Donald Trump ha asegurado que un ataque estadounidense a las tres principales instalaciones nucleares de Irán —Natanz, Isfahán y Fordo— ha “aniquilado” las principales plantas de enriquecimiento de uranio del país. Poco después, medios iraníes han informado de que parte de la planta de Fordo había sido atacada en una “ofensiva enemiga”.
“Todo el mundo ha oído hablar de esas plantas durante años mientras construían su horrible y destructiva iniciativa. Nuestro objetivo ha sido la destrucción de las instalaciones de enriquecimiento nuclear de Irán”, ha declarado Trump. “Los ataques han sido un éxito militar espectacular”, ha subrayado en su habitual lenguaje superlativo.
La decisión de Trump de implicar directamente a Estados Unidos en la ofensiva llega después de más de una semana de ataques de Israel contra Irán, que han tenido como objetivo erradicar sistemáticamente las defensas aéreas y las capacidades de misiles ofensivos del país, al tiempo que dañaban sus instalaciones de enriquecimiento nuclear. También han asesinado a cientos de civiles.
Sin embargo, Israel consideraba que la planta de enriquecimiento de combustible nuclear de Fordo, enterrada bajo una montaña y protegida por baterías antiaéreas, estaba fuera del alcance de sus ataques aéreos. Desmantelar Fordo era, según Tel Aviv, crucial para evitar que Irán adquiera armas nucleares, después de que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) considerara que la planta había enriquecido uranio hasta el 83,7%, cerca del 90% necesario para armas nucleares. La realidad es que Netanyahu lleva tres décadas asegurando que Irán está a punto de desarrollar el arma nuclear, algo que no ha sucedido en este tiempo.
Israel ha solicitado insistentemente a la administración Trump emplear bombas antibúnker estadounidenses, específicamente la GBU-57 Massive Ordnance Penetrator de más de 13.500 kilos. Esta bomba utiliza su peso y la fuerza cinética para alcanzar objetivos enterrados en profundidad antes de detonar. Solo puede ser lanzada por el bombardero furtivo B-2, un tipo de avión con el que solo cuenta Estados Unidos.
La GBU-57 lleva una ojiva convencional y se cree que es capaz de penetrar unos 60 metros bajo la superficie antes de explotar. Estas bombas pueden ser lanzadas una tras otra, agujereando el terreno con mayor profundidad con cada explosión sucesiva.
Un funcionario estadounidense ha reconocido a Reuters que los bombarderos B-2 han participado en los ataques contra las instalaciones nucleares de Irán. Trump, por su parte, ha asegurado en Fox News que se lanzaron seis bombas antibúnker sobre Fordo, mientras que 30 misiles Tomahawk fueron disparados contra otras instalaciones nucleares, incluyendo Natanz.
También se ha informado de que esta operación ha sido la primera en la que se ha usado en combate la bomba GBU-57 Massive Ordnance Penetrator.
Tras semanas de insistencia, Benjamin Netanyahu ha celebrado la decisión de Trump, asegurando que “el impresionante y justo poder de Estados Unidos cambiará la historia”. El primer ministro israelí ha declarado en un vídeo que EEUU “ha hecho lo que ningún otro país en la Tierra podría hacer”.
En la misma línea elogiosa, Trump ha agradecido a Netanyahu, diciendo que “trabajaron en equipo como quizás nadie lo ha hecho antes”, y que se había avanzado mucho hacia “la eliminación de esta horrible amenaza para Israel”.
No obstante, la realidad es que dada su fortificación, es muy probable que se tarden días, si no más, en conocer el impacto real de los ataques sobre Fordo.
Irán niega fines militares
Durante todo este tiempo, Irán ha insistido reiteradamente que su programa nuclear tiene fines exclusivamente pacíficos. En el mismo sentido, las agencias de inteligencia estadounidenses habían señalado que Teherán no estaba buscando activamente desarrollar una bomba. Pese a esa información de sus servicios de inteligencia y espionaje, tanto Trump y como los líderes israelíes han afirmado que Irán podía ensamblar rápidamente un arma nuclear, en una amenaza inminente.
Natanz, la otra principal instalación de enriquecimiento iraní, fue atacada por Israel al inicio de su campaña. Diplomáticos familiarizados con Natanz describen que su planta subterránea de enriquecimiento de combustible está situada a unos tres pisos bajo tierra. Durante mucho tiempo ha habido un debate sobre el alcance del daño que los ataques aéreos israelíes podrían causarle.
La semana pasada, Trump sugirió a personas de su entorno que solo tendría sentido que Estados Unidos lanzara ataques contra Irán si la llamada bomba “antibúnker” garantizaba la destrucción de la instalación crítica de enriquecimiento de uranio en Fordo.
En la misma línea, algunos responsables de defensa estadounidenses han advertido en privado que el uso de bombas convencionales, incluso como parte de un paquete de ataque más amplio de varias GBU-57, no penetraría con la suficiente profundidad bajo tierra y que sus detonaciones se limitarían a colapsar túneles de acceso y enterrar la instalación bajo escombros sin dañar realmente su corazón.