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Cuando la prensa dio cuenta de la inauguración de un Teatro Pavón que no sabe si llegará a cumplir 100 años

Imagen del Teatro Pavón poco después de su inauguración en 1925

Antonio Pérez / Somos Lavapiés

24 de enero de 2022 16:40 h

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La noticia de la reciente venta de la mitad del Teatro Pavón al inversor inmobiliario Oliver García Leo hace temer por el futuro cultural de este espacio de altos y bajos a lo largo de su historia. Amaya Curieses habría cedido su 50% a cambio de 2,1 millones de euros, mientras que su antiguo socio, José Maya, con quien compró un Pavón en ruinas en 1999, conserva su parte de una propiedad tasada en 5,9 millones y en declaraciones a elDiario.es ha hecho pública su intención de conservarla de ser posible.

El Pavón, construido por Teodoro Anasagasti y una de las primeras muestras de art decó edificadas en Madrid, no está declarado Bien de Interés Cultural y su protección sólo es estructural. En tres años cumplirá un siglo de existencia. Esta institución, nacida con vocación popular y de barrio, se asoma a esa cota sin garantía alguna de alcanzarla teniendo un uso cultural.

El Pavón se levantó a lo largo de 1924 sobre unos terrenos de la calle Embajadores propiedad de Francisca Pavón Casas, finalizando su construcción en marzo de 1925, pocos días antes de su estreno, que coincidió con el Sábado de Gloria, fecha en la que los teatros de Madrid de los años 20 del pasado siglo acostumbraban a inaugurar su temporada de primavera.

Popular, especializado en zarzuela y sainetes

Poco antes de la puesta de largo del Teatro Pavón la prensa de la época ya anunciaba su llegada con bastante detalle. Así, El Heraldo de Madrid del 18 marzo de 1925 anticipaba lo siguiente: “El próximo Sábado de Gloria se inaugurará un nuevo teatro, situado en la calle de Embajadores, esquina a la plaza de Nicolás Salmerón. Sus propietarios, la viuda e hijos de Pavón , han tenido el feliz acuerdo de dedicar el magnífico local al género lírico. Al frente de la compañía figurará como director artístico el maestro Luna y como primer actor Ramón Peña, nombres ambos que son las mayores garantías de una brillante temporada. Entre los artistas ya contratados está Rosario Leonís, el barítono Murcia, la característica Sofía Romero y otros varios de sólido renombre. Como gerente de la Empresa irá el conocido hombre de teatro D. Julio Poveda. Piensan cultivar la zarzuela y el sainete y cuentan ya con obras de los más prestigiosos autores. Por lo pronto ya han conseguido autorización de Arniches y el maestro Guerrero para que ‘Don Quintín el Amargao’ se represente en la función inaugural. Deseamos al nuevo negocio la próspera vida que merece”.

Un día después La Época destacaba que el Pavón sería “un coliseo eminentemente popular” y que podría “sostener los espectáculos a precios económicos” gracias a su considerable tamaño y a sus 1200 butacas. 

El Imparcial del 19 de marzo añadía: “Este nuevo teatro, uno de los más espaciosos y cómodos que tendremos (...) está situado en uno de los barrios más populares”. Después, constataba la fuerza con la que la propuesta irrumpiría en la ciudad ensalzando el gran cartel de primeras figuras artísticas con las que haría su debut, previendo que todo ello era “garantía segura de que el negocio del teatro Pavón será colosal, artística y pecuniariamente”. Un día después este medio volvía a hablar del teatro de la siguiente manera: “Se han efectuado las pruebas de resistencia de este nuevo edificio, con los resultados satisfactorios que eran de esperar, dada su magnífica construcción. Autoridades, artistas y diferentes personalidades que con este motivo han visitado el nuevo teatro, han elogiado mucho sus excelentes condiciones de capacidad, higiene y seguridad”.

Por su parte, El Liberal, decía del nuevo edificio: “Cuentan y no acaban de esplendidez en el decorado, buen gusto y excelentes condiciones acústicas, sin mengua de sus dimensiones de teatro popular, que lo será en seguida seguramente. Situado en el mismo barrio que otros teatros populares, les aventaja en cantidad de localidades y reúne muchas condiciones indispensables ya para el gusto del público, que no se satisface fácilmente”.

