Barack Obama y el sesenta aniversario de la OTAN
El próximo mes de abril de 2009, los aliados de la OTAN deberán hacer frente a una realidad inaplazable, que consiste en la necesidad urgente de emprender una profunda, exhaustiva y comprometida revisión estratégica sobre el papel de la OTAN ante los nuevos retos, desafíos y amenazas del panorama internacional del siglo XXI.
El calendario no permite demasiado margen de maniobra, entre noviembre de 2008, tras la victoria del Presidente electo Barack Obama y el mes de abril de 2009, coincidiendo con el sesenta aniversario de la Alianza. En cinco meses, el nuevo inquilino de la Casa Blanca y sus aliados deberán hacer frente al reto que supone abordar una amplia y polémica agenda político-militar, que se ha ido postponiendo con el fin de evitar enfrentamientos, pero que ya no admite más demoras calculadas ante la evolución de los acontecimientos en un mundo post-11S.
La prioridad más importante se centrará en la necesidad de abordar la elaboración y aplicación de un concepto más amplio de seguridad colectiva en el que deberán quedar incluidos desafíos como la contra y no proliferación, la prevención de conflictos, el terrorismo islamista, el abastecimiento energético, el cambio climático, los desastres medioambientales…, pero también, la valoración de las amenazas, que puedan suponer para los miembros de la OTAN, la alianza de dos grandes potencias como Rusia y China, a través del marco institucional que aporta la denominada Organización de Cooperación de Shangai (OCS) y las posibilidades de éxito de estrategias como “Gran Asia Central”, impulsada por la Administración Bush en 2005.
Pero ante todo, por encima de estas prioridades y más allá de los nuevos compromisos que demandan las evidentes carencias de las operaciones en Afganistán, Barack Obama, como nuevo Presidente de los Estados Unidos, deberá liderar la imprescindible discusión estratégica que alumbre una nueva Declaración Transatlántica, en la que se fundamenten propósitos, metas y estrategias de la nueva Alianza expedicionaria de la próxima década.
Pero también deberán ser abordadas cuestiones más polémicas y que, sin duda, elevarán la tensión de la Cumbre del 60 aniversario, como la redefinición del proceso de toma de decisiones ante la parálisis que supone la unanimidad, el establecimiento de los criterios para la dotación de las operaciones, una definición consensuada de la amenaza, frente a percepciones dispares que redundan en una cuestionada Alianza a la carta y, por último, los problemas de identidad euro-atlántica derivados de una permanente estrategia de ampliación impulsada por Estados Unidos desde la década de los 90.
La Cumbre de Bucarest, celebrada el pasado mes de abril, ha dado paso a Albania y a Croacia, mientras que Georgia y Ucrania están esperando. Y es aquí donde se abren importantes interrogantes que demandan convincentes respuestas: ¿hasta cuándo va a continuar la política de ampliación?, ¿hasta dónde se van a extender las fronteras de la OTAN?, ¿es preciso llegar tan lejos?, ¿cuál es la verdadera justificación estratégica de esta política?, ¿es aceptable para todos los aliados?, ¿y para Rusia?, ¿cuáles son sus consecuencias político-militares?, ¿merece la pena?.
El nuevo Presidente de los Estados Unidos y sus aliados europeos están llamados a definir con claridad el proceso de transformación de la Alianza y ofrecer las respuestas necesarias que permitan afrontar los retos del siglo XXI. La cita para tomar decisiones que ya resultan ineludibles de cara a definir la estrategia de seguridad del futuro deberá tener lugar en abril de 2009.
Texto:Soledad Segoviano Monterrubio es profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid
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