La mayor parte de las parejas riojanas que se separan tienen entre 40 y 50 años
Muchas pueden ser las razones por las que una pareja decide tomar la decisión de separarse. Falta de entendimiento, infidelidad, desacuerdos o sacrificios que una de las partes no está dispuesta a asumir, o la monotonía de una relación larga y aburrida, pueden ser las causas por las que un matrimonio decida poner fin a su unión legal.
Los datos apuntan a que una de cada tres parejas que se divorcian lo hacen después de verano. Quizás la convivencia durante 24 horas con la pareja, a la que el resto del año a penas se ve diez minutos al día, haga mella en la relación matrimonial y muchos no superen la llamada “prueba de la hamaca”. Así lo asegura Mª Dolores Morera, de Abogacía Dolores Morera, que culpa de esto a la falta de convivencia durante el año entre los cónyuges y el largo tiempo que en vacaciones deben pasar juntos. “En el mundo en el que vivimos hoy, nos vemos poco con la pareja y los hijos. En el mes de vacaciones estamos juntos las 24 horas y entonces es cuando se descubre realmente lo que es la pareja”, apunta Mª Dolores. “Tenemos una sociedad en la que queremos tener todo lo que deseamos y claro, en el momento que se produce un desacuerdo rompemos y punto”, puntualiza.
Pese a que las causas por las que un matrimonio decide llegar a separarse son tantas y tan variadas como parejas hay, uno de los motivos es éste, la falta de entendimiento a la hora de convivir todo el día juntos. Resulta llamativo el dato que apunta a que son las parejas más jóvenes y las que llevan más de 20 años unidas en matrimonio las que más separan en La Rioja. “Hay de todo, pero generalmente hay más gente joven o de cuarenta años en adelante. Sobre los 50 años los que más”. Las razones: la falta de convivencia de unos y el exceso de convivencia de los otros.
España es el tercer país con más rupturas de la Unión Europea, con un 59%. Por encima se sitúan Portugal (89%) e Italia (62%), los tres con una fuerte tradición católica. El respeto al matrimonio religioso y el miedo al “qué dirán” ha frenado las separaciones de las parejas durante muchos años.
El cambio de mentalidad con respecto al divorcio ha sido un punto importante para esos matrimonios que aguantaban “por costumbre” o “por aparentar”. “Antes el divorcio se tomaba como una tragedia, hoy más o menos es una cosa normal y natural, la gente lo tiene muy asumido”, asegura Mª Dolores.
Dentro de este cambio de mentalidad es importante destacar el porcentaje de padres que en la actualidad solicitan la custodia, “antes el padre ni siquiera se planteaba el pedir la custodia, daban por hecho que era para la madre y ni preguntaban. Ahora estamos luchando cada día más porque los padres la tengan, o por lo menos por una custodia compartida que es lo que más conseguimos. Actualmente alrededor del 95% de los padres divorciados plantean querer tener la custodia de sus hijos”, comenta Mª Dolores Morera.
Y es que el tema de los hijos siempre ha dado quebraderos de cabeza a los matrimonios que se separan. Este es uno de los motivos de conflicto en las rupturas. Mª Dolores Morera asegura que la mitad de los casos suelen ser separaciones de mutuo acuerdo y la otra mitad conflictivas, aunque “a medida que avanzan los trámites, cuando ven los problemas que se pueden presentar y que no son ellos quienes deciden, optan por hacer un divorcio de mutuo acuerdo”.
Desde que la ley del divorcio fuera aprobada hace ya 28 años, entre divorcios y separaciones suman casi 2 millones de rupturas matrimoniales. Hace unas semanas se cumplieron cuatro años de la implantación en España de la Ley 15/2005 del 8 de julio de 2005, conocida como divorcio “express”, pese a este nuevo procedimiento, Mª Dolores no ha notado gran diferencia en las separaciones, tan sólo en la cantidad de tiempo que tienen que esperar las parejas para disfrutar de nuevo de su soltería. Antes, para divorciarse, había que pasar un periodo previo de separación, “si quitas este proceso, la sentencia de divorcio de antes y la de ahora tardan lo mismo en salir, dependiendo de si es contencioso o de mutuo acuerdo, no hay grandes diferencias con la ley anterior. Si el divorcio es de mutuo acuerdo se tardaría de un mes a un mes y medio, mientras que si es contencioso el plazo aumenta, llegaría a los seis meses”, afirma la abogada.
