Un viaje cinematográfico por la Plaza del Conde del Valle de Súchil: de un ganador de dos Oscar a un premio Emmy

Sobre la fachada amarillenta del número 10 de la Plaza del Conde del Valle de Súchil, en el chamberilero barrio de Arapiles, se puede leer “Aquí vivió Gil Parrondo. Decorador de cine y escenógrafo (1921-2018)”. La placa se colocó en 2021, año en la que el cineasta hubiera cumplido un siglo de vida.

La plaza se edificó en los años cincuenta sobre los terrenos en los que había estado en el siglo XIX el cementerio General del Norte, desmantelado en 1884. Es un gigantesco espacio rectangular con zonas ajardinadas que podría dar para escribir por sí misma, pero hoy vamos a mirarla a la luz de los focos del cine.

Por si alguien no lo sabe, diremos que Gil Parrondo ganó dos premios Óscar por Patton y Nicolás y Alejandra, dirigidas por Franklin Schaffner (y fue nominado una tercera vez por Viajes con mi tía, de George Cukor). Trabajó con Henry Hathaway, Nicholas Ray, Stanley Kramer, John Milius o Richard Lester, entre otros. En el cine español, con todos.

Curiosamente, en la adaptación cinematográfica de Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984), Gil Parrondo trasladó a La Latina las localizaciones que en la obra de Fernán Gómez pertenecían a Chamberí. El entorno era familiar para el autor del libreto teatral, que vivió sus primeros años en distintas casas chamberileras (en la del 22 de Álvarez de Castro se puso una placa casi a la vez que se hizo con la de Gil Parrondo).

El cine se entrelaza en la plaza con un solo grado de separación humano. Si Las bicicletas son para el verano mostraban el Madrid de los interiores en el Chamberí del ¡No pasarán!, La hora de los valientes hacía lo propio con Madrid en torno al Museo del Prado en guerra. El encargado de aquella película de 1998 fue Antonio Mercero, también responsable del mítico mediometraje La cabina, cuyo elemento principal está recreado al norte de la Plaza del Conde del Valle de Súchil. Por cierto, que entre Las bicicletas son para el verano y La hora de los valientes median el Gabino Diego de niño a hombre.

La cabina roja, en el cruce con la calle Arapiles, fue colocada también durante el año 2021. La verdadera localización, la de 1972, estaba a solo unos metros, dentro de una urbanización privada. Y la idea del homenaje partió de David Linares, guionista chamberilero. El mediometraje fue merecedor de un premio Emmy en 1972 a la mejor película internacional para televisión.

Con La cabina volvemos a anudar la historia del cine sobre la plaza, puesto que un joven José Luis Garci fue el autor del guión. Garci, gran amigo de Gil Parrondo, le entregó la dirección de arte de casi toda su obra, desde la oscarizada Volver a empezar (1982) hasta Sangre de mayo (2008). Esta asociación dio como fruto cuatro premios Goya para el director de arte. Mirando los créditos de La cabina, cabe recordar que aunque José Luis López Vázquez nació en Lavapiés, también fue vecino de Chamberí; y, para cerrar el círculo, insistir en que coincidió con Gil Parrondo a las órdenes de George Cukor en la ya mencionada Viajes con mi tía.

Solo un año antes del advenimiento cinematográfico de la Plaza en 2021, había llegado a su entorno inmediato, en el cruce con la calle Alberto Aguilera, la estatua que, pistola en mano, homenajea a Los últimos de Filipinas. Aunque la referencia a los “héroes de Baler” no está asociada directamente con la película, a más de uno –de edad avanzada, probablemente– le vendrá a la cabeza el título dirigido por Antonio Román en 1945, con actores míticos como Fernando Rey o Tony Leblanc. Que ejerció de portero en el Racing Club, radicado en el barrio, e interpretó al Tigre de Chamberí, por cierto.

Se nos escapan, seguro, mil y una asociaciones cinéfilas con la plaza. Rodajes o historias de película nunca llevadas al cine, como la aparición de 650 cadáveres en los años noventa. La plaza del Conde del Valle de Súchil, cuyo nombre recuerda a un alcalde de Madrid poco conocido, nos recuerda que entre las capas que conforman nuesta ciudad hay una que tiene que ver con las historias que han apuntalado desde la pantalla nuestras biografías.