebenstskii, Luba Sviridova, Yelena Kuznetsova e Igor Chystiakov. Yehven Hrebenstskii encontró el cuerpo de su padre, Mykhailo, dentro de la sala de conciertos tras reconocer su mano. Cuenta que había muchas personas heridas y policías intentando sacar a la gente de los escombros. Dmytro Symonenko estaba con Luba Sviridova momentos antes de que ella muriera a causa de sus heridas.

Varios supervivientes y otros testigos informaron de que habían visto cadáveres que no pudieron identificar. La ONG dice que es probable que muchas muertes sigan sin denunciarse. Muchas otras personas explicaron que habían visto cuerpos ensangrentados y partes de cuerpos desmembrados entre los escombros del edificio destruido.

Amnistía Internacional cree que al menos una decena de personas murieron a causa del ataque, aunque dice que probablemente fueron muchas más, y que muchas otras resultaron gravemente heridas. Se trata de una estimación inferior a otros recuentos y la ONG lo explica por el hecho de que un gran número de personas habían abandonado el teatro durante los días previos al ataque, y que la mayoría de quienes se quedaron estaban en el sótano en otras zonas protegidas del impacto directo de la explosión.

Inmediatamente después del bombardeo, el Ayuntamiento de Mariúpol afirmó que unas 300 personas fallecieron. Una investigación posterior de Associated Press concluyó que hasta 600 pueden haber muerto. El número de víctimas es difícil de recopilar.

El equipo de AI ha estudiado varias teorías alternativas acerca de quién fue responsable del ataque y qué armas podrían haberse usado. “A partir de los datos creíbles disponibles, la investigación llegó finalmente a la conclusión de que un ataque aéreo deliberado contra un objetivo civil era la explicación más verosímil”, dice la ONG. AI explica que la naturaleza del ataque —el lugar del impacto dentro del edificio, así como el arma que probablemente se usó— y la ausencia de “todo objetivo militar potencialmente legítimo en las proximidades indican claramente que el teatro era el objetivo previsto”.

La organización exige investigaciones exhaustivas con urgencia para hacer rendir cuentas a los autores. “Después de meses de rigurosa investigación, llegamos a la conclusión de que el ataque fue un claro crimen de guerra cometido por fuerzas rusas”, dice Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional. “La Corte Penal Internacional y todas las demás instancias que tienen competencia en materia de crímenes cometidos durante este conflicto deben investigar este ataque como crimen de guerra. Todos los responsables deben rendir cuentas por causar tanta muerte y destrucción”.