Al mismo tiempo, esta cabecera elogiaba a Julio Poveda, gerente del teatro, y a los artistas que había logrado reunir para su puesta en marcha: “A la importancia del teatro corresponderá la valía de los artistas (...) que garantizan la brillantez del espectáculo lírico, a base de sainetes y zarzuelas, unas conocidas y otras inéditas, que nos ofrecerán para nuestro esparcimiento y solaz”. “Julio Poveda, este inteligente ‘hombre de teatro’, que permaneció en América algunos meses al frente de la compañía del maestro Vives, ha regresado a España y apenas ha llegado a Madrid ha organizado una notable agrupación artística y una empresa que inaugure el nuevo teatro Pavón, situado en la Cabecera del Rastro, a la entrada, de la calle de Embajadores”.

El estreno benéfico y real de un coliseo de barrio

Finalmente, la inauguración del Pavón se produjo en la fecha prevista: 11 de abril de 1925, Sábado de Gloria. Se estrenó con una función benéfica e “íntima” -privada, ajena a las clases populares a las que se dirigiría posteriormente el teatro- en favor de la Asociación Matritense de Caridad. Entre los asistentes, grandes nombres.

En la crónica de la inauguración publicada en El Heraldo de Madrid, encontramos más detalles sobre el aspecto interior del teatro: “Anoche, y en función privada, se inauguró ‘íntimamente’ el nuevo teatro Pavón, instalado en la calle de Embajadores. La sala, de tonos claros y de sobria y elegante decoración, es de las más capaces y cómodas de la corte . Tiene dos pisos de palcos y unas butacas d e anfiteatro —en número de 900— , desde las que se abarca perfectamente la escena y se oye sin ningún esfuerzo. Los vestíbulos son amplios, y las dependencias, tanto las destinadas a los espectadores como las del escenario para el servicio de los artistas, espaciosas y profusamente iluminadas”.

El Imparcial, en su edición del 12 de abril decía: “Magnífica resultó la función inaugural del nuevo teatro de la calle de Embajadores, contribuyendo a la mayor brillantez la presencia de los Reyes, que el público recibió con unánimes aplausos y entusiastas vivas. El programa lo constituían la zarzuela El asombro de Damasco y el sainete Don Quintín el Amargao y el lucido espectáculo se daba a beneficio de la Asociación Matritense de Caridad. La sala, completamente llena, presentaba el aspecto de las grandes solemnidades. Muy bien interpretada la zarzuela del maestro Luna, fueron justamente aplaudidos todos los artistas y al cantar los conocidos cuplés del segundo acto Rosario Leonís y Ramón Peña, con letras alusivas a los Soberanos, el público tributó una clamorosa ovación a Sus Majestades, que saludaron sonrientes, agradeciendo la espontaneidad del homenaje. Con los Reyes estaban el Príncipe de Asturias, los marqueses de Carisbroolie, la duquesa de Alba y el duque de Vistahermosa. A fuer de imparciales debemos consignar que el sainete de Arniches obtuvo una interpretación incomparable, que mereció sinceros elogios. La Empresa da! Pavón puede pavonearse de la excelente compañía que ha formado, y como el coliseo es bonito, las localidades cómodas y los precios baratos, seguramente no va a darse cuenta de la crisis teatral”.

Sobre los precios baratos a los que hacía alusión el artículo de el Imparcial, en el ABC de la época encontramos que la butaca del Pavón costaba 0,75 pesetas, mientras que el palco cotizaba a 8 pesetas.

700.000 pesetas de coste y un aforo de 1.700 personas

Un mes después del estreno del teatro, en la revista de arquitectura La Construcción Moderna se publicó que su construcción había costado 700.000 pesetas y que tenía capacidad para 1700 personas, aforo muy superior al que tiene en la actualidad.

