Tomatito: “Nunca pensé en ser solista, pero la muerte de Camarón me empujó”

Incluso Al Pacino se marcó unos bailes al ritmo de Tomatito en una escena de “Pactar con el Diablo”. José Fernández Torres, ‘Tomatito’, (Almería, 1956) es una leyenda. Pero una leyenda muy viva. Prueba de ello es el álbum “Spain Forever” que presentará junto al pianista de ‘latin jazz’ Michel Camilo en La Mar de Músicas de Cartagena el próximo 16 de julio.

El disco culmina la trilogía que iniciaron con “Spain” en 2000, cuando juntar piano de jazz y guitarra flamenca era una apuesta arriesgada. Que el experimento funcionó lo prueba el Grammy que se llevaron. ‘Tomatito’ y Camilo exhiben ahora ante el público la madurez de casi veinte años inventando música juntos. En esta entrevista, ‘Tomatito’ recuerda a Camarón, Paco de Lucía, Enrique Morente y la grabación de “La leyenda del tiempo” (1979), el disco que cambió el flamenco para siempre.

“Spain Forever” es un disco más suave que sus anteriores con Michel Camilo, con versiones de Chick Corea, Astor Piazzolla, Erik Satie, Django Reinhardt, Morricone… ¿Por qué dos músicos tan torrenciales como ustedes han optado por un repertorio más calmado?

Es más romántico, sí. Los discos que hacemos siempre nos salen muy natural. La cosa surgió porque a mí me encargaron aquí en Almería, para un festival de películas, la música de “Cinema Paradiso” y “El cazador”. Hablando con Michel, le dije: “Mira, estoy aprendiendo esto, a ver qué te parece”. Empezamos a tocar el tema de Morricone y así surgen las cosas. Luego hicimos “Água e Vinho” (de Egberto Gismonti), que es un tema más clásico. Yo no sé leer música, pero como me gusta tanto la guitarra le dije: “¿Por qué no la probamos?”. Y cuando Michel me vio tocándola en Japón le gustó y lo empezamos a ensayar. Así pasan las cosas.

¿Cómo ha evolucionado su relación creativa con Michel Camilo en los casi veinte años que llevan tocando juntos?

Yo vengo de tocar con Camarón y Paco de Lucía, que son los inventores del flamenco nuevo. Y también he tenido siempre esa curiosidad por otras músicas. Ahora, después de tocar tanto con Michel, me encuentro con que, cuando me pongo a componer, a veces me sale algo que es un poco más latino.

Cuando ustedes hicieron “Spain”, el primer álbum de la trilogía, en 2000, lo de juntar piano y guitarra era una rareza.

Era algo un poco arriesgado, sí. Yo mismo no acababa de convencerme porque veía el piano, tan grande y con tanta energía, y la guitarra tan chiquitilla… Pero tocamos en Barcelona, en el Festival de Jazz, por separado, yo con mi flamenco y él con su ‘latin jazz’ y luego, por probar, hicimos “Bésame mucho”, y enseguida se vio que a la gente que había allí en el Palau de la Música le encantó. Entonces fuimos de gira a Japón, a Suiza, ya tocando juntos, y era el propio público el que nos exigía que grabásemos el disco. Nos preguntaban que cuándo íbamos a sacarlo. Al final nos lo creímos y lo hicimos.

Y ganaron un Grammy.

Así empezó la cosa. No hay más secreto.

¿Ha cambiado mucho el mundo del flamenco desde que usted empezó?

Yo es que no estoy metido casi en los festivales de flamenco, porque despues de lo que desgraciadamente le pasó a Camarón, me hice solista. Yo siempre había creído que lo mío era acompañar a otro, a un cantaor. Era lo que conocía. Pero, al morir Camarón, Paco de Lucía me abrió las puertas a un nuevo mundo y ya me fui yo solo con la guitarra. En todo caso, el flamenco es muy sabio, como todas las músicas de tradición. Está vivo, está siempre cogiendo cosas, siempre se acaba poniendo en su sitio. Los jóvenes que vienen harán lo suyo, y el flamenco no se parará nunca.

A usted el jazz le gustaba ya de niño.

Sí, George Benson era un ídolo para mí. Aunque yo venía de la cultura flamenca, su fraseo, sus armonías, me decían mucho. En general, la música, la música que es bonita, siempre me ha gustado.

