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Rodrigo, no te perdono

Como una Miss trasnochada que no termina de diferenciar entre pedir perdón y pedir permiso, Rodrigo Rato ha pedido PERDÓN A LA SOCIEDAD.

Así. En mayúsculas. Porque el exvicepresidente del Gobierno del PP se ha dado cuenta dos años después de que comenzase el juicio contra las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia que la CAGÓ. Y sí. Esto también va en mayúsculas. Y la cagó no porque utilizase un sistema fraudulento para lucrarse personalmente a costa de Caja Madrid, Bankia y sus clientes. La cagó porque lo descubrieron. Y la cagó porque mordió más de lo que podía comer. Así funciona la justicia para los que tienen: si puedes digerir el bocado, el estado también.

¡Porque aquí perdonamos todos, señores! Aunque la sentencia reconociese a los responsables de la quiebra, los que devolvieron el dinero gastado de forma irregular evitarán entrar en prisión. Y todavía nos maquillan la realidad como si fuese una sentencia común o como si todo estuviese amparado por la justicia. Según la justicia, como Sánchez Barcoj consiguió devolver los 575.000 euros no entrará en prisión porque su pena es de un año y medio (inferior a los dos años, espacio de tiempo por el cual la prisión es ineludible). De nuevo, ese maravilloso “perdón” prosaico y selectivo que hace concesiones a unos y se endurece frente a otros.

Porque, hasta donde yo tengo entendido, por pagar una multa de tráfico no te devuelven los puntos que perdiste. No reapareces en la casilla de SALIDA mágicamente. El contador no se pone a cero. Pagas la multa y pierdes los puntos. Ese es el castigo. Esa es la medida práctica y social que invita al sancionado a no reincidir.

Pero en algunos casos, todo queda en un socorrido y maternal: “Vale, ya está. No lo vuelvas a hacer”.

Y es que nuestra Audiencia Nacional actúa a veces con delantal y rulos en lugar de toga y puñetas. Cuando los investigados (anteriormente imputados) descubrieron que todo estaba a punto de salir a luz, se apresuraron por devolver lo robado. Como consecuencia, obtuvieron importantes rebajas de sus condenas. De nuevo, ese magnífico perdón y ese viaje a la casilla de SALIDA. El marcador a cero.

Según el Michael Sandel, ganador del Premio Princesa de Asturias 2018, el intento de arreglar a posteriori un daño no exenta al delincuente de culpa. El delito se cometió. Y se cometió durante un intervalo largo de tiempo con prevaricación y cohecho. La justicia no está para perdonar. La justicia está, como su propio nombre indica, para ajusticiar. Repartir equidad social y económica amparándose en un marco jurídico y penal. Como decía Imanuel Kant, la justicia tiene que ser objetiva y estar exenta de visiones morales. Para él, como para muchos otros, la libertad del individuo es ajena a sus virtudes personales. Para mantener esa libertad a nivel social, debemos de ser objetivos en todo momento y no pensar en valores ya que estos son variables. Cada sociedad, religión, grupo étnico, familia, casa... tiene unas reglas de convivencia diferentes y la justicia tiene que crear un marco y unos códigos donde todas esas variables estén recogidas por igual. Si Kant se dio cuenta de esto hace tres siglos, ¿por qué nosotros seguimos cojeando? ¿Por qué Esperanza Aguirre puede aparecer en espacios públicos y mentir sin que nadie le frene los pies? “No sé si las cárceles están para 90.000 euros” Esperanza dixit.

Querida Espe: Rodrigo Rato no va a la cárcel por 90.000 euros. Rato va a prisión, según la sentencia, por mantener el sistema “perverso” de las Tarjeta Black en Caja Madrid y trasladarlo a Bankia. Rato va a la cárcel porque no solo no reingresó el dinero que había malgastado, sino que extendió un sistema pútrido de igual forma que haría un virus hacia otra entidad que es parcialmente pública (el Estado posee el 60% del capital de Bankia). Señora y señores, cuando estos señores robaban sus 12´5 millones de euros, nos estaban robando a todos.

Pero, ¡eh! Ahí está el magnífico PERDÓN judicial (devuelve el dinero antes de que empiece el juicio y ya veremos como hacer para que no entres en prisión). Eso me recuerda a los maltratadores que, después de una agresión, regalan flores a sus parejas cuando el moratón aún está caliente. Cuando la herida no ha terminado de cicatrizar.

Con una crisis económica y social de caballo, estos señores de traje y corbata han dispuesto a su voluntad de aproximadamente 12’5 millones y aquí paz y después gloria.

La mañana del jueves 25 de octubre, Rodrigo Rato entró en prisión (por algo más que 90.000 euros, Espe) pidiendo perdón a la sociedad. No por habernos robado, sino porque nos dimos cuenta. Nos pidió perdón por no haber sido discreto. Porque el señor Rato, al igual que Miss Distrito Capital, no diferencia entre pedir permiso o pedir perdón. Todo se reduce a lo mismo: coge el dinero y corre.

Evita el permiso y, si te pillan, pide perdón. Porque el perdón puede mover montañas si tienes dinero para pagarlo (con datafono).

Y el permiso. Bueno, eso ya es otra historia.

Como una Miss trasnochada que no termina de diferenciar entre pedir perdón y pedir permiso, Rodrigo Rato ha pedido PERDÓN A LA SOCIEDAD.

Así. En mayúsculas. Porque el exvicepresidente del Gobierno del PP se ha dado cuenta dos años después de que comenzase el juicio contra las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia que la CAGÓ. Y sí. Esto también va en mayúsculas. Y la cagó no porque utilizase un sistema fraudulento para lucrarse personalmente a costa de Caja Madrid, Bankia y sus clientes. La cagó porque lo descubrieron. Y la cagó porque mordió más de lo que podía comer. Así funciona la justicia para los que tienen: si puedes digerir el bocado, el estado también.