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La falta de solidaridad ante el calentamiento global: una oportunidad desperdiciada

Fernando Granda

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Ecuador trató de evitar, hace algo más de una década, la extracción de petróleo en unos de sus fecundos territorios de la Amazonía y pidió ayuda internacional. Lo hizo a través de Naciones Unidas. Pero no hubo solidaridad. Hoy la fértil selva que se trató de preservar es un bosque de torres petrolíferas porque la ayuda solicitada no llegó y los ejecutivos ecuatorianos adujeron necesidades económicas.

La intención de frenar el avance del calentamiento global se va convirtiendo en una cuestión más teórica que práctica. La Geología como ciencia, junto a gran número de científicos y las diversas corrientes ecologistas por una parte, el mundo empresarial por el suyo y la política como ejercicio son, cuando menos, formas distintas de contemplar la situación. La cuestión es que la carrera por la sostenibilidad del Planeta va muy despacio, si acaso no va y algunos se desesperan.

La petición la propuso el entonces Gobierno de Rafael Correa en la Cumbre Climática celebrada en Polonia. Anunció que Ecuador no extraería petróleo de unas grandes reservas recientemente descubiertas en su territorio amazónico si un fondo aportado por la comunidad internacional, a través de la ONU, le compensaba esa acción que económicamente le era necesaria a cambio de preservar la zona con una gran reserva de población indígena y unas ricas fauna y flora casi únicas en el mundo. Las aportaciones prometidas a Naciones Unidas por distintos países fueron muy escasas. Respetar esa Naturaleza que vamos deteriorando a pasos agigantados parece que no fue atractivo para el consorcio político/económico mundial.

Cuando en 2007 el Ejecutivo ecuatoriano y sus expertos geólogos calcularon que con 3.600 millones de dólares se compensaría la mitad de lo necesario, decidieron que Ecuador no abriría pozos petrolíferos y preservaría la gran reserva del Parque Nacional Yasuní, una selva prácticamente virgen donde habitaban “tribus aún no contactadas por la civilización”, si una contribución mundial aportaba esa cantidad. Según se informó hace casi tres lustros, en dicho ecosistema crecían más especies de árboles que en América del Norte, unas 3.000 plantas diferentes, más de 300 especies de mamíferos y otras cifras parecidas de aves. La distribución de la ayuda internacional sería a través del organismo mundial y representaría unos 350 millones de dólares anuales, algo así como la mitad de los beneficios que Ecuador lograría “cargándose ese trozo de selva”.

“Un equipo de trabajadores terminó la construcción de una nueva plataforma petrolera erigida en plena jungla… Los equipos están perforando en uno de los ecosistemas más importantes de la Tierra en términos ambientales”, publicaba semanas atrás el diario “The New York Times” que señalaba como un “ejemplo práctico de cómo las fuerzas financieras globales siguen arrinconando a los países en desarrollo para que exploten algunas de las regiones con mayor biodiversidad del mundo”. Ante las exiguas contribuciones internacionales -solamente Alemania e Italia dieron muestras de que acudirían a la ayuda- el Gobierno ecuatoriano recurrió a China y le solicitó préstamos por unos 8.000 millones de dólares. Hoy China tiene cada vez más influencia en Ecuador. “Ahora que la tendencia mundial es el abandono de los combustibles fósiles… es el momento de extraer hasta la última gota de provecho de nuestro petróleo para que llegue al servicio de los más pobres, respetando el medioambiente”, declaró el año pasado el presidente, el liberal conservador, Guillermo Lasso.

Pero no solamente Ecuador destruye su tesoro verde. La marea se propaga por otros países, por otros continentes. Por ejemplo, la República Democrática del Congo, en el conflictivo centro africano, subasta bloques petrolíferos, bloques que incluyen territorios con selva tropical, con turberas y también partes de un llamado santuario con los escasos gorilas de montaña que quedan en el planeta. Entre tanto, el sultán Ahmed Al Jaber, ministro de Industria y Tecnología Avanzada y consejero delegado de la empresa petrolera estatal de los Emiratos Árabes Unidos, ha sido ¿elegido? presidente de la Cumbre del Clima (COP28) que se celebrará en Dubai a finales de ese año. En esas estamos cuando el país trata de obtener 5.000 millones de barriles de petróleo y gas al año. Todo un panorama: el lobo al cuidado del rebaño.

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