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La reincidencia del PP

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, esta semana.

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El PP se muestra reincidente. Vuelve a la Plaza de Colón en Madrid a hacerse la foto con Vox. Pablo Casado, quien señalara urbi et orbi que con Vox no iba ni a heredar, como buen político con ideas moldeables, actualizables, y experto en donde dije digo, digo Diego, posará para la foto el día 13 lo más digno y separado posible. 

Hace unos meses, con voz firme e impasible el ademán, casi al estilo de Vox, dijo Casado en sede parlamentaria: “Señor Abascal, no le gustamos. Perfecto, entendido. Usted a nosotros tampoco. Usted ya es parte del problema de España y no puede ser parte de la solución que mi partido representa”.

Eso fue sólo hace unos meses. Pero unos meses en la actual dinámica política es mucho tiempo. La solución que el PP representa hoy sí parece pasar por Abascal y Vox, por eso la reincidencia de los populares en volver a Colón para el fotomatón. Hay reticencias, hay populares, líderes autonómicos incluidos, que ven este fotomatón como un paso atrás, como la vuelta a una estrategia peligrosa. Pero hay otros que achuchan en sentido contrario. Cayetana Álvarez de Toledo, por ejemplo, que ha puesto a Casado en un brete con un artículo periodístico en el que aseguraba que el PP debía estar en Colón el próximo 13 de junio sí o sí. Es un problema de física, de fuerzas que empujan en un sentido o en otro, habrá que ver cuál es la resultante.

La gestión de la pandemia, que ha pillado a todos los políticos en el poder con el paso cambiado sean del partido que sean, provoca tal desánimo que los políticos en la oposición, sean del partido que sean, ven en esa tragedia apocalíptica la ocasión para atacar y ganar. Lo de la ética, el patriotismo, el bien común, quedan para otra ocasión.

En Francia, donde el Partido Socialista, como en otros lugares de Europa, prácticamente ha desaparecido, al menos de opciones de gobernar, el poder tiene dos candidatos, Emmanuel Macron con su partido La République en Marche, y la ultraderecha de Marine Le Pen con su Rassemblement National. Macron, actual presidente, se enfrenta a su reelección el próximo año 2022, cuando las perspectivas actuales resultan muy halagüeñas para la candidata ultraderechista, que rebaña buena parte del voto en poblaciones empobrecidas y hartas de las medidas restrictivas implantadas por la pandemia.

Vista la bajada de apoyo popular, esta misma semana Macron ha salido a realizar su propio Tour de France, como lo han definido algunos medios. Un viaje que se ha iniciado en un pequeño pueblo de doscientos habitantes donde se ha hecho fotos con los dueños y trabajadores de un restaurante. La cosa tiene su lógica, porque el cierre de establecimientos hosteleros en Francia ha sido brutal, todo cerrado durante meses. Ni cervezas ni café au lait, sino una sensación de encierro total. La ultraderecha, su gran competidor para las elecciones presidenciales, quiere sacar rédito de esas medidas coercitivas contra la pandemia, y Macron necesita ahora un sprint que le lleve a recuperar el voto perdido a consecuencia de las medidas impopulares derivadas de la catástrofe sanitaria mundial. 

Santiago Abascal no es Marine Le Pen, ni el Rasemblement National, es Vox. Pero la foto de Colón del 13 de junio se puede acercar más a la ultraderecha del Rasemblement, y ahí el PP de Casado peca de reincidente. En Francia, la derecha clásica ha dado muchos presidentes, con mandatos de cinco años. De Gaulle, Pompidou, Giscard D’Estaing, Chirac o Sarkozy. Todos eran contrarios a juntarse con la ultraderecha de los Le Pen. Hoy mismo, el partido conservador clásico, Les Républicains, tiene difícil competir con Macron y Le Pen, pero a pesar de ello su presidente Christian Jacob deja muy claros sus valores: “No tenemos nada en común con Marine Le Pen. Debemos recordarlo, para que no haya la más mínima ambigüedad”.

Ambigüedad, he ahí la cuestión. La palabra mágica que inundará la plaza de Colón esta próxima semana. Lo que sirve para una cosa y para la contraria. El concepto que dio a Ayuso en Madrid más votos de los que, en buena lógica, le tocaban, gracias a las técnicas utilizadas por su director de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, el “gurú”, como denomina despectivamente al spin doctor el secretario general del PP, Teodoro García Egea.

Lo de Colón llega en un momento complicado para el PP, justo cuando el juez cita como imputada en el caso de espionaje a Bárcenas a la persona que hizo a Casado presidente del PP, la anterior secretaria de organización del partido, María Dolores de Cospedal. El juez García Castellón atribuye tres posibles delitos de cohecho, malversación y tráfico de influencias. En este caso, el PP de Casado nos dice que cuando se produjeron los hechos por los que imputan a Cospedal, ella no tenía cargo público. Era secretaria general del PP, suficiente para tomar medidas. Pero es que además, en la época, era también presidenta de la comunidad de Castilla La Mancha. Si eso no es un cargo público, será un caso de outsourcing del que los ciudadanos no estábamos enterados. A veces, la caradura resulta tan patente que uno se pregunta si el equivocado no seré yo. 

Casado vuelve a estar preso de favores pretéritos, incluso pasa por encima de los estatutos de su propio partido y ordena no tocar a Cospedal quien, por cierto, contrata al propio abogado del PP, Jesús Santos, para su defensa. No es de extrañar que ante ello Casado opte por mantener la boca cerrada, para que no entren moscas seguramente. Mientras tanto, nos enteramos de que el ex presidente Mariano Rajoy le ha hecho llegar a Génova el mensaje tranquilizador de que “hay muros” para evitar su propia imputación. 

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