Hace unos semanas saltaba la noticia del descenso de divorcios a causa de la crisis. En La Rioja, de acuerdo con los datos del Instituto de Política Familiar a partir del Consejo General del Poder Judicial, entre enero y septiembre de 2008 se registraron en total 522 divorcios y separaciones, cuando en el mismo periodo del 2007 la cifra fue muy superior; el descenso de las rupturas se sitúa en torno al 60,2% en nuestra comunidad. Al parecer, muchos matrimonios habrían decidido posponer su separación debido a la situación económica actual que ha hecho mella en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, Mª Dolores Morera afirma no haber notado diferencias en estos tiempos de crisis.
Pese a esto, no es de extrañar que muchas parejas decidan retardar su separación, ya que “un divorcio puede suponer una media de entre 1.200 y 3.000 euros, aunque esto depende de muchas circunstancias: del patrimonio que la pareja posea, de si es contencioso o no lo es, de la pensión de los hijos o de los problemas que conlleve la ruptura”. Por otro lado, la crisis también podría ser razón para que las separaciones aumenten, ya que dentro del matrimonio se producen más discusiones cuando hay un problema de este tipo.
LAS OTRAS RAZONES
Los motivos por los que las parejas se separan son muy diversos. Los más comunes son la falta de entendimiento, las manías de uno o de otro, las infidelidades o la monotonía de la relación. Sin embargo, siempre hay algunos casos que llaman la atención por las razones tan peregrinas de los cónyuges.
“Llevábamos saliendo siete años y un año después de la boda descubrí que era gay”, cuenta Alicia con una sonrisa fingida en el rostro. “Ahora me hace hasta gracia, pero en su momento lo pasé fatal. Después de siete años saliendo con él, entrando en su casa y él en la mía, conviviendo juntos... me pidió matrimonio. Fue una boda por todo lo alto porque su familia estaba bastante bien posicionada y querían que su hijo tuviese de lo bueno lo mejor. La ilusión me duró un año, el mismo tiempo que tardé en descubrir que me estaba engañando...con otro hombre. Nuestra relación era normal, como un matrimonio común, pero un día descubrí en su ordenador conversaciones bastante subidas de tono con un hombre. Investigando llegué hasta ver vídeos que habían grabado. Cuando le pregunté ”por qué“ me dijo que lo hacía porque se aburría. Gracias a Dios no tuvimos hijos y fue una separación rápida, yo sólo quería alejarme de él y de su familia, que siempre me ha culpado a mí de que ese matrimonio no funcionase”.
Los motivos de Jesús fueron muy diferentes. “La gente me decía que ella no me convenía, que no era buena, y yo no les creía. Vivimos juntos casi desde el primer día de conocernos y nos llevábamos muy bien. Preparamos una boda clásica, por la iglesia, con todos nuestros amigos y familiares y en la misma luna de miel empezaron los problemas. Pasamos casi quince días sin dirigirnos la palabra. La actitud de ella cambió radicalmente. Cuando volvimos a la rutina descubrí sus nuevas amistades, un grupo más que peligroso con el que se andaba juntando. Desaparecía de casa un jueves y volvía el martes sin dar ningún tipo de explicación. Cuando le preguntaba no respondía o lo hacía de muy malas formas pidiéndome que me metiese en mis cosas. Llegó a decir que por sus amigos podría llegar a hacer cualquier cosa, que ni la llamase cuando salía porque tenía cosas más importantes que hacer y que si llegaban paquetes extraños a casa no los tocase. Se convirtió en una persona que nunca me hubiese gustado conocer”.
“Al mes de casarnos me llegó una denuncia por violación”, cuenta apesadumbrado Fermín. “Yo era muy joven, no tenía a penas experiencia en la vida y ella creo que tenía demasiada. A los pocos meses de conocernos se quedó embarazada, pese a que me juro que no podía tener hijos. Nos casamos después de tener el segundo, y a las pocas semanas los problemas empezaron a llegar a mi casa. Primero una denuncia por violación, después una orden de alejamiento por acoso. Estoy convencido de que tenía problemas psicológicos, pero cuando le proponía ir al médico me llegaba una nueva denuncia. Nos divorciamos. Empecé a pasarle la pensión religiosamente todos los meses, hasta que un día me llegó un embargo a casa, donde constaba que no había pasado ni un solo duro durante todo ese tiempo. No lo había declarado y tuve que volver a darle otra vez el dinero de esos meses. Casarme fue lo peor que he hecho en mi vida”.
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