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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El populismo a escena

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Josu Montalbán

Ya hace algunos años que los partidos políticos se han entregado a un populismo que sólo resulta rentable para quienes lo practican, pero muy poco para la colectividad. Conforme las ideologías clásicas fueron abandonando ideas, e incluso principios, los populismos avanzaron y se pusieron al frente del cotarro. Nunca será mejor utilizada la palabra “cotarro”, pues su significado es en una de sus acepciones “colectivo de personas en estado de agitación o nervios”. De modo que los partidos políticos, más bien conglomerados, se han entregado a una estrategia de agitación que aprovecha cualquier desorden para erigirse en ordenador o calmante de los caos y las iras.

Tal parecen Podemos y Ciudadanos, cada uno en su lado, que nunca usan las viejas palabras con que se definieron las ideologías. Si a Podemos se le debe adscribir en la izquierda política, cabe advertir a sus líderes las escasísimas ocasiones en que usan términos como “socialismo” o “comunismo” (a pesar de su coalición con los antiguos comunistas de IU), u otros términos característicos de las ideologías de la izquierda. Y si a Ciudadanos se le adscribe a la derecha política, igualmente cabe destacar la escasa frecuencia con que recurren a términos como “liberalismo económico” o “conservadurismo”. Resulta evidente que unos y otros han surgido para recoger los votos que han ido cayendo de las izquierdas y derechas tradicionales, afectadas por su propia ineficacia para resolver debidamente las crisis socioeconómicas y de convivencia.

Podemos y Ciudadanos son voces (palaras) de escaso significado y de ningún alcance. Es sí mismas expresan muy poco, es más, se trata de términos que lo mismo pueden acoger a rotos que a descosidos. Todos “podemos” y todos somos “ciudadanos”, por lo que no cabe concluir que quienes no pertenecen a Podemos es “porque no pueden”, ni cabe concluir que quienes no pertenecen a Ciudadanos no lo sean realmente. Lo evidente es que a la inoperancia o posibles errores cometidos por las ideologías y partidos clásicos, se ha respondido con la ambigüedad más suprema. Y en la ambigüedad casi siempre triunfan los atrevidos, los que no dudan en dar gato por liebre, aunque para ello necesiten adiestrar previamente al gato para que en lugar de un agresivo felino parezca un hábil lepórido. Tal que así ejercen actualmente nuestros populistas su acción política, si bien a su éxito colaboraron los partidos tradicionales aportando grandes dosis de ineficacia para resolver dudas y problemas de la ciudadanía, y entregándose a unas prácticas de corrupción excesivas.

¿Cómo deshacer este entuerto? La derecha, y sus afines, no encontrarán demasiadas dificultades, porque bastará con hacer confluir los intereses de las formaciones de tal condición. El Capital no se siente, ahora mismo, muy amenazado por Ciudadanos. En poco tiempo el PP tomará la decisión definitiva mediante la cual cambiará sus siglas para así desterrar la corrupción que le atosiga, y olvidar a los corruptos en algún basurero clausurado. Ah, y no dudarán en ir confluyendo con Ciudadanos en ese espacio de la derecha en el que lo económico es más importante que lo social, en ese espacio tan ambiguo en el que reina una meritocracia bárbara e inhumana gobernada por algunos refranes costumbristas (“tanto tienes, tanto vales”) y no por las verdades o los principios éticos.

¿Y la izquierda? Volverá a sus reyertas, a ese espacio en el que las izquierdas, –siempre son varias las izquierdas, y no muy bien avenidas-, discuten sus autenticidades y se preguntan unos a otros, discutiendo encarnizadamente, si son galgos o podencos en lugar de defender su condición de cánidos. “Podemos” surgió después de cuestionar a una formación histórica (PSOE, más de 130 años de Historia) su legitimidad, cultivada y apuntalada en trances tan delicados como el periodo de las Repúblicas, la Guerra Civil, la posguerra, una dictadura franquista salvaje que tampoco consiguió destruir al socialismo al que se creía derrotado, una Transición difícil en que el socialismo y las izquierdas administraron la convivencia con suma cordura, una incorporación a la modernidad ejemplar, y veinte años de gobiernos socialistas en Democracia que han puesto a España en los primeros lugares de Europa. Tal ha sido el bagaje que Podemos intenta negar mediante su estrategia populista e interesada en pos de “chupar de la piragua”.

En ese espacio nos estamos moviendo. Los populismos avanzan, si bien ocurre con ellos algo que se podía esperar. El populismo de derechas (Ciudadanos) va ocupando el espacio de la vieja derecha conforme esta se degrada, pero el populismo de izquierdas no actúa del mismo modo: primero se empeña en destruir (no solo degradar) a la izquierda clásica, con el consiguiente daño, pero desde una posición mucho más testimonial que efectiva.

Sin embargo, alguna responsabilidad tenemos en todo esto quienes, desde la izquierda, hemos sido más pusilánimes que resolutivos, quienes hemos pretendido más la atenuación de los males y problemas que su solución definitiva y drástica, quienes hemos soportado mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. En este panorama global los populismos atrevidos y montaraces de Podemos y de Ciudadanos han tomado posiciones, han convertido el parlamentarismo en un nido de grillos, y han sepultado –espero que no lo hayan hecho para siempre- las ideologías que en otro tiempo liberaron a los pobres del Mundo, y pusieron en pie a los esclavos sin pan, a los proletarios, al Hombre en general.

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