Sabrine, madre de la paramédica de Gaza muerta por el fuego israelí: “Mi hija pensó que la bata blanca la protegería”
El personal médico de Gaza ha ido perfeccionando técnicas para trabajar en la línea de fuego sin convertirse en el blanco de los francotiradores israelíes.
Lucen batas blancas con rayas reflectantes y de alta visibilidad. Con las manos en alto, los equipos médicos se mueven lentamente hacia las víctimas, pasando por montones de neumáticos en llamas y columnas de humo blanco de gases lacrimógenos.
A medida que se acercan a la valla metálica, se sitúan a una distancia razonable de los soldados israelíes. Gritan al unísono: “No dispares. Hay heridos”. Creen que en los campos abiertos de Gaza sería imposible que alguien no los identificara como personal sanitario.
Sin embargo, los trabajadores sanitarios de la franja costera, ocupada por Israel durante 38 años hasta 2005 y sobre la que impone un estricto bloqueo terrestre y marítimo, están llegando a una conclusión aterradora: su estrategia no está funcionando.
Según afirman sus compañeros, Razan al-Nayar, una joven que trabajaba como voluntaria y atendía a los heridos, tomó todas las precauciones y a pesar de ello murió cuando una bala le atravesó el pecho el 1 de junio. El ministerio de Sanidad de Gaza explica que la joven de 21 años fue la segunda trabajadora sanitaria muerta en esta protesta palestina, y que otros 25 fueron alcanzados por las balas.
Faris al-Qidra, que estaba de turno con al-Nayar cuando murió, ha indicado que la joven y otras cuatro personas habían ido a rescatar a un hombre que había recibido en la cara el impacto de un bote de gas lacrimógeno a 20 metros del perímetro.
“El hombre pedía ayuda a gritos”, ha explicado el paramédico de 31 años. Al-Nayar siempre estaba dispuesta a seguir adelante, incluso cuando los soldados hacían disparos de aviso. “Los soldados suelen advertirnos de que retrocedemos”, ha señalado.
Ese día oyó tres disparos. Una fotografía que fue tomada poco después muestra a unos hombres que llevan el cuerpo de al-Nayar y se ven las manos de la joven cubiertas por guantes quirúrgicos.
Un símbolo en Gaza
Incluso antes de su muerte, al-Nayar se había convertido en un icono en Gaza, y se habían publicado decenas de imágenes en Internet de la joven, que lucía pañuelos de colores en la cabeza y una expresión resuelta en el rostro. Muchas de las fotografías la muestran con su bata blanca manchada con la sangre de sus pacientes. En una de las fotos aparece agachada al lado de un joven y vendándole frenéticamente la cabeza ensangrentada.
“Estoy en primera línea como escudo humano y para rescatar a los heridos”, explicó a un periodista que la entrevistó. En otra entrevista, se quejó de que a menudo la sociedad juzga a las mujeres. “La sociedad nos tiene que aceptar. Si no nos aceptan voluntariamente, entonces tendrán que ser obligados, ya que somos más fuertes que los hombres”.
Su adolescencia estuvo marcada por la guerra. Cuando la guerra estalló en 2008, todavía era una niña. Tenía 16 años cuando se produjo la siguiente escalada de violencia y 17 cuando se produjo el conflicto de siete semanas en 2014. En el contexto de este último conflicto, su barrio, Khuza’a, fue uno de los que quedó en peor estado.
“Razan no soportaba verse rodeada de sufrimiento”, ha explicado su madre, Sabrine.
Está sentada en el salón de su casa, iluminado por luces alimentadas por energía solar que cuelgan de cables del techo. Le acompañan otros miembros de su familia. “Hemos vivido demasiadas guerras. Mi hija quería ayudar”.
Su barrio está tan cerca de la frontera que al-Nayar podría haber visto a los soldados israelíes que hacían guardia a unos pocos cientos de metros de su casa. En la carretera, se han construido unos muros de cemento de cuatro metros de altura para proteger a los vecinos de las balas.
Su padre, que ahora está desempleado, antes reparaba motocicletas, si bien en el pasado, cuando los trabajadores palestinos podían cruzar la frontera, trabajaba en una empresa de recogida de chatarra en Israel. Esta familia de ocho miembros vive en el apartamento de unos familiares.
Israel intenta atacar la reputación de Razan
Debido a que no se podía pagar la universidad, al-Nayar aprovechó todas las oportunidades que encontró para formarse gratuitamente, y entre otros cursos hizo uno de caligrafía y otro de enfermería. “Yo la animaba a seguir estudiando. Yo era como ella, siempre dispuesta a aprender. Quería que tuviera su espacio y más libertad”, explica Sabrine.
Cuando se divulgó la noticia de su muerte, otro voluntario, el conductor de ambulancia de 23 años Izzat Shatat explicó que él y al-Nayar iban a anunciar que estaban prometidos después del Ramadán.
Israel acusa a Hamás, que gobierna en Gaza y apoya estas protestas, de utilizar estas manifestaciones como excusa para atacar. Han lanzado contra Israel cometas armadas con latas de gasolina en llamas con el objetivo de incendiar las cosechas y los explosivos han conseguido causar destrozos en las vallas.
Una investigación preliminar de las autoridades israelíes ha determinado que nadie disparó contra al-Nayar “deliberadamente” ni era el blanco de ataque.
Los militares y autoridades del Gobierno israelí han intentado desacreditar a Nayar, acusándola de ayudar a los “terroristas”. Un portavoz del primer ministro Netanyahu compartió un vídeo, acompañado de la siguiente pregunta: “¿Era Razan al-Nayar solo parte del personal médico?”.
Sabrine cree que su hija era un blanco de ataque. Sostiene la chaqueta de Razan, que había sido blanca pero ahora tiene un tono marrón y está impregnada de sangre seca. Escrita en la espalda, se puede leer la frase “Sociedad Palestina de Socorro Médico”. También es evidente un pequeño agujero de bala.
“Esta chaqueta era su única arma”, indica Sabrine. “Y esta es su acreditación como terrorista”, indica mostrando su acreditación como personal sanitario. “Estos son sus explosivos”, explica mostrando las vendas que su hija guardaba en los bolsillos.
“Estaba lo suficientemente cerca como para poder hablar con los soldados. ¿Realmente tenía aspecto de terrorista?”, lamenta.
Según las autoridades de Gaza, a lo largo de esta ola de violencia las fuerzas israelíes han matado a 120 palestinos. El Comité Internacional de la Cruz Roja señala que más de 3.600 personas han recibido disparos con munición real. La gran mayoría de las víctimas iban desarmadas. Entre las víctimas mortales hay periodistas y adolescentes.
Las protestas exigen que se ponga fin al bloqueo orquestado por Israel y Egipto desde hace una década. Los residentes también exigen que se reconozca el derecho de las familias de palestinos refugiados a regresar al hogar de sus antepasados en Israel.
En Khuza'a, las calles y las tiendas evocan este desplazamiento. En una de las calles se pueden leer los nombres de una “Fábrica del Retorno”, una “Panadería del Retorno”, un “Café del Retorno”.
En el salón del hogar familiar, su madre está rodeada de carteles de partidos políticos y organizaciones médicas benéficas que le han transmitido sus condolencias. “Mi hija pensó que la bata blanca la protegería”, lamenta mientras toca la chaqueta ensangrentada: “El mundo entero conoce el significado de una bata blanca”.
Traducido por Emma Reverter