“Gestionando las miserias”: 80 pacientes por turno en un centro de salud de Vallecas

Víctor Honorato

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En el centro de Salud Vicente Soldevilla de San Diego, en Puente de Vallecas, es difícil saber cuántos médicos van a trabajar un día cualquiera. La falta de cobertura de las plazas por parte de la Comunidad de Madrid, sumada a las bajas y renuncias que se vienen sucediendo en los últimos meses ante la imposibilidad de atender agendas de hasta 80 pacientes por turno, han desbordado la capacidad de este ambulatorio, que debería dar servicio a una población de 15.000 pacientes. Al final de la semana pasada, en horario de tarde, solo quedaba un médico, de los 16 que en principio constituirían la plantilla total. El servicio se plantó: si no había personal, no podría haber atención médica.

Los retrasos para atender pacientes en el Soldevilla ya eran notorios en verano, cuando oficialmente se achacaba la carencia de doctores a las vacaciones. Pero con el nuevo curso ya bien en marcha, las cosas incluso han ido a peor. “En enero quedó una plaza sin cubrir, y eso fue sobrecargando los cupos. A la vuelta de vacaciones, dos personas dimitieron, a lo que se sumó otra baja por un embarazo de riesgo. Si un cupo normal es de 1.500 pacientes por médico, nosotros pasamos a 2.200”, indica Daniel García, médico de familia en el centro, que aguanta el ritmo de cadena de montaje porque está a media jornada con otra compañera. “Yo estoy dos días y ella, tres. Si estuviéramos los cinco, posiblemente también estaríamos de baja ya”.

La Comunidad de Madrid se escuda en que es difícil encontrar médicos, que hay más demanda que oferta, sin considerar que quizás cabe atraer profesionales pagando más. De los que sí aceptan, es frecuente que, al encontrarse con la montaña de enfermos, abandonen. “Vino una persona la semana pasada y al acabar dijo que no volvía”, cuenta la enfermera Ruth Cristóbal, que señala, con comprensión, el clima enrarecido entre los pacientes: “Me considero una persona bastante cabal, pero si llevo dos semanas para poder ir a al médico y llego aquí y me dicen que no me puede atender…”.

Administrativos, enfermeras y médicos colocaron carteles informativos en el centro y denunciaron públicamente la situación, lo que llevó a la Gerencia de Atención Primaria a reaccionar buscando lo que el doctor García considera “parches”, como crear agendas de pacientes no demorables que pueda ver indistintamente cualquier médico del centro, y no el que tengan asignado. “Se pasa de un modelo de atención primaria a uno de emergencia. Es agotador para el paciente tener que explicar sus problemas cada vez y, desde el punto de vista médico, muy complicado. No tenemos tiempo para escuchar con profundidad a la gente”, alerta. De momento, el centro va a seguir funcionando con este sistema, al menos en el turno de tarde, el más sobrecargado. “Las agendas ya no van a ser nominales. Es inviable”, lamenta Cristóbal.

“La locura es no saber qué va a pasar”

Hacia mitad de semana, la enésima crisis parecía precariamente contenida. Dos médicos contratados de urgencia entraron en el servicio, y había negociaciones para incorporar un tercero. Pero nada es definitivo. “Parte de la locura es que no sabemos qué va a pasar [a diario]”, apunta García. “El lunes iba a venir alguien de refuerzo, pero al final no se presentó”, añade Cristóbal. “No se trata solo de gente recién incorporada que se haya asustado”, avisa el médico. “Una compañera ha dimitido tras 10 años. Lo que hay es un deterioro cronificado”, opina.

Otras de las alternativas que plantea Sanidad es derivar pacientes. “Es difuminar el problema extendiéndolo a otros centros”, opone García. Tampoco es que los ambulatorios próximos tengan mucho margen. El Centro de Salud Campo de la Paloma, en Palomeras, al otro lado de la M-40, solo tenía tres médicos de los 12 que debería, lo que llevó a los vecinos a concentrarse a las puertas el martes para reclamar “una sanidad digna”.

La falta de médicos en el Soldevilla genera un “efecto dominó” que repercute en el resto de la plantilla, también en los administrativos, que ahora tienen que tomar decisiones para los que no están capacitados, como evaluar si un paciente que llega de urgencia debe ser atendido o no. “No tienen formación sanitaria y están que no pueden más. Si soy un enfermo y me molesta al orinar, no me vale lo que me digan en una ventanilla”, razona García. El doctor critica que la Consejería de Sanidad aborde estas carencias “como si fuese un fenómeno meteorológico” en vez de un problema de falta de inversión. “Lo que estamos haciendo es gestionar las miserias”, critica.