Cuando usted empezaba, ¿era corriente que un músico de flamenco se acercase a otros estilos?

Yo es que me crié escuchando a Paco de Lucía y Camarón, que eran tan curiosos… Paco ya hacía incursiones en el jazz con Chick Corea y todo eso, así que yo no lo veía raro. Los puristas sí, claro. Decían: “¡Bah, ese acorde no es flamenco!” Esas cosas las he escuchado yo de joven. Pero a mí tampoco me importaba mucho lo que dijeran. ¿Y qué, si no era flamenco?

¿Cómo lidia usted con los elogios, los premios…?

Yo esas cosas me las creo muy poco. Si tú trabajas, sabes dónde llegas, dónde no llegas y qué te hace falta. Y en la música nunca se aprende suficiente. Siempre hay cosas que te sorprenden. Otros estilos, que pasas por tu filtro, porque en una misma melodía cada persona escucha algo único y distinto. Hasta un silencio te puede emocionar, que dices: “Oh, mira qué bonito dónde se para”. A ver, cuando te dan un premio te gusta, porque significa que valoran tu música, pero yo creo más en el trabajo que en el tópico de “Eres un artista”. Sí, se nace con la gracia, pero si no la cultivas… ahí te quedas regadera.

¿Es sacrificada la vida del músico?

La guitarra lo es. A mí tú ahora me has pillado tocando. Pero es ya por vicio, por masoquista que soy. Es que me gusta mucho.

¿Cómo era trabajar con Paco de Lucía?

Una maravilla. El mejor de toda la historia de la guitarra para atrás y para adelante. Todos los días me acuerdo de él. Todos, porque su música siempre ha estado en casa. El otro día vi una foto que me hicieron con él en la que estoy hecho un chiquillo. Yo entonces no podía imaginar que un día tocaría a su lado.

También tocó con Enrique Morente.

Era una persona maravillosa, con la que se aprendía: Las cosas que se inventaba, cómo organizaba el flamenco, las melodías, que siempre te sorprendían, sus ideas tan originales. Cuando cantaba, tú decías: “Bueno, este hombre adónde va a parar”.

Con él, entre otras cosas, colaboró en el álbum “Omega” (1996), con Lagartija Nick. ¿Esperaban entonces que veinte años después se seguiría hablando de ese disco?

Sí me lo esperaba, porque lo mismo lo viví con “La leyenda del tiempo” (1979), con Camarón, que yo le decía: “José, que esto es muy feo”, pero él me contestaba: “Es muy feo, pero nosotros le vamos a dar un punto que ya verás tú”. En ese momento mucha gente no entendió el disco, pero Camarón decía que dentro de veinte años lo entenderían… y así fue. Él decía que el flamenco estaba vivo, pero que había que darle un apretón de tuerca, eso sí, respetando la tradición, porque más respetuoso con el flamenco que Camarón… poca gente. Él no le quitaba al flamenco nada. Al revés: le aportaba. El flamenco estaba muy bien hecho, pero Camarón vino a recrearlo, para que, de ser una música de minorías, ahora los intelectuales pudieran decir: “Oye, que me voy a ver a Camarón al Palacio de Deportes de Madrid”. Un recital suyo era un acontecimiento en aquel entonces.

Camarón no tenía miedo a arriesgar.

Si hubiera tenido miedo no hubiera hecho nada de lo que hizo. A él no le gustaba que lo machacaran los puristas. Eso a nadie le gusta. Pero es que él vino al mundo a eso. Tuvo que aguantar las críticas en ese momento para abrir paso al flamenco que hizo él.

Usted, cuando era un niño y empezaba a soñar con ser guitarrista, ¿imaginaba que le sucedería todo lo que le ha sucedido?

Nada, cero. No pensé que iba a tocar con mis ídolos ni a ir por todo el mundo. Yo no conocía nada, pero, eso sí, por tradición musical flamenca, la guitarra siempre estuvo en casa, en mi familia. Tengo un niño que está empezando a dar sus conciertos. Pues el otro día, aquí en Almería, un señor que es cantaor, José Sorroche, le contaba: “Tu padre de chico, al salir del colegio, venía a mi tienda a escuchar discos. Yo le ponía Antonio Mairena, pero él me pedía Camarón y Paco de Lucía”.