Los malos consejos de las prisas
El Caja Rioja dormitó en exceso durante el partido contra el Cáceres 2016 y fue demasiado tarde para cuando quiso despertar. Los últimos cinco minutos de partido ejemplifican bien por qué los equipos no deben dejar su tarea para el final: las prisas nunca han sido buenas consejeras.
Ambos equipos comenzaron el encuentro muy metidos en el juego, lo que propició un buen ritmo de juego que, aunque en principio favoreció al Caja Rioja, acabó por pasarle factura a los logroñeses, sobre todo cuando, con un parcial de 7-0, el Cáceres 2016 volvió a adelantarse en el electrónico. Los visitantes mandaron en el marcador hasta el final de ese primer cuarto, gracias a su acierto desde la línea exterior y a los problemas del Caja Rioja para entrar en su zona. Al final de esos primeros diez minutos se llegó con un igualado 22-26, aunque preocupaba y mucho el embotellamiento del conjunto de Jesús Sala.
Dos minutos tardó el Caja Rioja en empatar el encuentro a 28 y ponerse por delante. Pero el segundo cuarto fue el de los despropósitos en ataque: ambos equipos llegaron a falta de un minuto para el descanso habiendo anotado tan sólo 18 puntos. Sin embargo, los dos equipos arreglaron ligeramente su parcial en los últimos segundos, con un triple sobre la bocina de Félix Ortiz, de Cáceres 2016, que puso el marcador en 38-41.
El inicio del tercer cuarto fue una sangría para el Caja Rioja, que recibió cuatro triples consecutivos mientras que el conjunto local sólo pudo respirar ligeramente porque Johnson se puso los galones y se apuntó al festival de tiro exterior con otro tiro de tres (41-53). En apenas dos minutos, el Cáceres 2016 se había hecho más dueño del partido de lo que lo había sido hasta entonces.
El Caja Rioja sufría lo indecible para culminar sus ataques en buena posición de tiro, mientras que el equipo visitante llegaba sin dificultad al aro. La buena actuación de Harper Williams en defensa, junto con el insuperable tiro exterior del equipo extremeño dieron la teórica puntilla al conjunto logroñés. Así, los visitantes se fueron en el final del tercer parcial hasta un significativo 50-68.
Navarro puso la ilusión con un triple a los diez segundos del comienzo del último cuarto, pero un fue un espejismo. Los movimientos ofensivos riojanos seguían siendo predecibles, sin velocidad, sin que el balón circulase con soltura. El equipo movía una piedra demasiado pesada, se había vuelto a encontrar con su peor cara y nada podía remediarlo.
¿Nada? Al menos el Caja Rioja reaccionó. Le costó demasiado tiempo lavarse la cara y mostrar su mejor estampa. También contribuyó a su levantamiento en volandas un público al que el cacereño Kevin Peña mandó callar de la manera más provocativa y acabó por animarse como nunca. A falta de 5 minutos el partido estaba en 64-73, lejos pero al alcance de la mano. La reacción fue imposible: las prisas pudieron con el espíritu (76-87). Sus consejos nunca han sido adecuados.
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