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Prueba del Kia Sportage híbrido: ‘primus inter pares’

La línea del Kia Sportage es atractiva y moderna sin incurrir en estridencias de diseño.

Pedro Urteaga

Construir un coche equilibrado en todo, redondo, puede parecer poca cosa si lo que uno busca es aquel que más corre, el que “va como una tabla” o el que más sensaciones transmite. Sin embargo, lograr algo como el actual Kia Sportage es de todo menos sencillo, porque se trata de obtener un vehículo que lo haga todo bien, pudiendo no descollar en nada, y que no presente ningún defecto digno de mención.

Ya hemos cantado las alabanzas del Sportage en anteriores pruebas dedicadas a su versión mild hybrid (ver artículo) e híbrida enchufable (artículo), ambas muy conseguidas y cuyos méritos explican que este sea uno de los modelos más populares de nuestro mercado, a pesar de unos precios -los de Kia- que hace tiempo que han dejado de ser bajos.

Para completar el cuadro, nos hemos puesto al volante ahora de la variante híbrida convencional del coche, que tal vez -a nuestro juicio- sea la más redonda entre las más redondas, o al menos la más apropiada en los tiempos que corren para una porción mayoritaria de la población.

El Sportage enchufable (PHEV) es imbatible para urbanitas que buscan ante todo la etiqueta por excelencia, es decir, la 0 emisiones, a los que permite cubrir buena parte de sus desplazamientos diarios en modo eléctrico gracias a una autonomía con el motor apagado de unos 50 kilómetros reales. Para ello, eso sí, se necesita un punto de carga a disposición, lo cual no es el caso de la mayoría de los conductores.

Por su parte, el híbrido ligero (MHEV) de gasolina y 150 caballos da acceso al distintivo Eco -el segundo mejor-, pero no puede competir con ninguno de los híbridos ni en potencia ni en prestaciones, pues es por ejemplo dos segundos más lento que ambos en el 0 a 100 km/h. Además, su consumo medio se mueve en cifras altas, entre 7,5 y 8 litros/100 km, y solo en carretera a ritmo muy tranquilo cabe bajar a unos más aceptables 6,3 litros/100 km.

A todo ello, el full hybrid (HEV) de nuestra prueba contesta con la etiqueta Eco -que corresponde en nuestro país tanto a los híbridos de verdad como a los microhíbridos-, una potencia abundante de 230 CV que acerca su rendimiento al del PHEV, de 265 CV, y un sistema de impulsión en el que la parte eléctrica tiene mucho más peso que en el mild hybrid y logra rebajar el consumo de manera considerable.

En un uso que incluya sobre todo tráfico urbano y periódicas incursiones en carretera, como el que hacen numerosos usuarios de ciudad, el Sportage HEV suele conformarse con 6,5 litros de gasolina cada 100 km, un registro más que razonable para un SUV de 4,5 metros y casi 1.800 kilos.

Consideremos un trayecto tipo de 20 minutos que discurra por calles y una vía rápida como la M-30 madrileña, que muchos lectores conocerán. Siempre que la pequeña batería disponga de carga suficiente, cosa fácil de conseguir si se conduce normalmente, el Sportage híbrido circula la mayor parte del tiempo en modo eléctrico, impulsado por un motor de 44,2 kW y con el de combustión de 179 CV apagado, de tal forma que llegamos a destino con un promedio parcial de 3,5 km/100 km.

Muchos desplazamientos como este sumados dan como resultado que la media total arroje cifras contenidas salvo que se viaje a velocidad muy alta por autopista, donde los registros pueden ya escalar a 8 litros/100 km o más.

Otras cualidades propias y comunes

La versión HEV destaca también por el volumen de su maletero. Con 587 litros, es la segunda más capaz, casi empatada con la de gasolina sin hibridación, que cuenta con 591. El Sportage MHEV de gasolina (hay otro diésel) dispone de 562 y el PHEV se queda en 540 litros.

Por lo que hace a prestaciones, nuestro híbrido alcanza los 100 km/h desde parado en 8,3 segundos y completa los adelantamientos en carretera con la velocidad necesaria para moverse con seguridad. El comportamiento es neutro, aquí ya como en las demás versiones del modelo, y lo bastante ágil como para no echar en falta una suspensión más rígida que maltrate a los pasajeros. Sus 4,5 metros de longitud canónicos se antojan, una vez más, los justos para albergar a una familia tipo actual, de cuatro miembros.

El combo que explica el éxito del Sportage en todas sus variantes se completa con un diseño interior muy moderno, pero no estridente, una terminación esmerada y unos niveles de equipamiento bien definidos y que cabe considerar generosos en cada uno de los acabados, tres en el caso del HEV (Drive, Tech y GT-Line).

El primero, asociado necesariamente a un sistema de tracción a las ruedas delanteras, cuesta 38.158 euros. El Tech sale por 41.058 en versión 4x2 y 43.959 en la 4x4, en tanto que el GT-Line sube a 46.158 (4x2) y 49.758 euros en variante de tracción total.

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