Don Antonio: un ‘indiano’ de 90 años con mucha marcha

Don Antonio Gutiérrez es un personaje del Carnaval de la capital. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Tiene “90 años y 216 días” pero le sobran ganas de divertirse. Antonio Gutiérrez Sangil nunca falta a la cita con Los Indianos, la parodia del retorno de emigrantes del Carnaval de Santa Cruz de La Palma, y lo hace con un singular cartel en el que escribe frases filosóficas o humorísticas, según le parezca. “El año pasado llevé un cartel que decía: ‘Lo importante no es mantenerse vivo sino humano’, pero en otra ocasión escribí: ‘A mí sí me gustaban los polvos’, aunque me refería a que yo desde niño me pongo en mis partes polvos de talco porque se lo dijo un médico a mamá”, ha relatado a La Palma Ahora este personaje de Los Indianos, que ya tiene todo preparado para la cita del próximo lunes, 27 de febrero. “La ropa es la de siempre, porque no he subido de peso, y en la nevera puse unos puros que me regalaron para que no se me estropeen, y también llevaré la comba”, dice. Pero el cartel de este año es un secreto. “Nunca digo nada”. 

“He hecho una vida sana”

Don Antonio atribuye su buen estado de salud a que “he hecho una vida sana”, aunque recuerda que “cuando joven tuve muchas enfermedades, pero durante casi 50 años caminé y nadé, y nunca he fumado ni he tenido amigos de copas”.  “Hago una buena dieta y tengo por norma no jugar a la lotería”. “La salud me la han dado el mar y los ajos, porque todo los días como ajos, que son buenos para los dolores”, asegura. 

Durante 43 años trabajó en La Recova de Santa Cruz de La Palma. “Entré en la Plaza del Mercado el 16 de marzo de 1949 y salí en marzo de 1992”, rememora. Don Antonio forma parte del núcleo que inició los Carnavales en la capital. “Los carnavales los fundaron Mercedes de la Cruz, Luz Acosta y  yo, Antonio Gutiérrez”, afirma. “Desde pequeño me gustaba esta fiesta, y cuando los prohibieron después de la guerra española yo salía con un bastón y un sombrero a ver las casas de familia y a hacer bromas”, relata. “Toda la vida he sido un hombre alegre, y no guardo rencores ni me enfado; soy muy humano, perdono a todo el mundo y no discuto con nadie porque la discusión viene mal para el corazón, y el dinero es necesario, pero no me preocupa”, sostiene. “Tengo muchas horas de vuelo, mucha experiencia, tanta que no discuto con nadie, y cuando me acuesto por la noche, digo: me he portado bien en este mundo; es que Dios me dio algo para vivir”, reflexiona. “Y escúcheme que le voy a decir una cosa importante: la educación es la mayor riqueza que puede tener una persona”, dijo a esta redactora con mucha seriedad. 

“Estaba cuatro horas bailando sin descansar”

No se perdía una verbena. “Los mejores bailes eran en el Casino, pero cuando fracasó, me iba a las terrazas de verano del muelle, llegaba a las dos de la mañana y salía a las seis junto con las chicas; estaba hasta cuatro horas bailando sin descansar, porque yo tenía abuela y bisabuelas alegres”, cuenta. La alegría la lleva en los genes, y en la larga conversación que mantuvo con este digital, solo se quebró su voz cuando recordó el fallecimiento de sus dos hijas a edad temprana. 

Además de los bailes, otras de las aficiones de Don Antonio son hacer dulces –“soy muy dulcero”- y echarle “grandes piropos a las jóvenes”. “Hago unos marquesotes que no hay quien me los imite en La Palma, y después los regalo, porque a mí me gusta más regalar que me regalen”. 

“La gente no me deja caminar, todos me conocen”

El próximo lunes, 27 de febrero, Don Antonio no faltará a la cita con Los Indianos. “El año pasado salí a las siete y media de la mañana, pero es muy temprano, tengo que salir más tarde, y después voy al Mercado, a los supermercados, a las farmacias, bailoteo en la Plaza de España… pero es que la gente no me deja caminar, me conoce todo el mundo y yo atiendo con buena gracia y agrado”. 

Los Indianos, para este hombre vital, no tienen “defectos porque yo soy alegre; a la juventud le falta alegría y a mí me sobra; la única pena que tengo es que ya no puedo estar bailando cuatro horas seguidas”. Aunque no pueda bailar cuatro horas seguidas, Don Antonio tiene mucha marcha, mucho humor y una salud envidiable.

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