Cultura oficial y programas de radio de apariencia seria
El pasado fin de semana -17-18 de junio-, escuché una vez más con estupor, en el programa de Pepa Fernández –“No es un día cualquiera”- al señor Manuel Toharia atacar a esa parte de la ciencia que parece no comprender -¿incapaz de entender por exceso de orgullo, o por daltonismo mental, o por un simple no querer? –digo esto porque utiliza la misma argumentación de quienes criticaron a Pasteur, Popov, Tesla, Edison, Braun, etc. etc.
Este año se han cumplido cincuenta y dos años desde que C. U. M. Smith estableciera las bases de la Biología Molecular –la primera publicación, que duerme en el pajar de mis suegros, y que me “bebí” de una sentada, vio la luz de la mano de Faber Edition, en E.E. U.U. en 1969-, y el señor Toharia, que es físico parece no haberse enterado de lo que ya sabían los físicos alemanes antes de que él naciera, que en el organismo humano existen vórtices, o zonas frecuenciales; y que el primer síntoma antes de que aparezcan los datos en los análisis de uso clínico, es precisamente la alteración de esas frecuencias. Las moléculas que ingerimos actúan de dos maneras: una químicamente y otra físicamente –estableciendo resonancia con los vórtices; le recuerdo al señor Toharia algo que ya sabe muy bien sobre la resonancia: la ley de Ohm en corriente alterna y ese fenómeno-.
En una de las conferencias sobre física, a las que asistí en Alemania, el conferenciante, que naturalmente en Doctor en Ciencias Físicas, explicó como actuaba la homeopatía a nivel biofísico, motivo según él por el que los físicos eran tan partidarios de ese tratamiento. En este sentido los trabajos del profesor -Dr. ingeniero- Jean-Michel Weiss, a quien conocí en la escuela de ingeniería de Marsella, desgraciadamente desaparecido, son muy esclarecedores. Resulta desesperanzador que se hable de biología molecular con tanta ligereza, haciendo pasar por la misma a unas nociones de química; ¿Cómo es posible que en las facultades se forme a personas que luego no van a entender la biología del cuerpo humano? No hay sino que leer el libro de una autoridad, como fue Christiaan Barnard, “La máquina del cuerpo”, para darse cuenta de que se trata a éste exactamente como una máquina.
Francisco Grande Covián, regresó a España después de su periplo estadounidense -Universidad de Minnesota, aunque también trabajó como dietista para el ejército, estableciéndose en Zaragoza. En los años ochenta le pedí permiso para asistir a sus clases. Se portó muy bien conmigo, y aunque al principio estaba calladito como buen alumno, al final le tuve que decir que los profesores Smith y Lehninger, a los que él tanto admiraba, no decían lo mismo que el explicaba en su clases, y que la biología molecular exigía tener presente el tema de la (bio)física.
*Por cierto, en la entrada del pabellón de Alemania de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, se podían ver las fotografías de los cuarenta Premios Nobel que aquella nación había conseguido hasta entonces, incluidos naturalmente los de física; desde Wilhelm Conrad Röntgen -1901-, hasta Werner Heisenberg -1932-, pasando por Albert Einstein -1921-.
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