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The Guardian en español

¿Qué hay detrás de la rebelión de Nicaragua y qué ocurrirá después?

Familiares, amigos y estudiantes opositores al presidente nicaragüense, Daniel Ortega, en el funeral de Gerald Vásquez, uno de los dos estudiantes que murieron cuando un grupo de paramilitares asaltó la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua.

Tom Phillips

¿Qué ha ocurrido?

Hasta hace solo unos meses, Nicaragua, país enclavado entre Costa Rica y Honduras, era considerado uno de los países más seguros y estables de América Central, con el número de turistas en esta “tierra de lagos y volcanes” en continuo crecimiento.

Pero desde abril el país de seis millones de habitantes vive una crisis por el estallido de una revuelta nacional contra el presidente Daniel Ortega. Desde entonces, más de 300 personas han muerto y hay miles de heridos. Las autoridades británicas están desaconsejando los viajes al país, salvo que sea esencial. Estados Unidos ha ordenado la evacuación de todo el personal de la embajada que no sea esencial y pide a sus ciudadanos que consideren hacer lo mismo.

¿Qué hay detrás del levantamiento?

Ortega, de 72 años, lleva décadas al mando de la política nicaragüense. En los años ochenta se convirtió en un símbolo de la izquierda mundial por su papel en la revolución sandinista que en 1979 derrocó a la dictadura derechista de Somoza. También, por su posterior enfrentamiento con Washington durante la Guerra Fría. “Parecía un ratón de biblioteca que había seguido un curso de culturismo”, escribió sobre él Salman Rushdie, uno de los muchos observadores internacionales que simpatizaban con la revolución, tras encontrarse en 1986 con el poeta-guerrillero al que sus partidarios llamaban Comandante Daniel.

Pero desde su reelección en 2006, la figura de Ortega no ha dejado de caer. Sus críticos, entre los que hay muchos sandinistas relevantes y antiguos aliados, acusan al que fuera un político marxista de erosionar la democracia y los derechos humanos hasta convertirse en la clase de tirano brutal y corrupto contra el que luchaba en otra época.

Las protestas contra el Gobierno estallaron el 18 de abril debido a una polémica reforma de las pensiones. Desde entonces han crecido hasta convertirse en una rebelión que tiene como objetivo sacar del poder a Ortega y a su impopular esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.

¿Qué ha ocurrido desde el inicio de las protestas?

La rebelión comenzó con unas protestas de estudiantes en abril ante las que la policía respondió con una lluvia de balas. Desde entonces, Nicaragua ha entrado en una espiral de violencia y represión gubernamental que era difícil de prever. Entre las víctimas hay bebés, un monaguillo y muchos manifestantes adolescentes, así como agentes de policía y partidarios del Gobierno. Varios periodistas críticos con el gobierno de Ortega han sido atacados o amenazados.

Las principales carreteras y ciudades del país, incluido el antiguo bastión sandinista de Masaya, han caído bajo el control de los rebeldes. La violencia se ha intensificado en las últimas semanas, con los avances de las tropas del Gobierno y de los paramilitares para despejar los campamentos de protesta y las barricadas que han paralizado grandes zonas del país.

Según Geoff Thale, experto del think tank Washington Office on Latin America, “es un momento peligroso”. “Grupos de paramilitares, francotiradores y otros han tratado de sacar con violencia a la gente de la Universidad Nacional, han intentado sacar a los manifestantes de las barricadas levantadas en Masaya, han empujado a los sacerdotes y han entrado en las iglesias”.

Mientras tanto, el Gobierno y sus partidarios culpan del derramamiento de sangre a los “golpistas”, “terroristas” y “criminales”. En una entrevista reciente con The Guardian, un asesor de Ortega afirmó: “Hay manifestantes pacíficos, pero hay un movimiento golpista que trata de desestabilizar el país con saqueos organizados, noticias falsas y asesinatos crueles”.

¿Hay algo de verdad en las afirmaciones del Gobierno?

El Gobierno nicaragüense ha dicho una y otra vez que los manifestantes son criminales y “terroristas”, miembros de una conspiración respaldada por Estados Unidos. Rosario Murillo, la vicepresidenta, acusó a la “satánica” oposición de impulsar la violencia y cargó contra lo que ella llama una “falsa” cacería de brujas mediática contra Ortega.

Pero existe un amplio consenso en la comunidad internacional en ver al Gobierno de Nicaragua como el principal y verdadero responsable del derramamiento de sangre. Esta semana, 13 países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay) pidieron que cese inmediatamente la represión y se desmantelen los grupos paramilitares. También denunciaron “los actos de violencia, intimidación y amenazas dirigidos contra la sociedad nicaragüense”.

Naciones Unidas ha acusado al gobierno de Ortega de cometer “una amplia gama de violaciones contra los derechos humanos, incluyendo ejecuciones extrajudiciales, torturas, detenciones arbitrarias y negación del derecho a la libertad de expresión”. “La gran mayoría de las violaciones son cometidas por el Gobierno o por grupos armados que parecen trabajar conjuntamente”, añadió un portavoz de la ONU.

El expresidente uruguayo José Mujica, de izquierdas, también ha criticado a Ortega al reconocer que el “sueño” sandinista se ha perdido.

¿Por qué el Gobierno dice esas cosas?

Según Thale, que ve cada vez más aislado al gobierno nicaragüense, se trata de un “bombardeo de propaganda internacional” para reducir las críticas en el extranjero. “Están sintiendo la presión y creo que están tratando de reaccionar haciendo creer a la gente que no se trata de inocentes estudiantes atacados por un Gobierno brutal, sino de un Gobierno que defiende a los ciudadanos frente a delincuentes y matones pagados por la extrema derecha”.

En su opinión, esas denuncias no vienen sólo del Gobierno, sino también de sus simpatizantes en Nicaragua y fuera del país, entre los que hay extranjeros y trabajadores religiosos. Según Thale, esas acusaciones no están apoyadas en hechos. “¿Creo que los manifestantes son todos nobles pacifistas? No, yo no diría eso. ¿Pero es una trama organizada por una extrema derecha que ha contratado a criminales y a matones extranjeros? No creo que haya ninguna prueba creíble de eso”.

Los intentos de igualar la violencia de la oposición con los asesinatos cometidos por las fuerzas vinculadas al Gobierno también son engañosos, agrega Thale. En su opinión, se parecen al intento de Donald Trump de culpar a “las dos partes” en los actos de violencia protagonizados el año pasado por los racistas blancos en Charlottesville (Virginia). “No dudo de que hayan muerto policías, y es verdad que hay casos de activistas que han sido crueles con la policía y los paramilitares, pero el número abrumador de muertes ha estado del lado de los manifestantes y de las personas relacionadas con ellos”.

¿Qué va a pasar?

A pesar de la creciente desaprobación internacional, el Gobierno nicaragüense parece estar abriéndose paso, vendiendo la eliminación de barricadas y bloqueos callejeros como una prueba de que recupera el control y de que la oposición se desinfla.

Los opositores, una atípica coalición de estudiantes, agricultores, empresarios millonarios y exsandinistas, han prometido seguir luchando. Pero les está costando trazar una hoja de ruta clara y unificada para un futuro sin Ortega.

Algunos quieren expulsarlo ya y que un gobierno interino asuma el poder. Otros quieren que las elecciones presidenciales previstas para 2021 se adelanten al 2019. Ortega ha rechazado las dos demandas. “Me siento terrible al decirlo, pero creo que esta difícil situación se prolongará durante algún tiempo”, predice Thale.

Traducido por Francisco de Zárate

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