¿Qué famoso espía y conspirador del siglo XIX vivió en el barrio?

El madrileño Eugenio de Aviraneta e Ibargoyen nació un 13 de noviembre de 1792 (este lunes hará 225 años) y murió un 8 de febrero de 1872. Fue, en su juventud, un guerrillero que participó en la Guerra de la Independencia, junto a Juan Martín “El Empecinado”; preso durante la Época Ominosa, que consiguió escapar de la cárcel y pasar al exilio; viajero incansable, que estuvo por Marruecos, Egipto, Francia,Grecia, México... Posteriormente, se convirtió en un político liberal “Cristino”, en masón y en espía.

Pero si hay algo por lo que ha pasado a la historia es por ser el prototipo del conspirador del siglo XIX, un 007 de la época (en ocasiones, al servicio de Su Majestad) y, sin duda, uno de los mejores espías españoles de todos los tiempos.

“Un conspirador nato, un hombre dotado de una capacidad excepcional para la intriga, a quién le tocó vivir una época en que la represión absolutista, forzando la organización secreta, convirtió política y conspiración en sinónimos” (A. M. García Rovira)

Según Baroja, para quien Aviraneta fue un gran personaje novelesco (le retrató en las veintidós novelas de las “Memorias de un hombre de acción” y en “Aviraneta o la vida de un conspirador”), era un “señor pequeño, delgado, de tipo aguileño, con la mirada extraviada, vestido de negro, embozado con la capa clásica española y con sombrero alto y redondo”.

Aviraneta contrajo matrimonio cuando frisaba los sesenta años con Josefina de Esperamons, cantante de ópera de 26 años, y pasó los últimos años en su domicilio de la calle del Barco:

“Meses después, en Madrid, a principios de otoño, fui a casa de Aviraneta, que vivía en la calle del Barco con Josefina, su mujer. Don Eugenio tenía entonces más de setenta años y estaba hecho una momia gigantesca. Sus piernas se negaban a sostenerle, y para andar marchaba apoyado en un bastón grueso.Sus ojos brillaban de inteligencia y malicia. A pesar de su edad y de sus enfermedades, Aviraneta conservaba el brío y tenía las facultades tan despiertas como en sus buenos tiempos” (Los recursos de la Astucia-Pío Baroja)