Además, se daban más detalles sobre el edificio: “Está emplazado en los números 11 a 15 de la calle de Embajadores con vuelta a la de Dos Hermanas, habiéndose instalado en la planta baja un bar en comunicación directa con el teatro, que tiene el carácter de popular y de barrio o sector. Respondiendo a este carácter, su decoración interior es muy sobria, reflejando, no obstante, la sala, y más especialmente las fachadas, la originalidad que se destaca en todas las producciones del autor del proyecto y director de las obras, arquitecto Sr. Anasagasti, al que se deben el Real Cinema, el Monumental Cinema y el teatro cine del Cisne, además de la terminación del magnífico teatro Fontalba, que empezó su padre político, el arquitecto decano del Ayuntamiento de Marlrid, Sr, López Salaberry”.

Nacido bajo el signo de la crisis teatral

A principios de 1925 la prensa no dejaba de publicar artículos sobre la mala situación que estaba atravesando el teatro en España y, concretamente, las salas de Madrid. Así pues, podemos afirmar que el Pavón ya nació en plena crisis del sector, como si se tratase de una premonición sobre lo difícil que iban a ser los días de la vida que le esperaban, con brillantes luces pero, a la vez, con demasiadas sombras y prolongados períodos de ausencias y cierres que hacen pensar que el hecho de que esté a punto de llegar a su centenario tiene mucho de milagroso.

Los periódicos apuntaban a que aquella crisis teatral se debía, sobre todo, a que en Madrid había demasiados teatros y demasiadas funciones (mínimo dos al día en cada espacio) para el público existente.

El Pavón vino a ser el número 35 de los teatros existentes en Madrid

La repetición de las propuestas y poca originalidad de las que se subían a escena -cómicas en su mayoría y cosa de lo que se culpaba a autores y a empresarios- también eran factores que habrían favorecido la tan cacareada crisis teatral.

El 26 de marzo de 1925, Luis Araquistain, firmaba un artículo en La Voz (Diario independiente de la noche) sobre este tema. En La crisis teatral es provechosa, especificaba que había demasiados teatros, sobre todo en la capital:  “Su número sobrepasa a los que funcionan en cualquier capital europea, incluso Londres, cuya población es siete u ocho veces mayor que la de Madrid”.

La Época, el 13 abril de 1925, publicaba: “Ciñéndonos a la crisis que a la industria teatral se refiere, y que es la que pretendemos estudiar, basta con que recordemos los teatros que a cambio de uno o dos que han desaparecido, hemos visto levantarse en Madrid en unos cuantos años. No son menos de una docena: Centro, Coliseo Imperial, Fuencarral, Latina, Reina Victoria, Infanta Isabel, Alkázar, Rey Alfonso, Eldorado, Cisne, Fontalba, y el recientemente inaugurado teatro Pavón. Probablemente me olvidaré de alguno. Este número, sobre los existentes y sobre las salas de los cines -naturalmente, nuevas todas también, por ser tan moderno este género de espectáculo-, es la razón primera y principal del actual estado de cosas. No hay público para tanto teatro. Y, además y sobre todo, no hay público para tanta función”.

La Construcción Moderna recogía que el Pavón vino a ser el número 35 de los teatros existentes en Madrid, sin contar las dos docenas de cines que había en la ciudad. El día siguiente a su inauguración El Liberal escribía un artículo titulado Dieciséis teatros y un circo inauguraron ayer la temporada de primavera.

Otras razones de aquella crisis teatral en mitad de la cual nació el Pavón la apuntaba Nuevo Mundo en su edición del 10 de abril de 1925, exigiendo soluciones radicales e intervencionistas: la carestía de la vida, los excesivos impuestos al teatro del Estado y, en gran medida, la avaricia de algunos dueños de salas y demás promotores e intermediarios, todo lo cual repercutía en el ascenso de los precios de las entradas.

“Una de las causas que en mayor proporción encarecen el espectáculo teatral es el precio excesivo de los locales y la libertad que sus dueños dan a los arrendadores para subarrendarlos. iSe hace preciso prohibir el subarriendo en condiciones más altas de las que se establecieron en el contrato de alquiler, o indispensable obligar a los propietarios a reducir el precio a proporciones lícitas, ya que la ley de Alquileres no proveía este caso de abuso y les dejó en libertad de subir el precio en la proporción que se les antojara, y claro es que esta libertad equivale a dar rienda suelta a la codicia”.

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