Un ruso en Malasaña: Las noches de Moscú

Aquí estoy, cantando Las Noches de Moscú  (Подмосковные вечера), en modo sovietnostálgico, como cuando mi querida profesora de Literatura rusa, Liudmila Kaida, nos hacía cantar a los 8 kaleborrokos y siniestros o góticos, o como se llamen ahora, que tenía de alumnado, emocionados, esta canción u Ojos Negros (Очи чёрные). Conseguía, sin duda, amansar a las fieras. ¡Liudmila Kaida era lo mejor de Filología Eslava, muchas gracias por esas clases tan maravillosas, cómo las disfruté!

https://www.youtube.com/watch?v=dFh1hIhmzkc

Aquí una versión de Georg Ots, sin coros, pero también bien guapa.

https://www.youtube.com/watch?v=L-yFy3Lqezo

Bueno, pues eso, esta vez ha tocado ir a Las noches de Moscú, un restaurante ruso en Malasaña. Años ha estuve en otros dos rusos aquí en Madrid, El Cosaco y Rasputín, este último lo encontré bastante recomendable en su momento: estética rusa cuidada y buena calidad, pero fue hace más de 20 años y todo cambia en esta vida. Bueno, sigo con más música de acompañamiento, ¡no puedo pararrrr!

https://www.youtube.com/watch?v=KCJnJCBz2-8

Este establecimiento, como tantos otros, ofrece descuentos de hasta un 40 % en diversas plataformas de reservas online. Yo he preferido no reservar a través de ninguna de dichas plataformas porque ya tienen bastante los hosteleros con la pandemia como para venirles con rebajas, pero bueno, cada uno según su economía y su cabeza.

La decoración del lugar es principalmente roja, como la Plaza Roja; es roja y luego tiene una luz triste, tremendamente triste, todo lo cual actúa perfectamente como ambientación soviética. En cualquier caso, para reforzar la estética, hay un samovar (самовар) en la barra y un cartón gigante con coloridas cúpulas de basílicas moscovitas. Por si no lo sabéis, la etimología de samovar es muy simple, «var» (вар) es «bar»  y «samo» (само) es «de uno mismo», así que es algo así como el bar propio, en principio un bar de tés, qué extraño todo.

A continuación, una foto de nuestro rinconcito romántico en el escaparate del lugar, con lámpara radiactiva, perfecta para fotos en la tercera fase, y mantones de Pavlovski Posad para echar el tarot al más puro estilo Rappelovich (es decir, un hijo vidente de Rappel).

De primero nos ponen pan, dos mini barritas, picos y pan negro, este último agradable, amargo, melazoso y fresco, como debe ser, con auténtica mantequilla rusa marca Arias, bueeeno, 1,40 €/persona.

Para beber M. elige una cerveza rusa Baltik de 500 ml (3,50 €) muy similar a una Mahou clásica. Yo me decanto por una kaipiroska de lima (5,50 €), con paja de papel, bien; sí, soy de esos seres que se tomaría un cóctel hasta con un pepito. Me gustan los cócteles, no lo puedo remediar. Este, bien, sin exagerar, lima ácida, vodka ligero, bastante azúcar y frío moderado, fácil de tomar, sin más; 0 cabezonitis nocturna.

Empezamos con unos blinis (блины) con ahumados variadosблины (14 €). Los blinis rusos parece ser que no son como el concepto blinis que tenemos en España, es decir, una especie de tortita de tamaño mediano-pequeño. Son más bien los típicos creps, en este caso 4, algo fríos y de textura no muy fina. Van con smietana: nata agria de textura suave y delicado y ligero gusto lácteo, muy rica, casi sensual, como Ada.

Y los ahumados incluyen salmón, bacalao y boquerones enteros. Los dos primeros, bien, frescos, poco gusto a ahumado, textura tierna pero nada destacable; los últimos, algo secañosos. Iban con alcaparras en vinagre desmenuzadas y huevo rallado, lo cual acompañaba bien el conjunto que la smietana suavizaba amablemente.

Luego, seguimos compartiendo una borsch (бoрщ) moscovitaborschбoрщ (5,80 €). Sopa de remolacha con smietana y verduras. La borsch, cuyo nombre parece derivar de una planta que se solía utilizar en las sopas eslavas, supuestamente tiene origen ucraniano pero no está nada clara la cosa, lo único cierto es que es una sopa extendidísima en todos los países eslavos y cada uno la hace a su manera. En este caso, la sopa estaba buena, sabrosa, con gusto más a carne que otra cosa. Es más, la remolacha y su ligero aporte dulzón brillaban por su ausencia o si había remolacha era más bien insípida. Tampoco tenía ese color rojo característico, algo sangriento, que tanto le hubiera gustado a Raskólnikov. En cuanto a texturas, la patata estaba en su punto de cocción y la nata agria le aportaba cremosidad al asunto. Un guiso curioso, con tropezones verduleros, agradable y propio para el invierno, no me recordaba a otros borsch probados, parece que la versión moscovita es diversa, más carnívora y menos remolachera.

Continuamos con Bef stroganof (13,75 €). El famoso stroganoff, tal como se denomina en España siguiendo la derivación francesa, en este caso consiste en carne de buey en tiritas con una agradable, delicada y cremosa salsa con mostaza ligera, tomate, paprika, cebolla y nata con ajonjolí decorativo; la carne por su parte es tierna y jugosa. Todo ello se presenta sobre una base de arroz blanco pasadísimo que podrían ahorrarse perfectamente, o sustituir por arroz o pasta en su punto. Chíchikov lo hubiera disfrutado, aunque seguramente, en el contraste arroz pasado vs. stroganoff correcto habría encontrado reflejados rasgos de personalidad propios de quien lo había cocinado.

Seguimos con unos Sibirskye pelmeni (8,50 €). Los cибирский пельмени son una pasta casera, similar a unos tortellini, rellena de carne picada y se presentan en una especie de sopa ligera de pollo con su toquecito de smietana. La masa de la pasta rusa es más similar a la oriental que a la italiana, de harina más blanca y textura algo más gruesa y menos al dente. El relleno está estupendo. Recuerda, más triturado, a las salchichas de Matachana blancas. El conjunto de sopa y pasta resulta reconfortante, perfecto tras unas Noches Blancas.

Y no tomamos postre porque estamos ahítos. A continuación dejo un postre musical…

https://www.youtube.com/watch?v=Abnlp9QiGyo

He de señalar que en este lugar ha estado Chicote con su Pesadilla en la Cocina y no sé si realmente ha calado su mensaje o no; tampoco sé si su propuesta culinaria, la de Chicote, por lo que se puede ver en el vídeo, era excesivamente genérica y modernilla, y ellos prefieren algo más auténtico, también a nivel decorativo. A saber.

Las noches de Moscú es un restaurante en el que se molestan en ofrecer comida rusa auténtica con todo lo que ello conlleva. El lugar resulta algo triste a nivel decorativo, la luz tipo Chernobyl te da ganas de meterte en una nevera y no salir más, la persona que nos atendió muy amable, la comida es original y abundante. Está bien si te apetece algo diferente, eres un friki de lo eslavo y crees que comiendo blinis te va a poseer el espíritu de Dostoyevski o estuviste de Erasmus en Rusia y quieres recordar lo acogedores que son sus locales. Aquí lo conseguirás gracias a la excelente recreación luminosa del lugar.

Aquí os dejo el perfil de Facebook -nada actualizado- de Las noches de Moscú, establecimiento que se encuentra en la calle Marqués de Santa Ana 37.